La Nochebuena se fue con más penas que gloria; la Nochevieja llegará y será algo así como más de lo mismo. Ha tocado padecer en este 2020 una situación inédita, insólita, que difícilmente se nos olvidará... para mal.
Pero qué decir de la Tauromaquia, de nuestra querida y añorada Fiesta. Ahí si que esperamos que nos llegue una nueva, aunque en el fondo, y de verdad, lo que queremos es que regrese la vieja.
La fiesta buena, al menos la que en las últimas décadas llaman buena, ni es buena ni es fiesta. Solo es una sucesión de postureos ante toros desnaturalizados, donde la esencia que ha de representar el toro, se sustituyó, sin ningún disimulo, por animales muy cerquita de la domesticación.
Creyeron que con ese ‘avance’ se ganaba el cielo. Solo fue una alucinación, solo fueron fuegos artificiales. De ahí que nuestro deseo es que vuelva la vieja y no la llamada buena. Una contradicción puede suponer el que pidamos como fiesta nueva precisamente la vieja.
Esa fue la que vieron nuestros abuelos y nuestros padres, la ‘buena’ que ven nuestros hijos no puede durar eternamente como lo hizo la vieja. Por eso nos empeñamos en reclamar la vieja, a un paso de cambiar de año, y quién sabe si de época en tantas cosas. No estaría de más que nos replanteáramos resurgir como el ave Fénix.
Al menos es lo que yo deseo, en el convencimiento de que es lo que piden los aficionados, aunque no sean todos los espectadores. Si pudieran desearlo también ganaderos, empresarios y toreros estamos seguros que sería eficaz esa vacuna para salir de la crisis que padecemos.
Las vacunas, de las que tanto se habla en este cierre de año, y en las que están depositadas tantas esperanzas para salvarnos del virus, son por analogía lo mismo que deseamos para la nueva Tauromaquia.
Mientras tanto, y de todo corazón, les deseo a todos un Feliz, y seguro, Año 2021.
No hay comentarios:
Publicar un comentario