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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 15 de julio de 2025

Pamplona, me estoy haciendo mayor / por Carlos Bueno


"..porque cada vez me cuesta más justificar ciertas cosas. Entre ellas el comportamiento de los tendidos de sol del coso de Pamplona..'

Pamplona, me estoy haciendo mayor

Por Carlos Bueno
Debe ser que me estoy haciendo mayor, porque cada vez me cuesta más justificar ciertas cosas. Entre ellas el comportamiento de los tendidos de sol del coso de Pamplona. Siempre he sido de los que ha defendido que cada plaza debe tener su propia idiosincrasia, su modo particular de sentir, celebrar o protestar. Que la riqueza de la Fiesta está, precisamente, en que no es homogénea. Que no hay una sola forma de ser aficionado y que debe existir Madrid y, a la vez, Teruel. Que debe convivir Sevilla con Bilbao, Zaragoza con el pueblecito más pequeño de nuestra geografía, Ronda y Jerez con Valencia y Alicante.

Siempre he creído que el toreo se alimenta de esa pluralidad. Que debe haber plazas de rigor y plazas de jolgorio, plazas de solemnidad y plazas de fervor popular. Porque unificar criterios, exigencias y sensibilidades restaría importancia y trascendencia a los éxitos de los toreros y abocaría al tedio a gran parte de los espectadores. Pero también creo que el respeto debería ser el nexo que uniera todas esas formas de sentir. Respeto a quien se juega la vida y al animal, respeto a la liturgia que da sentido a todo.Tauromaquia souvenirs

En Pamplona los cánticos y decibelios suben cada vez más a la par que baja el reconocimiento por cuanto sucede sobre la arena. Se pueden estar bordando las verónicas más sublimes sin que nadie rinda cuentas. Puede estar la vida de un coletudo en vilo sin que las charangas hagan una mínima pausa, sin que la atención y el recato hagan acto de presencia entre la parte del público más estridente.

Me cuesta aceptar que la indiferencia se haya convertido en norma y que sólo lo grotesco o lo exagerado obtenga respuesta. Y me rebelo ante la banalización de lo sagrado. Porque el toreo es rito, ceremonia, verdad última. Y todo eso necesita un cierto clima, una mínima atención, un poco de silencio, una pizca de asombro.

La presencia en la feria de San Fermín de algunos matadores sólo parece estar justificada por la generosa bolsa que reciben, porque el toreo es otra cosa de mayor profundidad y misticismo que lidiar los animales más cornalones de la cabaña brava ante una explosión social, una celebración desbordada en la que los toros no son más que una excusa.

Cambiar este comportamiento se me antoja imposible, seguramente que ni sea oportuno. Estoy convencido de que la fiesta en Pamplona debe seguir siendo lo que es: una cosa distinta. Y no pasa nada, pero que no nos pidan a los que sentimos esto de otra manera que lo justifiquemos con toda naturalidad.

Debe ser que me estoy haciendo mayor. O quizá simplemente estoy aprendiendo a distinguir entre la alegría y el ruido, entre la pasión y el estruendo. Entre el bullicio y la desconsideración.

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