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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 15 de agosto de 2013

Morante, se quebraron las espigas / Por Álvaro R. del Moral



"...El torero y el hombre necesitarán aún de varias semanas para recuperar la forma. La temporada, tibiamente lanzada en su yema, se queda partida por la mitad en un momento delicado; muy delicado..."

Morante, se quebraron las espigas

Por Álvaro R. del Moral
Negro y plata de prodigios y sangre. 
Fue con el vestido de los prodigios -el rabo de Córdoba, el recital de Pontevedra-, ese negro y plata que se empapó de sangre en una tarde del segundo circuito sumergida en el nomadeo de agosto. La muleta en la izquierda y la espada en la diestra, dando toques en la testuz del animal para provocar una embestida que acabó haciendo carne. Morante estaba roto y se lo llevaban a puñados a la enfermería de la plaza de Huesca. Tres horas de operación, grandes destrozos musculares, traslado a Zaragoza para ponerse en manos de Val Carreres, que decretó una transfusión de sangre para refrescar las maltrechas cañerías del gran artista de La Puebla… El torero y el hombre necesitarán aún de varias semanas para recuperar la forma. La temporada, tibiamente lanzada en su yema, se queda partida por la mitad en un momento delicado; muy delicado.

Efectos colaterales del duro percance. 
Agosto y septiembre copan el mayor número de festejos de la temporada. Las ferias de las cosechas serpentean por las rutas del toro terminando de sentenciar el signo de esta extraña y correosa campaña a la vez que las ciudades y pueblos de España -con o sin la crisis- encienden los farolillos de sus fiestas. La cornada de Morante, vértice de la trinidad torera que aún mantiene cierto tirón en las taquillas, ha roto muchos planes y obligará a recomponer demasiados platos rotos con pegotes de pegamento imedio. Pero el desgarrón del cesto es ancho y hay pocos mimbres para recomponerlo. Daremos un repaso a las plazas en las que estaba anunciado en las próximas semanas: Morante tenía que torear el próximo domingo en la clausura de la temporada veraniega del Puerto de Santa María. Sin solución de continuidad le esperaban dos tardes, dos, en el trascendental fielato de Bilbao, incluyendo una excursión intercalada para refrescarse en Almería. De las arenas cenicientas del Bocho, al Mediterráneo luminoso de la Malagueta encabezando el cartel estrella del abono junto a El Juli y Manzanares. Sin tiempo para tomar aliento, nuevo cambio de mar para torear mano a mano con El Juli en Sanlúcar antes de subir de nuevo a las dos Castillas para peregrinar sucesivamente por los cosos plazas de Cuenca, Palencia y San Sebastián de los Reyes. 

La Goyesca sigue en el horizonte. 
Todas esas tardes se pueden dar ya por perdidas aplicando la lógica más elemental. Antonio Barrera, hombre de confianza del torero, ya ha advertido que la recuperación será “larga y costosa” después de asimilar el enorme susto. La cornada ha producido grandes destrozos en el muslo que necesitarán de la imprescindible rehabilitación para que la máquina vuelva a funcionar. En el límite del plazo razonable para la mínima puesta a punto del diestro de La Puebla aparecería ese mano a mano con Talavante en la plaza de Mérida en el que los empresarios José María Garzón y Nacho Moreno de Terry han trabajado mucho y bien. Pero la meta definitiva que ha hecho mirar todos los calendarios es la Goyesca de Ronda. Seis toros en solitario que se antojaban el cénit del mejor momento profesional y artístico del gran diestro cigarrero. ¿Estará listo Morante para subir las cumbres del Tajo del Guadalevín? Aún es muy pronto para saberlo aunque tiene por delante 23 días para conseguirlo. Nos vamos con prisas y es que el fin de semana taurino dio para para mucho más: un Ponce recredido y juvenil en Huesca, pechando en solitario con los seis moritos después del percance de Morante; un Cid indultando el toro de Clotilde Calvo en el Puerto; y un Fandiño en tablas con fuenteimbros sin fondo en su enésima encerrona en solitario en Bayona. Ah, y no podemos concluir este Observatorio sin enviar un abrazo a Gerardo Ortega. Los ganaderos no sufren las cornadas de sus toros pero las sienten como propias.
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