"...El drama está servido una vez más. El problema es que, a este dato hay que añadirle otros doscientos chavales que actúan en los ruedos en calidad de novilleros sin caballos que, como todos, aspiran a un mundo mejor. Me cayeron las lágrimas el otro día cuando un chaval que toreaba sin caballos dijo que pensaba vivir como torero. La ilusión puede con todo..."
150 novilleros
Pla Ventura
He revisado el escalafón de los novilleros actuales y, por poco me da un síncope al ver que hay un escalafón de ciento cincuenta novilleros, cosa tan natural y lógica para cualquier aficionado y, la pregunta es la de siempre. ¿Qué futuro les espera a dichos chavales cuando tomen la alternativa si es que eso sucede alguna vez? El drama está servido una vez más. El problema es que, a este dato hay que añadirle otros doscientos chavales que actúan en los ruedos en calidad de novilleros sin caballos que, como todos, aspiran a un mundo mejor. Me cayeron las lágrimas el otro día cuando un chaval que toreaba sin caballos dijo que pensaba vivir como torero. La ilusión puede con todo.
De momento, para que nos hagamos una idea del drama que exponemos diremos que, de todos los chavales que se doctoraron el pasado año, apenas nadie ha toreado, salvo Isaac Fonseca que, dejándose matar todas las tardes, se aferró a la Copa Chenel y gracias a la misma, la que ganó, ello le ha dado un aliento importante, hasta el punto de que ha toreado unas pocas corridas y, sin duda, como premio se verá acartelado el doce de octubre en Madrid. Pero Dios quiera que no le pase lo que a Francisco de Manuel que, tras aquella apoteosis de Madrid en idéntica fecha del año pasado, apenas cuenta para nadie. Como siempre digo, un drama al más alto nivel.
Claro que, para que el dislate sea todavía mayor, tenemos censados en el escalafón de los matadores de toros casi ciento cincuenta hombres, todos ellos con su hatillo de ilusiones por triunfar en el mundo al que aman. Es cierto que, muchos tendrán que refugiarse en otros menesteres, en la obra, en las oficinas, ejerciendo su profesión al margen de los toros el que la tenga pero, aquello de vivir como torero, apliquemos la frase bíblica, muchos serán los llamados y muy pocos los elegidos. Real como la vida misma. Y, con semejante panorama, para colmo siguen quedando memos que lloran porque se marcha El Juli, cosa que dudo porque todo hace sospechar que el torero madrileño quiere cogerse un descanso temporal.
Me hice viejo observando el escalafón; es decir, con treinta años menos de los que tengo ahora, los diestros en activo siguen siendo los mismos a los que conocí hace seis lustros. Sobran las palabras. Es cierto que, como contaba, hay que hacer una criba porque todo el mundo no está capacitado para ser torero pero, en estos treinta años aludidos hemos conocido chavales de una capacidad inmensa para su profesión y, lo más se han tenido que hacerse banderilleros mientras que, otro grupo importante han tenido que ponerse a trabajar. Recordemos que, de los ciento cincuenta censados que han toreado alguna corrida, el noventa por ciento están obligados por el sistema a buscarse el pan por otros derroteros. Triste, ¿verdad?
Que nadie se engañe porque el caso de Emilio de Justo no sucede todos los días; es decir, estar batallando muchos años y que al final le sonría la suerte de vivir como un rey de su profesión, eso sucede muy a la larga. Octavio Chacón, contemporáneo del aludido, el pobre, aburrido, al final tendrá que desistir. Y de esa edad, la lista sería muy larga y todos han quedado en el camino. Y menos mal que, dentro de todos los males, se ha redimido en cierta medida a Pablo Aguado y Juan Ortega, dos toreros de arte que, peldaño a peldaño se van sosteniendo en el complicadísimo mundo de los toros. Al respecto de todo lo dicho, el último milagro que ha acaecido en la tauromaquia se llama Borja Jiménez puesto que, tras su apoteosis en Madrid todos confiamos que la darán cancha al año que viene. De momento nos ha ilusionado a todos, quiera Dios que los empresarios tengan la misma percepción que nosotros como aficionados.
Otra cosa sería que la fiesta fuera regida por comisiones al estilo de muchas plazas de Francia, Pamplona o Azpeitia, ferias en las que se busca la equidad por aquello de dar cabida a toreros humildes pero muy válidos y, lo que es mejor, en dichas plazas el que triunfa repite pero, en lo que es la organización empresarial, a los taurinos les sudan los cojones que triunfe un diestro o deje de hacerlo, se trata de satisfacer sus intereses y nada más. Por las razones expuestas, comprobar que siguen habiendo chavales que quieren ser toreros, me descubro ante todos ellos. Es cierto que, la fe mueve montañas pero, esa misma fe es la que llegado el momento, la montaña les sepulta cual alud inesperado.
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