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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 22 de julio de 2025

Por qué es inverosímil el giro de Feijoo / por José Javier Esparza


'..En realidad ese titular que Génova remitió a sus altavoces podría formularse de este otro modo: «Feijoo da instrucciones al PP para que deje de parecer el PP y empiece a parecerse a VOX». El «giro nacional» del feijoyismo, muy perceptible en el último congreso del partido, atiende sin duda a un estado de opinión social cada vez más generalizado..'

Por qué es inverosímil el giro de Feijoo

Por José Javier Esparza
Génova ha trasladado a su prensa afín un titular de impacto: «Feijoo da instrucciones al PP para preparar la abolición de las leyes sanchistas: Memoria, Vivienda, Trans y Amnistía». Al margen de que nunca es prudente vender la piel del oso —o del chacal— antes de cazarlo, el titular es sugestivo: se imagina uno a Feijóo en la cúspide de la pirámide de Génova, señalando con un índice señorial hacia el PP, que aguarda abajo, en un estrato inferior, y dando instrucciones a algo o alguien para ponerse a escribir aboliciones. Pero imaginemos ahora a los de abajo, sean quienes fueren, y su gesto de pasmo al escuchar que ahora tienen que abolir lo que han defendido. Porque si en el caso de la ley de amnistía ha sido clara la oposición del PP, y en la de vivienda también tiene Génova criterio propio, en las otras dos no ha habido resistencia alguna del turbocentro centrado a ese «leyes sanchistas». En las leyes llamadas de «memoria», la posición del PP ha sido una u otra en función de la temperatura de cada comunidad autónoma (o sea, del cálculo electoral del reyezuelo taifa de turno), y en cuanto a lo trans, a nadie se le oculta que los «populares» han comulgado con cuantas ruedas de molino les ha introducido en la boca la supremacía ideológica de la izquierda woke. Su única ventaja objetiva es que a su electorado le da lo mismo y la mayor parte de él seguirá votando al PP aunque defienda a la vez una cosa y su contraria. Lo importante —ya se sabe— es «echar a Sánchez».

En realidad ese titular que Génova remitió a sus altavoces podría formularse de este otro modo: «Feijoo da instrucciones al PP para que deje de parecer el PP y empiece a parecerse a VOX». El «giro nacional» del feijoyismo, muy perceptible en el último congreso del partido, atiende sin duda a un estado de opinión social cada vez más generalizado. No responde, por supuesto, a una convicción profunda, ni siquiera superficial, de quienes ahora van a levantar esas banderas, sino a la certidumbre de que el PP ya no va a ganar nada por la izquierda (o lo que queda de ella) y que su única opción de crecimiento es hacia el espacio que ocupa VOX. Esto se ha visto con mucha claridad en el terremoto ocasionado por la cuestión de la inmigración. El PP lleva años descalificando a VOX por exigir la repatriación de los inmigrantes ilegales y de los legales que cometan delitos, así como la devolución de los menas a sus casas. Ahora Feijoo vira y exige también la repatriación de los ilegales, y en cuanto a los menas, materia en la que el PP había asumido con ovina docilidad las imposiciones del Gobierno, igualmente rectifica y decide insubordinarse. Incluso el rey taifa andaluz Moreno Bonilla, que se abrió a la llegada masiva de menas porque «tenemos el corazón asín de ancho», siente ahora una súbita contracción de la víscera cordial. Cierto que, para compensar, Moreno se ha apresurado a expresar su añoranza del PSOE como «partido de Estado», pero esto hay que entenderlo en sus propias claves: a él —así hay que descodificarlo— le gustaría ser el PSOE.

La rectificación del PP en materia migratoria ha despertado muchas expectativas. Lamento rebajarlas: exactamente lo mismo hizo su homólogo alemán Merz en las últimas elecciones allá, para restar votos a Alternativa por Alemania, y no tardó ni veinticuatro horas —una vez elegido, eso sí— en anunciar que iba a hacer exactamente todo lo contrario. Lo verdaderamente llamativo es precisamente esto: los políticos de la derecha formal —si es que aún vale esa etiqueta— saben lo que quieren sus ciudadanos, pero se obstinan en hacer lo opuesto. ¿Por qué? Evidentemente, porque obedecen a otros imperativos que van más allá de la voluntad ciudadana. En el caso de España, además, ocurre que esas cosas que antes sólo decía VOX y ahora dice también el PP son las mismas que prevé nuestra legislación y los acuerdos internacionales firmados por España. Es decir, que una política restrictiva sobre inmigración no sólo no iría contra la ley, sino que significaría cumplirla a carta cabal. Es decir, también, que nuestros gobiernos han estado vulnerando deliberadamente la ley para colar a cientos de miles de personas que no tendrían que estar aquí. La puerta falsa para obrar semejante atrocidad ha sido la corrupción conceptual del derecho de asilo, que ha permitido introducir como «refugiados» (con su welcome y todo) a unas masas que jamás habrían podido pasar como inmigración socioeconómica. La pregunta inevitable es por qué el poder ha amparado esto. Y la conclusión va de suyo: seguirá haciéndolo por más declaraciones que hagan en campaña un Feijoo o un Merz… o un Macron: significativamente, en el severo recorte de gasto público anunciado por el gobierno francés no se incluye el gasto en atención a inmigrantes, que seguirá como está.

No hay que eludir la pregunta: ¿por qué nuestros gobernantes han amparado políticas que, ahora, dicen querer rectificar? ¿Cómo es posible que todos hayan cometido a la vez el mismo error? La respuesta va de suyo: porque otros han tomado antes la decisión. Y es que, en su óptica, no era un error, sino un objetivo que, a fin de cuentas, ya casi han conseguido. Esos «otros» que deciden no son ningún misterioso sanedrín: son las mismas instancias que llevan un cuarto de siglo construyendo un «mundo global» sobre la base de unos mercados cada vez más transnacionales y unas poblaciones cada vez más desnacionalizadas. Europa es el escenario privilegiado de este cambio. Es precisamente esto lo que hace inverosímil el giro de Feijoo: para reemplazar enteramente a VOX, tendría que abjurar también de su compromiso con el nuevo orden y reivindicar los espacios nacionales de decisión. ¿Lo está haciendo? No. Por consiguiente…

Desengáñese: Feijoo es nuestro Merz.

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