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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 4 de marzo de 2010

LA CULTURA DE LA FARSA / Por Hermann Tersch


La farsa va a empezar (Foto Faricle)

LA CULTURA DE LA FARSA


Hermann Tersch

Diario ABC.-4 de Marzo de 2010
RESULTA conmovedor ver en el Parlamento catalán a partidarios y detractores de la Fiesta nacional exponer ante sus señorías sus respectivas posiciones respecto a las corridas de toros. Con toda la buena fe, los partidarios de la Fiesta se esmeran en defender lo que consideran un gran valor de nuestra cultura, un arte sin igual, siempre respetada por todos las ideologías en toda España, incluidos por supuesto Cataluña y el architaurino País Vasco.

Lo siento por ellos y por la Fiesta, pero viendo las imágenes, su defensa me parece tan ilusoria como pudo ser la de Thomas Beckett, Giordano Bruno o Miguel Servet frente a sus enemigos y acusadores. O en los juicios dirigidos por el juez Freisler en Berlín o el fiscal Vishinsky en Moscú.

Esta especie de comisión general sobre la Fiesta de los Toros en Cataluña es una farsa tan evidente y obscena que hay que ser muy ingenuo para no irritarse con ella. Y muy bienpensante para, como defensor de la lidia, creer que su argumentación, por mucha probidad y raciocinio que contenga, vaya a tener influencia sobre la sentencia. La Fiesta taurina es española y es por eso por lo que ha de ser liquidada en Cataluña. Es la decisión de la cúpula del régimen nacionalista, no de centenares de miles de aficionados catalanes que la defienden y millones que, si no la siguen, para nada se sienten ofendidos por la tauromaquia. Son los amantes incondicionales de la butifarra, hecha con carne de un cerdo torturado en una cochiquera miserable durante su breve existencia de engorde antes de ser degollado entre terribles gritos del animal -por cierto también en un festejo-.

Esos que no tienen a los cerdos corriendo en libertad por una dehesa como sucede en Extremadura, sino en cajones insalubres en los que apenas ven la luz en su corta vida. Esos son los que claman contra una fiesta cultural única que hace posible la existencia del toro de lidia que vive en plenitud, gozo y libertad durante cinco años en el campo antes de morir siguiendo sus instintos.

Pero lo dicho, es sólo una farsa más. Peor es cuando se juzga la calidad o probidad identitaria de personas. O se establecen castigos ejemplarizantes por el mero hecho de utilizar la libertad que la Constitución nos debía otorgar a todos.

La Generalidad es la mano ejecutora y el Gobierno central, el cómplice que permite que se cometan continuos desafueros contra españoles en diferentes puntos de la geografía nacional. Especialmente donde gobierna Iznogud Montilla de Iznajar, cuya mujer ha sido tan sincera como para decir que manda a sus hijos al colegio alemán porque con una hora de catalán a sus niños les sobra. Y que lo importante son el inglés y el alemán. Los menos pudientes mientras han de tragarse todo el bachillerato en catalán y salen de allí con un español de comanche, incapaces de escribir una frase sin faltas de ortografía, en español y en catalán. Y quienes rotulan en español, perseguidos sin descanso.

Estaba claro desde que Rodríguez Zapatero nos expuso su convicción de que «la palabra está al servicio de la política» que la mentira, la tergiversación y la manipulación de las palabras se habrían de convertir en los fundamentos de la nueva cultura política a imponer en su nueva España.

Fue uno de los pocos conceptos con contenido expresados por el presidente en seis años. Aunque fuera venenoso. Ahora estamos ante la farsa perfectamente grotesca del «arrimar el hombro» y el «juntos lo arreglamos». Resulta que todos, la oposición y la ciudadanía, debemos asumir la responsabilidad de la catástrofe generada por el Gran Timonel y sus remeros tontilocos. Y si no lo hacemos, todos traidores. Hace dos años, para no ser traidores exigía que negáramos la crisis.

Cargaremos y sufriremos la crisis porque no nos queda más remedio. Pero la responsabilidad, ante nosotros y nuestros hijos, la tienen el gran farsante y sus secuaces. Cargará siempre con ella.
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Fotografías: archivo de redacción del Blog

El censo oficial de la Generalitat, cifra en seis millones de cabezas la cabaña porcina catalana. Fuentes no oficiales explican que podría haber hasta 10 millones.

El gran farsante y sus amigos

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