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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

viernes, 17 de junio de 2016

¿Todos somos María?





¿Todos somos María?

La imagen de la Virgen de Los Desamparados y la de Montserrat besándose, en el cartel de la marcha del Orgullo Gay de Valencia, tendrá esta tarde un “acto simbólico de desagravio” organizado por el arzobispado en la Plaza de la Virgen. En Actuall, Candela Sande opina que “si hubo un Je suis Charlie Hebdo, con más razón debe haber ahora un Je suis Maria”. La Conferencia Episcopal Española se sumó a la iniciativa con un comunicado en el que lamenta “un episodio más de una espiral” de ofensas a los sentimientos religiosos de los católicos. La provocación del cartel coincide con una escalada de la retórica política para hacer callar al arzobispo, por denunciar los abusos de poder cometidos en nombre de una ideología de género que muchos –creyentes y no creyentes– perciben que está convirtiéndose en una nueva religión de Estado en las democracias occidentales. El cardenal Antonio Cañizares se enfrenta a una petición de tres años de cárcel por un delito de “odio a los homosexuales”, presentada por una asociación LGTB, y que la Fiscalía ha aceptado al menos investigar. 
Javier Lozano, jefe de Redacción de Actuall, se pregunta en este artículo si, por impartir la doctrina de la Iglesia sobre la familia, se abrirán cárceles para encerrar al Papa y a los demás obispos. En Madrid, además, este jueves el oratorio de la Universidad Autónoma amaneció profanado con pintadas a favor del aborto y de una educación laica. 

La portavoz del Gobierno municipal, Rita Maestre, fue condenada recientemente por participar en un asalto similar a la capilla de la Universidad Complutense, en 2011. Madrid, Barcelona, Valencia, Navarra y otras ciudades y regiones con los llamados “gobiernos del cambio” –PSOE, Podemos y partidos nacionalistas y de la izquierda– están haciendo del acoso institucional a los católicos, y de la tolerancia o el fomento de las ofensas anti cristianas, una de sus señas de identidad. La inminencia de las elecciones ha exacerbado esta tendencia, en la idea, quizá certera, de que atacar a la iglesia aún da votos en España. Un sector de la sociedad, excitado por el sectarismo de sus políticos, ve una oportunidad histórica de expulsar a los católicos de la vida pública e instalar un Estado militante en el laicismo. La posibilidad de revivir la persecución religiosa no es solo una fantasía nostálgica hoy en España. (Con información de Actuall)

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