Me viene a la mente el caso de Curro Díaz que, tras su paso por Madrid el domingo de Resurrección, tras una bella faena no coronada debidamente con la espada, a partir de ese momento le negaron el pan y la sal. ¿Qué pasó entonces? Está clarísimo. Le dejaron aparcado a la buena de Dios y, si te he visto no me acuerdo. Curro, que tiene una voluntad de hierro y un arte inmaculado, no se aburrió e hizo su travesía por el desierto en los pueblos, no quedaba otro camino.
El diestro de Linares triunfó en todas las corridas que le programaron y, llegó el dos de septiembre en Daimiel y se entretuvo en cortar cuatro orejas a los toros de Victorino Martín, como hizo lo propio previamente con dicha ganadería en Linares. Cuidado que estamos hablando de palabras mayores; hacer el toreo más bello del mundo frente a los toros de Galapagar, algo que tiene un valor añadido que tenemos que ponderar muchísimo. Y Curro Díaz lo logró.
Como sabemos, por varias causas, este año ha habido muchas sustituciones, razón por la que todos creíamos que, en algunas de las citadas, sería Curro Díaz el elegido especialmente en algunas ferias importantes. Pero no, el linarense seguía siendo ninguneado sin el menor argumento punible para ello. Cualquiera, en su lugar, hubiera desesperado porque, saberte artista, torero a carta cabal y que no cuenten contigo, eso debe ser desolador. Por el contrario, una vez más, Curro Díaz nos ha dado otra soberana lección al respecto de sus valores, de su convicción como torero puesto que, aquello de saberte artista debe de dar mucha seguridad y, lo que es mejor, sortear la adversidad sin el más mínimo rencor. Muy grande debe ser como persona para soportar la adversidad y no desfallecer; de que es un artista consumado lo saben hasta los que pasean por la Muralla China pero, a su vez, soportar el peso de la ingratitud ha sido su valor más emblemático.
Entre otras muchas ferias, se anunciaron las de Úbeda y Jaén, plazas en las que el artista de Linares había dejado su sello personal; no por ser cosos de su provincia, pero sí por las lecciones que había dictado en años anteriores en dichos recintos taurómacos. Y, la paradoja de la que yo antes citada no fue otra que, cosas del destino, sin estar anunciado en dichas ferias, gracias a los puestos que dejaron vacantes, los empresarios respectivos de Úbeda y Jaén, enmendando errores previos, contrataron a Curro Díaz. En Úbeda toreó la primera de sus corridas y le hizo un monumento al toreo, lo que obligó a la empresa para contratarle para el domingo siguiente en otra sustitución. Total, dos festejos, dos salidas en hombros habiendo dejado en el ruedo la estela de su arte. Gracias a Canal Sur pudimos ver la segunda de sus actuaciones para que quedáramos ahítos de placer con su toreo excelso.
Y llegó Jaén en el festejo en que Curro Díaz sustituyó a un torero vulgar donde los haya y, lo que es mejor, se enfrentaba Curro Díaz para ser el convidado de piedra en la tarde en la que se despedía Manuel Díaz El Cordobés y, para que la desdicha fuera todavía mayor, tenía a su lado a ese corre caminos llamado El Fandi que, gracias a sus piernas conecta con la gente de forma apabullante. Es cierto que, tras sus faenas, nadie recuerda en lo más mínimo a El Fandi porque, si de vulgaridad hablamos, el diestro granadino es el número uno.
Y fue ahí, entre tanto imponderable cuando Curro Díaz dictó dos magistrales lecciones de torería al más alto nivel, de forma muy concreta en su segundo enemigo en que el toreo se elevó al más alto pedestal por obra y gracia de este artista vapuleado por las empresas pero que, con su arte es capaz de reivindicarse año tras año. Como digo, Curro entró de telonero en dicho festejo y salió por la puerta grande en loor de multitud tras la borrachera de arte con la que inundó el coso jienense, un triunfo de clamor que, en el peor de los casos esperemos le sirva para el año venidero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario