...Muerto está, que yo lo ví
CARTA A RICARDO GARCÍA "K-Hito
(Del libro "Manolete ya se ha muerto...)
Madrid, a 2 de septiembre de 1947
Señor don Ricardo García "K-Hito"
Caballero: Con extraordinaria avidez llevaba algunos días aguardando la llegada del martes para leer "Digame". Mi vehemente impaciencia tenía un fondo de emoción, y no se ha visto defraudada, sino confortada, satisfecha, cumplida.
Su información -como yo esperaba- de la tragedia de Linares forzosamente había de ser bella, sincera, emotiva, desinteresada; hondamente cordial, artística, humana.
he leído y conservo(y conservaré siempre) todos los periódicos y revistas publicados estos días. Pero yo pensaba: ¿Qué dirá K-Hito?... ¿Qué sentimiento verterá este hombre sobre las cuartillas?... Su suave y elegante humorismo, su fina y graciosa ironía, han de sentirse velados algún tiempo por este film siniestro y doloroso que a todos nos abruma.
Porque el público taurino de Madrid, de España, del mundo, sabe que K-Hito quería y admiraba a Manolete como anónimamente lo queríamos y admirábamos muchos millones de seres, esto es, viendo en él el artista genial y estoico y el hombre bueno, sencillo y generoso de su arte, de su fortuna y su poderío. Y pensamos: ¿Cómo sentirá K-Hito la tremenda desgracia, él, que tan caballerosamente, tan honestamente, gustó la satisfacción de ser amigo suyo? Porque a público no se le oculta, señor, quiénes son los caballeros de la pluma, casta, honrada, y quiénes tienen tarifa de adjetivos y panegíricos. Quiénes abrazan a los toreros con el corazón entristecido en las horas adversas -copartícipes de sus desaciertos- y quiénes son también los que hacen acto de presencia a la hora de la risa o del reparto.
Manolete, gran intuitivo y gran observador, conocía a los hombres, -valga el simil- como a los toros. Sabía quiénes podían colaborar en su triunfo con su amistad, con su afecto, con su admiración, y quiénes también podían herirle de una cornada de traición. Manolete sabía esto...y mucha gente también.
Yo soy aficionado a nuestra fiesta y leo entre líneas los periódicos. Y como yo mucha gente. Ya a la fruición, al deleite, al bienestar que experimento leyendo sus trabajos, sus juicios certeros, serenos, limpios de biliosas tendencias, me veo forzado a oponer esas ampulosas y falsas crónicas, desaforadas, hiperbólicas, que no tienen siquiera la habilidad de ocultar el móvil que las inspira.
Esta inmensa desgracia, caballero K-Hito, tiene la virtud de obligar a todos a hacer examen de conciencia. A pensar unos minutos cono el corazón, fijando la vista en el cuerpo yacente de Manolete. Algunos no podrán resistir la prueba; otros -usted uno de ellos- podrán sentir la satisfacción de tener autoridad para rezarle y para llorar por él sin miedo a ofenderlo.
Le acompaño en el sentimiento, señor; yo, que nada soy, lo quería, lo admiraba...y también rezo por gratitud, por los varios momentos en que su arte y su majestuosidad ante el peligro hicieron comprender a mi escepticismo que la Divinidad lanza a la vida estos hombres para ejemplo y elevación de nuestra sensibilidad y como acicate de las más nobles ambiciones humanas.
¡Que Dios lo haya perdonada! Y a usted, caballero escritor, honorable taurino, después de sumarme a su tremendo dolor, le envío mi más emocionada felicitación -aunque le parezca brutal paradoja- , porque usted no sentirá por las noches el resquemor de una mala conducta, de una depresiva atricción.
Ha muerto el Monstruo, feliz y cariñoso adjetivo debido a vuestro preclaro ingenio. Apodo que encierra el poema de vuestra lealtad y cariño al torero.
También mi más sentido pésame a Camará. ¡Cómo estará ese hombre! Odre, hermano, compañero y valedor del inmenso artista. Sírvale de consuelo el que hay mucha gente que lo admira y estima por su ardua labor, por su lucha esforzada y constante, por su hombría inteligente y viril al lado de siempre de quien no podía defenderse de tanta miseria, de tanta vileza como le rodeaba queriendo marchitar su gloria.
De los pobres que contaban cada día el dinero de Manolete, sin valorar lo que hacía, y lo que se jugaba...¡Miserables!
Perdón, señor, si la vehemencia de esta carta ruboriza y entristece vuestra natural sencillez; pero en estos días no acertaría a expresame en forma más serena y ponderada.
Acepte un afectuoso saludo de su anónimo admirador y amigo,
UNO CUALQUIERA.
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