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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 30 de julio de 2013

¿UN NUEVO MESÍAS PARA RECUPERAR LA GRANDEZA? / Bardo de la Taurina y Leonardo Páez



"...Así, en vez de esperar el advenimiento de un nuevo autócrata de los ruedos que a un alto costo taurino pudiera desperezar el adormilado medio mexicano, mejor harían empresas y ganaderos en espabilarse, anteponer la bravura a la comodidad y propiciar, en serio, la competencia entre los buenos toreros sin relegar a ninguno, y de paso mandar a su casa a varios falsos mesías..."

El Bardo y Páez (Sin Tapujos)
¿UN NUEVO MESÍAS PARA RECUPERAR LA GRANDEZA?

Bardo de la Taurina:
Qué beisboleras suelen ser las conversaciones en el montículo en las que nos ponemos de acuerdo sobre qué tema abordar, y es que las ideas salen como línea recta directas al plato de la problemática al que yo llamo Metástasis Oncológica Taurina, y por andarle metiendo curvas, señales engañadoras y robos de bases, los abaniqueos están a la orden del día y los ponches obvio cada vez son más frecuentes.

Todo esto viene porque se ha caído en un juego sucio, lo cual en mucho se debe a que hace décadas no sale un jonronero que se vuele la barda y que con su fuerza haga sentir su poder, lo cual traducido al lenguaje de la taurómaca quiere decir que a esta fiesta ya no le basta con una novena de coletudos solventes sino que necesita de un mesías que imponga criterios nuevos, lo que sólo se logrará conjuntando idolatría y mando.

Sé que cuando usted esté leyendo esto le entrará la reversa en automático hasta llevarlo al dug-out o cueva en la que mora el inmortal mandón, el que sigue siendo tan grande y me atrevería a decir hasta indispensable que ni su nombre siquiera hay que mentar para saber de quién estamos hablando.Bueno, ese hombre al que le quedó corto el Cuerno de la Taurina tricolor tiene que reinventarse en forma de mesías para que sea él y si viene acompañado de otro mejor como lo fue el Gigante Pequeño, para que sean los que manden, los que jalen el tren, los que nos hagan sentir orgullosos de esta fiesta tan añeja y hoy tan carente de popularidad.

No hay de otra, se necesita de un ídolo o de un mandón que sea el que imponga condiciones y presencia y que no se le deje este rol a los señores de pantalones de franela ¿Por qué carajos en una fiesta donde un hombre se juega la vida, manda el que la usufructúa plácidamente desde el resguardo de un palco, de una barrera o apoltronado en la comodidad de un cheslón de cojinetes de pluma de pavorreal forradas de piel de león? No, las cosas se tienen que reacomodar, ¿y quién lo va a hacer?, pues ese mesías que traiga nuevos criterios progresistas a una fiesta adecuada a los tiempos modernos,sí, ¡pero digna!

Al llegar aquí es donde la puerca tuerce la cola o, más propio, el toro el rabo. Porque,¿dónde están esos toreros capaces de ofrendar su vida en aras de la dignidad, la grandeza y la gloria de este santo ritual que han escogido para transitar a la eternidad? Exijámosles (salvando las honrosas excepciones de los solventes que si los hay), ya a los que visten de luces su entrega total, dejemos de acariciarlos con el pétalo de una orejilla, dejemos de hacerles creer en romances cuando son incapaces de abrazar con pasión la profesión que supuestamente aman. O sino pa qué están en ella, ¿pa padrotearla? Si es así mejor váyanse al Cadillac, donde además nadie se ha muerto de una cogida, como sí han muerto toreros dignos.

Leonardo Páez:
Un escepticismo almidonado y una nostalgia emergente nos impiden reconocer que la fiesta fue secuestrada por los propios taurinos antes que por los antis. Atrapados en las fauces de una globalización asimétrica y ventajosa para una minoría empeñada en imponer su pensamiento al resto de la humanidad, algunos aficionados milagreros se preguntan si la fiesta de toros en México podría enderezar su extraviado rumbo con la aparición de un nuevo mandón, de un torero mesiánico, todopoderoso, carismático, dueño de una técnica modélica y de una personalidad referencial, capaz de poner orden en el caos en que taurinos multimillonarios tienen sumido el otrora bien posicionado, competitivo y apasionante espectáculo.

Se puede hablar de dos mandones contundentes, dictadores supremos en sus respectivos países: Joselito El Gallo, en España, y Manolo Martínez, en México, pues su voluntad, caprichos y arbitrariedades fueron acatados por empresas, ganaderos, toreros, crítica, autoridadesy públicos. Pero como dijera en 1912 un prestigiado cronista: “Rara vez se disfruta de un poder tiránico sin abusar de él”, por lo que junto al auge del espectáculo propiciado por estos genios caminaron las desviaciones de un rito cuya esencia es contraria al despotismo y a los monopolios.

Si nuestros mesías sexenales -mandones políticos con brújula pero sin imán-, no por esperados y reverenciados resultan menos desastrosos, ese implacable mangoneo taurino de ocho y 16 años de José y Manolo tuvo quedejar vicios difíciles de corregir, si no es que aún vigentes.

Por ello la historia, esa maestra impotente, nos recuerda que la tauromaquia es asamblea de sensibilidades, no escenario de megalómanos, y que cuando a los públicos se les brindan opciones atractivas de preferencia surgen los partidarismos, filias y fobias intensas para estimular o reprobar celos y sellos diversos, expresiones diferentes y confrontaciones auténticas delante de los toros, no de su aproximación.

Así, en vez de esperar el advenimiento de un nuevo autócrata de los ruedos que a un alto costo taurino pudiera desperezar el adormilado medio mexicano, mejor harían empresas y ganaderos en espabilarse, anteponer la bravura a la comodidad y propiciar, en serio, la competencia entre los buenos toreros sin relegar a ninguno, y de paso mandar a su casa a varios falsos mesías.

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