La falacia de la plurinacionalidad
La plurinacionalidad que ya ha asumido el PSOE como recurso para abordar el inmediato futuro, es una falacia. No hay ni en la historia ni en la realidad geopolítica de España nada que sea diferente a la de la práctica totalidad de los demás Estados europeos. Todos son el resultado de largos procesos de consolidación desde una estructura feudal, tribal en sus primitivos arranques, que ha terminado por constituirse en lo que son, fusionando países, paisajes y paisanajes, lenguas y culturas. Normandía, por ejemplo, en Francia es una región con una densidad histórica, cultural y política mucho más y mejor definida que la que pueda tener Cataluña en España. Baviera en Alemania o Lombardía en Italia seguirían a Normandía, o a Bretaña, o a Gascuña, o a Córcega, o a Cerdeña, en una lista a la que se tardaría en verle el final.
Andalucía, por su parte, como epicentro, pero entendida in extenso; es decir, considerando que Al-Andalus alcanzó incluso a Francia y, desde luego, comprendía Portugal; es la llave de lo que entendemos por Civilización Occidental, una y varia, con toda la diversidad que se quiera, pero esencialmente sostenida por unos principios y un “nervus rerum”, un nervio de las cosas, que identifican, sin lugar a dudas, una densa sustancia compartida. Es una lamentable desgracia, que muchos no comprendan que la felicidad y el bienestar residen en amar y fortalecer lo que nos une, respetando lo que nos diferencia en tanto en cuanto enriquece lo que nos une.
"LA IGNORANCIA DE LOS GOBERNADOS Y LA AMBICIÓN ENFERMIZA DE LOS GOBERNANTES, CONDUCIRÁN A UNA SITUACIÓN CAÓTICA"
Mal nos irá con unos políticos incapaces de asumir las conclusiones de la Historia, ignorantes del largo y accidentado cauce que conduce a la realidad de su propio hábitat y carentes de principios solidificados por el tiempo y la experiencia. La democracia no sirve para nada si no está hilada por la norma. Pierde su vigor y su razón de ser. Los poderes que emanan de su práctica han de ser ejercidos con cordura y lealtad porque, en cualquier otro caso precipitan hacia la confusión y el caos. La ignorancia de los gobernados, su incapacidad para defender su estatus y sus libertades, tan penosamente alcanzadas, y la ambición enfermiza y torpe de los gobernantes, nos conducirán, si no reaccionamos pronto, a una situación caótica irreversible. Y como asegura la Teoría del Caos (Poincaré, Lorenz):
“En los sistemas caóticos, diferencias muy pequeñas en las condiciones iniciales dan lugar a diferencias enormes en los resultados finales”.
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