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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

viernes, 16 de agosto de 2013

Boni / Por Ignacio Ruiz Quintano




Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Mientras en El Cairo arrecia la primavera árabe (“las cosas de Egipto”, que decían los gitanos a George Borrow, don Jorgito el inglés, que les vendía las biblias), en Gijón un toro de Valdefresno corneaba a Rafael Perea Boni contra las tablas.

Boni no es supersticioso (“mi única superstición es no tener dinero en el Banco”), pero la víspera, en ese mismo lugar, un toro de La Quinta había corneado a Castaño, el nuevo Millán Astray del escalafón legionario.

Boni, para aviso de novicios, es el mejor torero de plata, después de haber sido el mejor torero de oro en Madrid, hasta que (por decirlo a lo Jurado) se nos rompió el valor de tanto usarlo.

Ser triunfador (a lo grande) de San Isidro y saber establecerse de subalterno con otra figura sólo está al alcance de gente muy inteligente, y Boni lo es de una manera desusada.

–En el diseño de España de los actuales gobernantes, no entran los toros –nos dijo una tarde en Guadalajara.

Por eso, cada vez que nos vemos (la última vez, en viaje de madrugada Burgos-Madrid), hablamos de boxeo, que no está mejor que el toreo: siempre somos los mismos.

En el boxeo, el noble arte que practica para mantener la forma física y soltar estrés, Boni es de Petia Petrov, el ruso (ligero y castizo) afincado en Vallecas, con quien hace guantes.

En el toreo, Boni todo lo aprendió de Antoñete, cuya pureza perdura hoy en la brega de ese capotillo suyo de seda con el que nos dejó los únicos apuntes taurinos habidos en el último San Isidro, feria terminal que ya anticipó para nuestra tauromaquia (la salvación está en Francia) el descubrimiento de la zoología china, en cuyos establecimientos hacen pasar a mastines tibetanos por leones africanos, como se quejan los visitantes “puristas” que oyen a los félidos ladrar como cánidos.

Uno tampoco es supersticioso, pero me ha sobrecogido la imagen de Boni, torerazo y amigo, gravemente herido, en brazos de Padilla, polifémico, por el callejón de El Bibio.

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