Daniel Luque, en su primer toro en plaza de la La Malagueta
/ Fotografía García Santos/
Un desafío caricaturesco
- Los toros infumables de Fuente Ymbro protagonizaron el rotundo fracaso del primer desafío ganadero
Antonio Lorca / El País
Los aficionados malagueños han puesto en marcha una excelente idea, llamada desafío ganadero, y consistente en establecer una competencia entre los toros de Fuente Ymbro, lidiados ayer, y los de Victorino Martín, anunciados para hoy. Y el loable objetivo es revitalizar la alicaída suerte de picar, tan brillante y emocionante cuando la ejecuta según los cánones un picador torero a un toro bravo.
La primera sorpresa fue que los tendidos no se cubrieron ni la mitad para asistir a tan histórico acontecimiento, lo que viene a poner de relieve que la afición malagueña es cortita en número, algo tristemente habitual en otras plazas que como esta han brillado a lo largo de su historia. Pero son tantas decepciones ya, que no son pocos los que abandonan y dedican su tiempo a malgastar su dinero en el golf, que no es más barato, pero sí encierra menos preocupaciones.
Y algo peor: poco público y, en su mayoría, fiestero y con escaso conocimiento, pues hay que constatar cómo pide las orejas para faenas inexistentes, como ayer ocurrió con la de Daniel Luque a su primero, un toro reservón y soso, al que solo pudo enjaretar medios pases cargados de nadería. Insistente fue la presión sobre el usía, que hizo bien en mantener el pañuelo a buen recaudo y no dar pábulo a los triunfalistas.
Los promotores no contaron —no podían hacerlo por razones obvias— con el juego de los toros, y resultó que el ganadero envió a Málaga una corrida infumable, como si fuera de desecho de tienta, floja, mansa, descastada y sosísima, sin una gota de calidad en sus entrañas. Total, que la suerte de varas sufrió otro revés, descangallada como está después de tantos atropellos, tarde tras tarde, en tantas plazas de España y Francia. No hubo un solo toro que cubriera con algo de decencia tercio tan esperado, y a pesar de la compostura de los picadores y hasta de los caballos, —pues también los equinos pueden ser objeto de premio en este desafío— todo quedó en una lamentable caricatura, tan propia de la modernidad. Ni un solo toro acudió con presteza, ni empujó, ni metió los riñones… Todos a regañadientes, con la cara por las nubes y con ardientes deseos de quitarse el palo. Y los seis evidenciaron su falta de clase en la muleta. Lo normal… para un perro.
¿Y los matadores? Ay, los matadores…
No hubo oponentes, es verdad. No hubo toros para lo que exige la faena moderna, pero tampoco hubo toreros heroicos que supieran o quisieran sobreponerse a las adversas circunstancias para andar por la plaza con la dignidad requerida.
Salvador Vega no está ya para gestas. Quedan en su haber unas garbosas verónicas a su primero, y eso fue todo. No dijo más, sigue pareciendo un hombre de poco espíritu y son excesivas sus precauciones. Otra tarde sin historia la de este torero, llamado a ser una eterna promesa.
Se le vio triste a Iván Fandiño, como si tuviera la cabeza en otra plaza norteña de mayor prestigio. Lo intentó a su modo en el quinto y no consiguió ni cubrir el expediente. Además, lo mató de muy mala manera y su paso por esta feria ha sido anodino. Y Luque, voluntarioso, entró en quites por chicuelinas y gaoneras y lo intentó sin éxito.
En fin, gordo petardo ganadero para un desafío inexistente, loable empeño de un puñado de buenos aficionados que merece mejor suerte.
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