He querido aplicar, el oxímoron literario, como reflejo de dos posturas, llamadas por la lógica de la sociología a entenderse, pero rota por el resentimiento: como cualquier espejo amado. Ha desconocido, Casado, la ley psicológica que Proust describiera tan bien: “el deseo florece, la posesión marchita todas las cosas”. Debería sustituir a José María Aznar, adalid de esa “derecha sin remedio”, por leales que le reciten antes de cada debate parlamentario a San Juan de la Cruz, en ayuda del espíritu:
“la noche sosegada en par de los levantes de la aurora, la música callada, la soledad sonora, la cena que recrea y enamora”.
No debería preocuparse en exceso, Santiago Abascal, por “las romanzas de los tenores huecos y el coro de los grillos que cantan a la luna”, de todos los medios de intoxicación de masas, auténticos palanganeros del sistema, que le ignora o vitupera. Sólo debe reflexionar sobre los males de España y sus posibles soluciones; y distinguir mirando a la cara, en la calle, “las voces de los ecos” y escuchar “solamente, entre las voces, una” que viene postergándose desde 1978: Unidad, libertad, justicia, familia, propiedad, historia, progreso, creencias, respeto, estado de derecho, división de poderes, autonomías, inmigración ilegal, ley electoral etc. Resulta urgente que ese mensaje lo haga suyo VOX y confíe en la sociedad civil para rescatarlo. El techo de tres millones de votos, debe ser el suelo desde donde impulsarse. Y más teniendo a la Margaret Thatcher española (Macarena Olona), en sus filas. ¡Tan necesario y demandado!
Luchar contra los variados y nuevos sofismas, pretendidamente culturales y de progreso, resulta una prioridad incuestionable, para terminar con el viejo debate entre Ptolomeo y Sócrates, donde éste le dice: “amigo Ptolomeo, de qué te sirve tener razón, si nadie está dispuesto a escucharte”. La actual crisis de la humanidad, se manifiesta en el plano filosófico, intelectual y espiritual, así como en el terreno de la economía, la técnica, las instituciones y hasta la vida, desde su concepción hasta la muerte. Son tan graves los desequilibrios que, o los corregimos, o dejamos que los barbaros derriben la ciudad de San Agustín y la civilización.
Esta conciencia del peligro que, ni es nueva, ni de mayor gravedad que otras de nuestra historia, puede ser más letal por su nihilismo, por estar vacía de toda sustancia humana de orden superior. El amor a la casa, al pueblo de nacimiento, a la patria como voluntad de historia, de convivencia y de futuro, es la mejor manifestación de la vida del espíritu. Todo lo han convertido en objeto de comercio, en calculo electoral, en imposición de lo políticamente correcto. Pero gracias a nuestra naturaleza espiritual no podemos vivir sin amor, sin ilusión, sin color, sin dolor y sin poesía.
Se han trasladado a la política todas las mareas morales, sociales y económicas, con la fuerza adquirida por el mundo de la comunicación. De ahí que la soledad sonora de Vox, tenga el acompañamiento de toda misión trascendente, en un campo minado por las políticas de ingeniería social. Todas llevan el falso ropaje de ser legitimadoras de los derechos humanos. Por eso han calado tan rápido y llevan camino de imponerse. Cualquier mina que toques recibirás, de entrada, la descalificación social y el estigma de:
“intolerante, homófono, sexista, misógino, racista y tránsfobo; amén de los inveterados, fascista, extrema derecha y violento reaccionario”.
Si interiorizamos que nos estamos enfrentando a “La transformación de la mente moderna” según el libro de Lukianoff y Jonathan Haidt, sobre cómo se impone la estrategia globalista, comprenderemos mejor las contradicciones o ausencias del PP en ciertos debates esenciales. Su posicionamiento, por incomparecencia, traslada la acusación de la izquierda de ser los causantes de milenios de opresión y/o civilización. también que nuestra “dañina masculinidad” hay que erradicarla desde la infancia y mediante la reeducación.
¡Los hijos son y los educa el estado!
Quién no compareció, en cuarenta años, a dar la batalla cultural y ha permitido la superioridad moral de la izquierda, no puede arrogarse la solución del problema que ha contribuido a crear. Es manifiestamente evaluable como un error, el mantener políticas bien pensantes y acomodadas en lo económico, cobardes por definición, que fían los cambios a la providencia, sin mover un dedo por obtenerlos. De quienes acuden a recibir instrucciones anualmente a la Cumbre de Davos, nada puede esperarse, excepto fraude y frustración.
La era posmoderna ha provocado el vacío existencial, sin dar ningún sentido a nuestras vidas, ni referencia a nuestra razón de ser o existir. Ese mundo, vaciado de Dios, no puede llenarlo el mundo de Silicon Valley (Google, Twitter o Facebook), que de manera consciente instaura una nueva metafísica, una nueva religión, una nueva conciencia. Términos como “LGBTQ”, “privilegio blanco” o “transfobia” han pasado a tener un uso habitual. De ahí las “políticas identitarias”, la “interseccionalidad” o compromiso con la diversidad, que ya adoptan todos los gobiernos en sus legislaciones laborales.
Tendremos que enfrentarnos en la sociedad civil, con Vox, si mantiene su idea primigenia de “movimiento civil”, expresada en Vista Alegre (I), a la doble confluencia del optimismo nihilista y la inmensa cólera, por no plegarnos a la impostada posmodernidad. Al efecto, resulta oportuno el ensayo político de David Goodhart (El camino hacia alguna parte) para saber a que parte de la sociedad occidental fracturada queremos pertenecer.
Por un lado, los Anywhere, “gentes de no importa donde” que lo conforman categorías urbanas acomodadas, títulos universitarios; se consideran ciudadanos del mundo; educados para triunfar en la globalización; se sienten cómodos en cualquier lugar del planeta y viajan mucho por trabajo u ocio.
Por otro lado, los Somewhere, “las gentes de alguna parte”. Menos educados y acomodados, viven en las zonas rurales o en la periferia de las ciudades; tienen trabajos poco cualificados, remunerados y fáciles de reemplazar o sustituir. No tienen facilidad para adaptarse a un mercado laboral móvil, y su supervivencia depende de la solidaridad familiar y del ecosistema local al que están unidos. Para ellos este mundo cambiante resulta inquietante, dada su inseguridad económica y cultural.
El liderazgo político, no importa en la posición social que estés, ni las ventajas que de ella pudieras obtener, debe romper con el injusto caos mundialista y beber del manantial sereno del humanismo cristiano; único en conjugar libertad y justicia, verdad y dignidad, igualdad y progreso; liberando y protegiendo a los más débiles y necesitados de los nuevos sofistas de izquierda o derecha. Esa debería ser la esencia de la política. Esa debería ser la batalla política de la tercera vía que Vox representa. Verían cuanto amor y entusiasmo late en el alma dormida del pueblo español, desarraigado por la educación y la economía.
Larga o corta la legislatura, dura será la realidad de nuestro pueblo; lo suficiente para tener al rival Casado, en permanente contradicción, enemigo sólo de sus votantes y mirándose al ombligo, al que debe aplicarse la bella prosa de San Juan de la Cruz: “Cantos de sirenas os conjuro, que cesen vuestras iras, y no toquéis al muro, porque la esposa duerma más seguro”. Mientras, Santiago Abascal, digerido el trago, mire el horizonte con humildad franciscana y, sin rencor, recuerde las rimas de Lope de Vega, en otro tiempo y circunstancia: “Déjame en paz, pacífico furioso, villano hidalgo, tímido arrogante, cuerdo loco, filósofo ignorante, ciego lince, seguro cauteloso…”. Vale para Pedro y Pablos. Es una ventaja.
No hay comentarios:
Publicar un comentario