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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 17 de diciembre de 2020

LA SANTAMARÍA DE BOGOTÁ: Bogotá. R.I.P. Pla Ventura

 

Una vez más, como decía, el maleficio está servido. Qué si se me apura, no se trata de ningún maleficio dicho como tal, la cuestión es que los países, comunidades o ayuntamientos, son regidos por gentes descerebradas socialistas y comunistas que, su único objetivo es hacer el mal y una forma de plasmarlo, entre otras muchas cosas, se trata de prohibir la fiesta de los toros que, como sabemos, tanto en Bogotá como en infinidad de plazas colombianas, la fiesta taurina era santo y seña para dicho pueblo.

Bogotá. R.I.P.

Pla Ventura
Toros de Lidia / 16 diciembre, 2020
El mal augurio al respecto de la fiesta de los toros ya es un mal endémico en todo el mundo. Nadie sabría darnos las razones, pero es una verdad que aplasta. Lo decimos con infinita tristeza, pero es de una realidad clamorosa. ¿Qué ha pasado en el último decenio para que la fiesta de los toros sea un bastión a destruir por parte de la clase política? Esa es la pregunta que no tiene respuesta, pero que los hechos consumados nos hacen ver la realidad de todo lo que contamos.

Entre otras muchas plazas por el mundo, la que no volverá a abrir sus puertas, por mucho que se empeñe el Tribunal Constitución de Colombia que, según parece, está a favor de la fiesta de los toros pero que, al igual que sucedió en Cataluña que, por mucha legalidad que se adorne el asunto, sus políticos se cargaron la fiesta para siempre. Es el caso de Bogotá en que, como sabemos, hace unos años, un mal nacido llamado Gustavo Petro, a la sazón, alcalde de Bogotá, clausuró la plaza por sus cojones; es decir, al más puro estilo de los dictadores socialistas que los tenemos por doquier.

Tras la salida del poder de Gustavo Petro, los bogotanos se las prometían muy felices al saber que, como ocurriera el pasado año 2017, Bogotá volvería a tener toros en su emblemático coso al comprobar que, Enrique Peñalosa, como alcalde se preocuparía de todos los bogotanos, entre ellos, los aficionados a los toros. Claro que, la alegría les duró poco porque, desde el pasado uno de enero del año en curso, manda en la ciudad colombiana una señora que, tras verle la cara, lógicamente no podía ser otra cosa que lesbiana que, en la actualidad, no es delito alguno. Pero lo que no sospechaban los aficionados de la tierra de Gabriel García Márquez es que, la alcaldesa roja, como única función, ésta no era otra que prohibir la fiesta de los toros en la capital andina.

Una vez más, como decía, el maleficio está servido. Qué si se me apura, no se trata de ningún maleficio dicho como tal, la cuestión es que los países, comunidades o ayuntamientos, son regidos por gentes descerebradas socialistas y comunistas que, su único objetivo es hacer el mal y una forma de plasmarlo, entre otras muchas cosas, se trata de prohibir la fiesta de los toros que, como sabemos, tanto en Bogotá como en infinidad de plazas colombianas, la fiesta taurina era santo y seña para dicho pueblo.

De poco sirvió que Enrique Peñalosa, en su etapa como alcalde activara la fiesta de los toros en su ciudad porque, un grupo de terroristas pagados por la izquierda que todo lo destruye, hicieron un atentado junto a la plaza de toros con un balance de treinta heridos graves y algunos muertos. Todo ello ocurría el día 19 de febrero de 2017 en que se reabrían las puertas de la plaza bogotana. Como decía, ha llegado a la alcaldía la lesbiana Claudia López para que una vez más, Bogotá certifique su defunción respecto a su plaza del barrio de San Diego.

La historia de los toros en Bogotá viene de lejos porque, en el año 1761 ya se daban festejos populares en distintas plazas de Bogotá hasta que, en el año 1890 se construyó la primera plaza de toros estática que, pese a ser su construcción en madera noble, allí se daban innumerables festejos. Por cierto, una plaza que dada su construcción de tal noble elemento, se llamaba Plaza de Maderas. 

Ya, en julio de 1917, a instancias del promotor Ignacio Sáez de Santamaría se construyó la actual plaza, la que lleva como nombre el segundo apellido del que fuera su adalid, una obra que apenas pudo ver terminar porque de forma prematura le sorprendió la muerte.

La historia de los toros en Bogotá, como en tantos lugares del mundo viene de muy lejos y, como se comprueba, por deseo expreso de unos mal nacidos, de repente, se cargan dicha plaza que, dicho sea de paso, en el año 1984, la plaza de toros de Bogotá se declaró Monumento Nacional de Colombia pero, como quiera que los desaprensivos de izquierdas nos respetan la historia y mucho menos a los seres humanos, una vez más, los toreros colombianos tendrán que seguir mendigando porque lo que se dice en los toros no tienen futuro alguno, mientras que los aficionados a los toros tendrán que resignarse ante su pena.

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