Alejandro Talavante, en Las Ventas, el 6 de junio de 2017. Carlos Rosillo
Los diestros consagrados huyen vergonzosamente
de los once hierros toristas de la feria.
Clamoroso ridículo de las figuras (incluido Morante) en San Isidro 2018
ANTONIO LORCA
El País, 11 MAR 2018
No ven más que la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el propio. No hacen más que criticar a los antitaurinos para ocultar su manifiesta irresponsabilidad, su desaforado egoísmo y su falta de compromiso con la fiesta de los toros. Es inaudito que no se les caiga la cara de vergüenza a todas las llamadas figuras del toreo moderno cuando se ven retratadas en los carteles de la Feria de San Isidro.
Solo dos excepciones (Paco Ureña y El Cid) confirman la regla de un selecto grupo de toreros consagrados que debieran dar un paso adelante para recuperar la emoción y el interés perdidos y, sin embargo, huyen despavoridos y se refugian en muy cómodos hierros ganaderos de los que la afición guarda demasiadas tardes aburridas y muy pocos gratos recuerdos. Y algo no menos grave: todas ellas, —las figuras—, pasan de puntillas por la feria más importante del mundo, —un trago cortito de dos corridas— y muy aliviadas, arropadas unas con otras, en las mejores fechas y más altos emolumentos. Bochorno total. Todas las figuras han quedado descalificadas; las que están y alguna ausente, caso de Morante de la Puebla.
¿Cómo un torero de su categoría y bien ganado reconocimiento puede eludir compromisos tan trascendentales como Sevilla y Madrid? ¿Le importa a Morante la fiesta? Si es así, bien que lo disimula. Ya solo falta la guinda: que, pasado San Isidro, José Tomás anuncie, como otros años, que torea en dos o tres plazas de escaso predicamento para hacer caja y mantener el mito. Sería una muy lastimosa tomadura de pelo.
La tauromaquia del siglo XXI, tan desprestigiada, perseguida y denostada, está necesitada de líderes heroicos y no de cobardes que solo se ponen flamencos ante animales enfermos de nobleza, falta de casta e invalidez.
¡Qué diferente sería la feria de San Isidro si El Juli celebrara sus 20 años de alternativa en un mano a mano con Ureña ante toros de Victorino! O que Manzanares, Ponce, Talavante y Perera, por ejemplo, se las vieran con ejemplares de Escolar, Miura o Baltasar Ibán. ¡Una quimera en estos tiempos…!
Y no solo ocurre con los veteranos. No. A dos jóvenes promesas —Roca Rey y Ginés Marín— les ha faltado tiempo para ingresar en el batallón de los cobardes.
Simón Casas (a la izquierda) y Rafael G. Garrido, presidente y director general de Plaza1.
Se salva de la quema —por los pelos, es la verdad— Paco Ureña, que se anuncia con victorinos, y destaca El Cid —un grande que quiere volver a ser lo que fue— que se la juega con toros de La Quinta y Adolfo Martín.
La feria es muy larga e insípida, con la única sorpresa de los hierros toristas
- La feria la componen 34 festejos (27 corridas, 3 espectáculos de rejoneo y 4 novilladas); comienza el 8 de mayo y finaliza el 10 de junio. Cinco toreros se anuncian tres tardes: Juan del Álamo, Román, Juan Bautista, Sebastián Castella y Paco Ureña; veinte diestros se anuncian dos tardes, y veintiocho, una. En total, 53 matadores se vestirán de luces en Madrid, más 9 novilleros y 11 rejoneadores. Y se lidiarán toros de 29 ganaderías, entre las que destacan once hierros toristas que engrandecen el ciclo ferial: La Quinta, Baltasar Ibán, Pedraza de Yeltes, Dolores Aguirre, Partido de Resina, José Escolar, Miura, Saltillo, Rehuelga, Adolfo Martín y Victorino Martín.
Por cierto, no está Diego Urdiales, un artista guadianesco, hondo y profundo, cuya ausencia deja en evidencia al empresario; ni Gonzalo Caballero. ¿Merece un puesto de honor un triunfador del año pasado o no? Tampoco aparece Juan Mora, un poeta excelso; ni los jóvenes Varea, Tomás Campos o los sevillanos Rafael Serna y Pablo Aguado.
¿Y qué calificativos merece la feria?
Larga, muy larga, carente de interés, insípida, con muchos carteles infumables, con otros soporíferos, sin un gesto, ni una gesta, ni un atisbo de innovación, vacía de sorpresa… Y muy acertada, sin duda, en la elección de las ganaderías toristas, aunque fracasen.
Simón Casas ha cubierto el expediente, pero no parece que su oferta pueda ilusionar a los aficionados. ¿Qué no es posible otra feria? ¡Cómo que no! Denuncien a los taurinos que se opongan a otros métodos de gestión. Sean transparentes. Arriésguense. Inventen. Innoven. Ilusionen.
La Feria de San Isidro de 2018 es un clon de la de años anteriores. ¿Para qué se ha cambiado de empresa? ¿Dónde están las dotes artísticas del autoproclamado gestor cultural?
No hay un solo cartel -valga la osadía- que entusiasme por su combinación de toros y toreros; es verdad que algunos embriagarán a ese público veleidoso que hoy compra la entrada y mañana te da la espalda porque la fiesta le importa un pimiento; no. Pero ninguno seducirá al aficionado sabio y exigente, cabal y constante, que está dispuesto a sufrir muchas tardes para ser feliz un día por un destello fugaz de un capotazo, un par de banderillas, un puyazo o un recorte.
¿Qué no es posible otra feria, señor empresario? Pues si no lo es, es que usted es muy malo o no manda ni en su casa.
En fin, que nadie se engañe: la Feria de San Isidro de 2018 es un puntillazo a la fiesta por culpa de un empresario simplemente avispado y tan conservador y rancio como los demás y unas figuras asustadizas y sin sentido del honor.
Otros toreros —muchos, sin méritos para ello— estarán siempre agradecidos por aparecer en los carteles; y soñarán con que suene la flauta, si es que les toca el euromillón y suena…
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