
La Plaza de Toros de Pamplona registró un nuevo lleno de «No hay billetes»EFE
'..Para los toreros, parece un ideal pero este tipo de toros dice muy poco. Un toro debe tener bravura, fuerza, casta, raza; sin eso, por muy noble que sea, acaba aburriendo al público. En Pamplona, en esos casos, se consuelan con la merienda y los cánticos pero el resultado no es bueno, por mucho que se quiera tapar con el fallo de las espadas..'
Con toros tan manejables, falta la emoción
A pesar del ambiente festivo, no cortan ningún trofeo Juan Ortega, Roca Rey ni Pablo Aguado, con flojas espadas
Andrés Amorós
El Debate/11/07/2025
La fuerza arrolladora del arte de Morante, en esta excepcional temporada suya, se ha impuesto hasta al jolgorio de Pamplona, cosa que no muchos grandes diestros han conseguido. Más allá de Morante, la Fiesta que cantó Hemingway continúa.
Este año, por desgracia, la lamentabilísima situación política española ha llegado también a San Fermín: el Alcalde de Bildu ha ensalzado la fiesta olvidándose del toro bravo. Televisión Española ha continuado prestando atención a los encierros pero olvidándose de las corridas; sin ellas, los encierros no tendrían sentido. Y un programa de la Televisión autonómica vasca ha utilizado el verbo «asesinar» para calificar la actuación de los toreros . Así, entre otros muchos dislates, está la política española…
Los toros de Jandilla, de puro encaste Domecq, dieron buen juego en San Isidro. El encierro ha sido rapidísimo (menos de dos minutos y medio) y limpio, sin cornadas: por primera vez, este año, los seis toros han llegado a la Plaza antes que los cabestros. Por la tarde, los toros han sido nobles, manejables, han derrochado bondad pero les ha faltado casta y emoción. Uno de los carteles más rematados de la Feria se ha saldado sin ningún trofeo.
Juan Ortega ha conseguido imponer su personalidad, que el público acepte y espere su sello singular. El primer toro embiste distraído y corto en el capote. Cumple en el caballo, con las fuerzas justas. Se luce Juan en las chicuelinas pero sale apurado. Brinda a Miguel Criado, hijo del Potra, que tanto hizo por el prestigio de esta Feria. El toro es noble pero queda corto y sale con la cara a media altura. Liga Ortega muletazos pulcros, con un eco sólo discreto: son detalles estéticos, no una faena completa. Mata mal, a la segunda.

Juan Ortega, con el segundo de su lote esta tarde en PamplonaEFE
El cuarto, algo más alto, protesta en el caballo y huye, es claramente manso pero sin peligro. No logra lucirse Ortega con el capote; en la muleta, el toro protesta, vuelve del revés: nada destacable. Mata fácil, con media estocada.
El día del gran triunfo de Morante, Roca Rey se marchó en blanco, con dos silencios: en una de las Plazas que más lo quieren y donde ha obtenido grandes triunfos, está obligado a entregarse a fondo, en su segunda actuación.
Recibe al segundo toro, el único de Vega Hermosa, colorado, con lances con el capote a la espalda, arriesgados pero no limpios. El tercio de varas es deslucido. Brinda al público. Comienza de rodillas, con tres muletazos cambiados. El toro es noble, colaborador, dice poco, pronto se aflige. Ha de recurrir Roca Rey al habitual encimismo para calentar al público porque la faena ha quedado a medias. Acaba con el toro y el torero mirando los dos al tendido: una estampa nada bonita. Mata con rotundidad, desprendido, y descabella a la segunda: dos avisos y ovación.

Roca Rey, con el capote ante el quinto de la tardeEFE
El quinto, Viperino, como la tradicional lengua, vuelve del revés en los delantales de recibo, huye hacia el caballo que guarda la puerta, mansea pero tiene movilidad. Comienza Andrés con estatuarios, que no corrigen ningún defecto; pasa un momento de apuro en un muletazo cambiado. El toro se deja pero se sale, al final de los pases. La faena es correcta, técnicamente, pero el toro es soso, le falta casta. Tira Roca Rey de recursos pero la res no da para más. Mata sin confiarse, a la sexta, después de otro aviso.
Coincide Pablo Aguado con Juan Ortega en la estética sevillana. Acentúa la naturalidad y un peculiar sosiego en el manejo de capote y muleta, si las condiciones del toro lo permiten.
Recibe con aceptables verónicas al tercero, que acude bien al caballo pero flaquea; quita por delantales. Lidia bien Iván García. Pronto, Aguado mete en la muleta con facilidad a un toro que embiste con gran obediencia y suavidad, sin plantear problemas. Lo ha toreado casi como si fuera el carretón, destacan un par de naturales. Mata mal, sin estrecharse.
El sexto, bien armado, se para en el capote, se va del caballo. Aguanta mucho y se luce Iván García, con los palos. Es otro toro muy manejable. Aguado le anda con torería, traza muletazos discretos pero no impone su mando ni redondea faena. Vuelve a matar mal.

Pablo Aguado, con el sexto de la tardeEFE
A pesar de los toros, tan bondadosos, y del ambiente, tan festivo, no se ha cortado ninguna oreja. No ha sido culpa solamente de los fallos con la espada, que se han repetido. Se han patentizado esta tarde los riesgos de buscar un toro que «se deje» (¡horrible palabro!), que no plantee problemas, que «deje estar». Para los toreros, parece un ideal pero este tipo de toros dice muy poco. Un toro debe tener bravura, fuerza, casta, raza; sin eso, por muy noble que sea, acaba aburriendo al público. En Pamplona, en esos casos, se consuelan con la merienda y los cánticos pero el resultado no es bueno, por mucho que se quiera tapar con el fallo de las espadas.
Da la impresión de que los dos diestros sevillanos se van tan contentos: no han tenido graves dificultades, han mostrado su buen estilo en lances y muletazos: siguen en el mismo sitio en que estaban. Da también la impresión de que Roca Rey se va muy decepcionado: aunque es el único diestro que se ha anunciado dos tardes, se va de San Fermín sin haber cortado ni una oreja. No es eso lo que el público espera de él. Con su ambición, su gran virtud, ya sabe lo que tiene que hacer: anunciarse con toros más encastados y alternar con rivales que le aprieten más. No hay otra.
Al concluir la corrida, he recordado el hermoso y desolado verso de José Hierro: «Después de todo, todo ha sido nada»… Al final de la tarde, unos nubarrones negros se extienden sobre la Plaza de Pamplona. Me parece un símbolo, me acuerdo de la canción de Bob Dylan: «A hard rain a’gonna fall». También en los ruedos ha de llover a cántaros para que dejen de salir reses que «se dejan» y se lidien toros de verdad bravos, encastados. Sin eso, todo se queda en muy poco, casi nada, por muy festivo que sea el ambiente de Pamplona.
POSTDATA. En Pamplona, se vive estos días algo único. Desde muy pronto, por la mañana, hasta entrada la noche, todo gira en torno al toro bravo, el gran tótem de esta tierra: encierros, vaquillas, recortadores, apartado y sorteo, desfile hasta la Plaza, corrida, encierrillo, toro de fuego… Por eso, San Fermín adoptó hace años el título de ser la gran Feria del Toro. Sólo los muy ignorantes y muy sectarios pueden obviar algo tan evidente: es una fiesta que mantiene vivas las raíces populares de la Tauromaquia.
FICHA
Pamplona. Viernes, 11 de julio de 2025. «No hay billetes». Toros de Jandilla (2º, de Vegahermosa), nobles, muy manejables, justos de casta; destaca el bondadoso tercero.
JUAN ORTEGA, de verde manzana y oro, pinchazo y estocada (silencio). En el cuarto, media estocada (silencio).
ROCA REY, de purísima y oro, estocada desprendida y dos descabellos (dos avisos, ovación). En el quinto, cinco pinchazos y estocada (aviso, silencio).
PABLO AGUADO, de negro y oro, tres pinchazos (palmas). En el sexto, pinchazo y media (silencio).
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