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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 12 de octubre de 2023

1934. Los preparativos para la revolución socialista de octubre (1) / por Carlos Fernández Barallobre


Nota: Charla pronunciada por el autor en el Sporting Club Casino de La Coruña, dentro del ciclo de actividades organizadas por la Asociación Nacional de Victimas del Frente Popular, el día 18 de Enero de 2023. Al ser un texto amplio, gracias  a la generosidad de “El Español Digital” en publicarla, la he dividido en tres entregas para no cansar ni atosigar a los lectores. Muchas gracias


La Coruña, 11 Octubre 2023 
Ante la infecta, criminal, malvada, canallesca, mentirosa, llena de odio, de división entre unos españoles y otros; profanadora de cadáveres de héroes de nuestra historia; manchada con la sangre de las víctimas del terrorismo, a quienes desprecia, un auténtico fraude de ley, que ataca la unidad de España, la verdad, la libertad, la historia de nuestra Patria; que pretende por ley obligar a los españoles a pensar lo que quiere este gobierno corrupto, traidor, golpista y estulto y que incluso ataca de forma ignominiosa al patrimonio cultural, histórico y artístico de España, siendo su único y malévolo fin deslegitimar un régimen, el del Generalísimo Francisco Franco, que llevo a España a convertirse en la octava potencia industrial del mundo y de él que emanó la actual Jefatura del Estado, -no se olvide Majestad-, llamada, de forma burda y grosera, ley de “memoria democrática”, como si la memoria personal de cada uno estuviese sujeta a leyes, de la cual me declaro beligerante y desafiante, recientemente aprobada, una ley anticonstitucional, aberrante, soviética, que ataca la libertad personal, únicamente promulgada para mantener la falsa versión de la izquierda -por ello necesitan una ley que amenace y atosigue- para distorsionar, pues no pueden rebatir, la verdadera realidad histórica de España.

Es hora pues de combatirla con todos los medios a nuestro alcance, -sobre todo con palabras y hechos de los protagonistas- para deslegitimar así la gran mentira y farsa que hemos venido soportando en estos últimos treinta años, en que la izquierda más sectaria y revanchista, con la inestimable ayuda de la derecha cobarde, han fabricado una falsa historia de España, llena de mentiras, tergiversaciones, engaños y patrañas, hecha a su modo y antojo. Es hora de plantar cara a un partido y su líder, un psicópata traidor a España, que despreciando la voluntad de los españoles, se ha permitido intentar dar un golpe de estado, vulnerando la constitución, aprobada en referéndum por los españoles, con la ayuda de todos los enemigos de España, para perpetuarse en el poder y acabar de esa forma con España y su sagrada unidad.

Una de esas mentiras que hemos leído y escuchado, a través, sobre todo, de historiadores y pseudo historiadores, que abrazan sin descaro y con enorme falsedad, las consignas de la izquierda española más recalcitrante y montaraz, con intención de blanquear al partido más corrupto, ladrón, golpista y asesino de la historia de España, el PSOE, ayudado en muchos casos por otros historiadores, estos de derechas, vividores, tibios y cobardes, “galería de Charlatanes”, como muy bien los retrata en su excelente libro, Pio Moa, que la revolución del mes de octubre de 1934, contra el gobierno legalmente constituido de la II república, salido de las urnas de las elecciones del 19 de noviembre de 1933, en que triunfaron con enorme amplitud las candidaturas de derechas, fue realizada de forma espontánea por las izquierdas, debido a que tres miembros del partido, que había ganado las elecciones, la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), decidieron, tras casi un año de espera, entrar a formar parte del gobierno que presidiría el radical Alejandro Lerroux, formado el 4 de octubre de 1934, tras la caída de otro gobierno radical presidido por Ricardo Samper y apoyado también por la CEDA, que desde noviembre de 1933 había decidido no entrar a formar parte del gobierno con sus hombres. Como veremos aquello de la entrada de tres miembros de la CEDA en el gobierno, sería una mentirosa excusa.

Recordemos por un momento los resultados de aquellas elecciones, en que votaron por primera vez, a pesar de las presiones y la negativa de la izquierda, las mujeres. Las izquierdistas Margarita Nelken del PSOE y Victoria Kent de Izquierda Republicana, se habían opuesto furibundamente a otorgar el sufragio femenino, argumentando la falsa y peregrina idea de que la mayoría de las mujeres votarían por las derechas, debido a la influencia de sus maridos y del clero, lo que socavaría la República española. Por el contrario, Clara Campoamor, miembro del partido radical de Lerroux, -quien por cierto tuvo que huir del Madrid rojo, pues las milicias socialistas y comunistas la quisieron asesinar-, fue la más firme defensora del sufragio femenino, algo de lo que ahora se quieren apoderar socialistas mentirosas y malvadas como Carmen Calvo, Lola Delgado, la Marisu, la bibelot coruñesa o tipejas comunistas como Irene Montero, Belarra, Yolanda “nariz” Díaz, pam, pim y pom y otras tíorras y milicianas del montón.

1933. Elecciones. Votan por primera vez las mujeres.

En un congreso formado por 473 diputados, una auténtica barbaridad, otra más de aquella desdichada II república española, los partidos de derecha obtuvieron 198 diputados, de los cuales 115 eran de la CEDA, con su líder José María Gil Robles; 30 de los agrarios de Martínez de Velasco; 20 de la Comunión Tradicionalista del Conde de Rodezno; 14 de Renovación Española de Sotelo; 13 independientes de derecha de Ca Antonio Goicoechea y José Calvolderón y Matesanz; 4 monárquicos de derechas de José María Pemán; José Antonio Primo de Rivera, fundador de Falange Española, que iba en las candidaturas monárquicas por Cádiz, y otro del Partido Nacionalista Español, José María de Albiñana, mientras que los radicales y el centro obtuvieron 138 diputados. 102 de Partido Radical de Alejandro Lerroux; 17 del Partido Republicano Conservador de Miguel Maura; 9 de los liberal-demócratas de Melquiades Álvarez; 3 de los progresistas de Alcalá Zamora; 5 de los republicanos independientes de centro de Joaquín Chapaprieta, Iranzo y Manuel Rico Avello y 2 del Partido Republicano de Centro de Juan March. Por su parte las candidaturas regionalistas de derechas obtendrían 37 diputados repartidos en 11 del PNV; 24 de la Lliga Regionalista Catalana; uno de Partit Regionalista de Mallorca y otro por Independientes pro-Estatuto Estella.

Por su parte la izquierda, derrotada sin paliativos, vio reducida su representación a un centenar de parlamentarios: Por la izquierda marxista 63: 59 del PSOE de Largo Caballero y Prieto; uno del partido comunista, José Díaz y 3 de unión socialista de Cataluña de Comorera. Por Republicanos de Izquierda 13 diputados: 5 de Acción Republicana de Manuel Azaña; 4 del partido Republicano Demócrata Federal de Franchy; 3 del Partido Republicano Radical Socialista Independiente de Marcelino Domingo y uno del Partido Republicano Radical Socialista de Gordon Ordás. Por los separatistas de izquierdas 24: 17 de Esquerra Republicana de Cataluña de Francisco Maciá; 6 del Partido Republicano Gallego de Santiago Casares Quiroga y uno de Unión de Rabasaires de Josep Calvet.

José María Gil-Robles, líder de la CEDA:

El gran triunfador de las urnas había sido José María Gil-Robles y su partido la CEDA, Tenía por tanto, en un pretendido régimen democrático, pleno derecho y capacidad legal para exigir el poder y constituir, con él a la cabeza, un nuevo gobierno. Pero no lo hizo, renunciando a gobernar, al creer que presionando desde fuera del gobierno a su aliado el partido Radical de Lerroux, bastaría para calmar las ansias de venganza y revancha de las izquierdas perdedoras. La cobardía, el miedo, los complejos, el qué dirán, de la derecha española. ¿Les recuerda algo o alguien?

Alejandro Lerroux, jefe del Partido Radical.

¡Qué gran equivocación! pues los socialistas, comunistas y otros grupos de izquierda, entre ellos el partido del rencoroso Manuel Azaña, se envalentonarían ferozmente al tomar como debilidad y miedo su actitud, preparándose ya sin descanso, para asestar el gran golpe contra la ya moribunda II república española. Aquellos comicios de 1933 marcarían el fatídico y decisivo devenir de la II República española, pues los políticos y partidos de uno y otro signo, manifestaron ya con meridiana claridad sus auténticas posiciones, las que habían de conducir a la Nación a la primavera trágica de 1936 y posteriormente al alzamiento militar del verano y la guerra civil.

Niceto Alcalá-Zamora, presidente de la II república.

Pese a la claridad de la derrota, las izquierdas no aceptarían en absoluto el resultado de las elecciones, intentando por todos los medios, incluso golpistas, fraudulentos y violentos, revocar tal resultado. El presidente Alcalá-Zamora dejará para la posteridad escrito en sus memorias: 

«Nada menos que tres golpes de Estado se me aconsejaron en 20 días por las izquierdas republicanas, tras las elecciones de noviembre del 33. El primero a cargo de Juan Botella, que era ministro de Justicia, y miembro de Izquierda Radical Socialista, quien propuso la firma de un decreto anulando las elecciones hechas. Inmediatamente después me propuso Félix Gordón Ordás, ministro de Industria, miembro del partido radical socialista de Marcelino Domingo que yo disolviese las nuevas Cortes. Pocos días más tarde Azaña, Casares y Marcelino Domingo dirigieron a Martínez Barrio, presidente del Consejo, una carta de tenaz y fuerte apremio en la que el llamamiento tácito a la solidaridad masónica se transparentaba clarísimo». “La maniobra golpista de Azaña y sus compañeros fue la más peligrosa, pues presionaron reiteradamente para suspender la reunión de las Cortes salidas de las urnas, formar un Gobierno con los partidos de izquierda y organizar una nueva consulta electoral con garantía de triunfo de los derrotados. Tales actuaciones, completamente antidemocráticas, eran coherentes, en cambio, con su concepción despótica de base, señalada reiteradamente en estos artículos y sin la cual no se explica la conducta del político: «Una república para todos los españoles, pero gobernada por los republicanos», es decir, por los afines y amigos al propio Azaña, votase el pueblo lo que votase”.

En La Coruña se disputaron 17 escaños. Las derechas, vencedoras en votos, obtuvieron 8 diputados, frente a los también 8 de la segunda lista más votada, la formada por la coalición entre el Partido Republicano Gallego y el Partido Radical. El Partido Republicano Conservador obtuvo el escaño restante

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1933. Atentado anarquista contra el tren Barcelona-Sevilla
, en la localidad valenciana de Puzol.

El primer aldabonazo contra el gobierno de la II república, que presidia el grado 33 de la masonería, el sevillano Diego Martínez Barrio, que había convocado aquellas elecciones del 19 de noviembre y dimitiría el 16 de diciembre para dar paso a los vencedores de los comicios, la CEDA y los Radicales, lo protagonizó la organización anarquista CNT, que se había abstenido de ir a votar, replicando a las elecciones con una sangrienta insurrección, causando en varias provincias un elevado número de muertos, 89, en total, 25 de ellos al volar un puente tendido sobre un barranco en la localidad de Puzol (Valencia) logrando con ello, hacer descarrilar el expreso Barcelona-Sevilla, precipitándose al vacío varios de sus vagones, haciendo posteriormente explosión, muriendo como dijimos veinticinco pasajeros y quedando heridos cuarenta.

La insurrección se inició en Zaragoza el 8 de diciembre de 1933, el mismo día en que se reunían las nuevas Cortes republicanas tras la victoria electoral del centro-derecha del Partido Republicano Radical encabezado por Alejandro Lerroux y de la derecha católica de la CEDA, y una semana después, el 15 de diciembre, había sido completamente dominada por la intervención de las fuerzas de orden público y del ejército. Alejandro Lerroux tomaría posesión del gobierno, el día 16 de diciembre.

Manuel Rico Avello ministro de la gobernación

El 17 de enero de enero, el ministro de la gobernación Manuel Rico Avello, exponía en las Cortes un informe detallado sobre aquellos sucesos revolucionarios de la insurrección anarquista del pasado mes de diciembre. 

Se habían ocupado 933 pistolas y revólveres; 825 fusiles y escopetas; 2615 bombas de dinamita cargadas, muchas de ellas de gran potencia; 21000 cartuchos; 297 armas blancas, Más de 350 botellas de líquido inflamable; gran cantidad de dinamita; 2730 fulminantes y 2689 pistones para detonar. El balance de los siete días de la insurrección anarquista de diciembre, fue de 75 muertos y 101 heridos, entre los insurrectos, y 11 guardias civiles, 3 guardias de asalto muertos y 45 y 18 heridos, respectivamente, entre las fuerzas de orden público. 

A los implicados en la “revolución de diciembre”, como la llamaron algunos anarquistas, se les aplicó la recién aprobada Ley de Orden Público de 1933. El anarquista Buenaventura Durruti fue detenido en Barcelona en la tarde del 13 de diciembre de 1933. El gobierno republicano lo deportó como preso preventivo junto a otros anarcosindicalistas a Guinea Ecuatorial y Canarias.

Una vez vista la ingente documentación que se conoce en la actualidad, aquello de que la revolución de octubre de 1934 fue espontánea y tuvo su origen en la entrada en el gobierno de tres miembros de la CEDA (entre los que no figuraba, por cierto, el ganador de las elecciones José María Gil Robles), resulta un axioma falso de toda falsedad. Una enorme excusa mentirosa y engañosa, que los socialistas y las izquierdas fueron engrosando sin pausa durante casi once meses. La revolución de octubre de socialistas y separatistas catalanes, obedeció a una vasta conspiración y preparación que se remontó a la salida del gobierno de los tres ministros socialistas. Prieto, Largo Caballero y Fernando de los Ríos, del gobierno que presidia Manuel Azaña y que caería el 12 de septiembre de 1933. Los socialistas nunca lo aceptarían y desde ese instante conspirarían contra la II república. Curiosamente los miembros del PSOE no regresarían a otro gobierno hasta el 14 de septiembre de 1936, ya en plena guerra de liberación española, presidido por Francisco Largo Caballero.

1934. El destacado miembro del PSOE Amaro del Rosal.

El PSOE, sin duda, tomaría una posición extrema, al decidir, por medio de los dirigentes Francisco Largo Caballero e Indalecio Prieto Tuero, echarse al monte y abrazar sin reservas la causa comunista más rancia, revanchista y reaccionaria.

Sus intenciones para lograr tal fin, las dejó muy claras otro de los principales dirigentes marxistas del PSOE, Amaro del Rosal, quien afirmaría, a principios de 1934, tras una disputa con los partidarios de Julián Besteiro, lo que sigue: » Existe un espíritu revolucionario; existe un Ejército completamente desquiciado, hay una pequeña burguesía con incapacidad de gobernar, que está en descomposición. Tenemos un gobierno que no conoce la historia de España, que es el de menor capacidad, el de menor fuerza moral, el de menos resistencia. Por eso yo opino que ahora todo está propicio para ir por el camino de la revolución». Otra amenaza más ya la había formulado Indalecio Prieto, al anunciar solemnemente en las Cortes, aireando aquella burda mentira, que si la CEDA entraba en el Gobierno, “decimos desde aquí al país entero, que públicamente contrae el Partido Socialista el compromiso de desencadenar la revolución”

Sin duda una prueba palpable de que toda aquella operación de golpe de estado fue premeditada, se encuentra, a los pocos días de celebrarse aquellas elecciones, en una reunión conjunta de las ejecutivas, del Partido Socialista Obrero Español y la Unión General de Trabajadores, celebrada el día 25 de noviembre y a la que asistieron por parte del PSOE:

 Francisco Largo Caballero, Indalecio Prieto, Wenceslao Carrillo, Simeón Vidarte, Enrique de Francisco. Por la UGT: Julián Besteiro, Andrés Saborit, Trifón Gómez, entre otros. Según el acta levantada en aquella sesión y firmada por Enrique de Francisco y Trifón Gómez, Francisco Largo Caballero manifestó en la reunión “que el compromiso debía ser para realizar un movimiento revolucionario a fin de impedir el establecimiento de un régimen fascista en España.


Olvidaba Largo Caballero con estas palabras el resultado de las urnas, y al mismo tiempo se negaba a aceptar y a reconocer que ese triunfo de las derechas y radicales se había logrado, aplicando la ley de los vencidos, hecha a imagen y semejanza de los intereses de la izquierda y que además había presidido las elecciones desde la llegada al poder de la II república. Julián Besteiro, Francisco Largo Caballero e Indalecio Prieto, líderes socialistas.

Julián Besteiro, por su parte, con el apoyo de los dirigentes que controlaban a la UGT, se enfrentó con rudeza a los postulados de Prieto y Caballero y que empezaban a ser mayoritarios en el partido. Besteiro abogaba que si había que ir a algún movimiento tenía que ser para defender la democracia y la República. Desde luego, promover una sublevación de carácter socialista era un disparate por varios motivos. 
El primero, porque era una incoherencia reconocer que eran una minoría en España y, al mismo tiempo, proponer un golpe de fuerza. 
El segundo, porque para hacer una revolución antes había que acabar con la democracia interna en el partido y el sindicato; esto acarrearía convertir a ambos en organizaciones como las comunistas, que eran la negación del socialismo. 
El tercero, porque los resultados electorales no se habían producido por un rechazo de la República y de la democracia, sino de la permanencia de Azaña y los socialistas en el poder. Por todo, lo que había que hacer era esperar a ver qué política seguía el Gobierno y, desde luego, abandonar de inmediato la acusación ridícula, que no se creía nadie, de que Lerroux representaba al fascismo; de que todos eran fascistas.

Todo se tenía que relacionar con el fascismo, algo que no era nada más que un enorme engaño, un truco que los socialistas explotaron con absoluta conciencia de su falsedad. Demasiado sabían los dirigentes socialistas, y sus aliados, que en España no había arraigado el fascismo. Wenceslao Carrillo recordaría con posterioridad que los socialistas no debían hablar ni de una acción para implantar el socialismo, lo que habría de restarles bastantes ayudas, ni de defensa de la democracia por si con ellos se enfriaba el entusiasmo de sus seguidores: “Debe hablarse sólo de antifascismo, en lo que puede resumirse todo”. Esto, cambiando fascismo por franquismo ¿a quién le recuerda?

A Besteiro, que saldría perdedor de aquella reunión, sólo le quedó hacer una durísima advertencia a los vencedores. 

“Eso compañeros, está llevando a nuestras organizaciones a los molinos del comunismo”. “Por ese camino de locuras decimos a la clase trabajadora que se la lleva al desastre, a la ruina y en último caso se la lleva al deshonor, porque una clase trabajadora que se deja embaucar de esta manera (…) acaba de deshonrarse”

A aquella sensata posición de Julián Besteiro se opondrían con todas sus fuerzas el bolchevique Francisco Largo Caballero, conocido por su postura violenta y guerra civilista como “El Lenin español” y que dejaría para la posteridad manifestaciones como las siguientes: 

“En las elecciones de abril de 1931, los socialistas renunciaron a vengarse de sus enemigos y respetaron sus vidas y haciendas; que no esperen esa generosidad en nuestro próximo triunfo”. “La clase obrera debe adueñarse del Poder político, convencida de que la democracia es incompatible con el socialismo, y como el que tiene el poder no ha de entregarlo voluntariamente, por eso hay que ir a la revolución”. ”Hay que apoderarse del poder político; pero la revolución se hace violentamente; luchando y no con discursos”.

El otro, Indalecio Prieto, personaje de la peor condición pues como veremos, en ese año de 1934, de forma traicionera, proyectaría contra la II república, la cual le había dado la oportunidad de ser ministro, un golpe de estado sangriento conocido como la revolución de octubre. En 1938, al ver que la guerra la iba a ganar irremediablemente el ejército Nacional al mando de Franco, huyó a Sudamérica como embajador del Frente Popular, pasando de un país a otro. Establecido ya en Méjico se hizo cargo para sí del barco Vita, que llevaba un valiosísimo cargamento robado y expoliado, las más de las veces con sangre y muerte, del Banco de España, montes de piedad, cajas de seguridad, domicilios particulares, museos, iglesias, donde figuraban grandes cantidades de monedas de oro, joyas, piezas históricas y objetos de arte de valor incalculable.

1936. Camioneta marcada con el número 17 de la Dirección General de Seguridad en la que fue asesinado el líder del bloque Nacional José Calvo Sotelo.

Es más, no debe olvidarse que hombres de su confianza, sus escoltas personales, integrantes de su grupo paramilitar conocido como “La motorizada”, entre ellos el coruñés Luis Victoriano Cuenca, y el capitán de la Guardia Civil Fernando Condés Romero, -uno su guardaespaldas personal y el otro su gran amigo-, asesinaron, la madrugada del 13 de julio de 1936, de forma indigna, cobarde y alevosa, arrancándolo de su domicilio con engaños y trasladándolo, para mayor baldón, en una camioneta marcada con el número 17 de la Dirección General de Seguridad, al diputado líder del Bloque Nacional José Calvo Sotelo, lo que constituyó el detonante para ir unos días después a la guerra civil.

1936. Cadáver del diputado José Calvo Sotelo, asesinado por socialistas y fuerzas del orden.

Esos dos execrables y vituperables personajes lograron expulsar por medios delictivos y violentos de los puestos de poder y decisión del partido, a su compañero, Julián Besteiro Fernández, un socialista honrado y digno de todo respeto, que se opuso de forma drástica y tenaz al giro comunista de su partido y que acabaría colaborando con el coronel Segismundo Casado en el golpe de estado de primeros de marzo de 1939, contra el gobierno del socialista Juan Negrín y los comunistas, partidarios de alargar una guerra ya perdida, formando parte del Consejo de Defensa de Madrid, en calidad de ministro de Exteriores. Sería el único miembro de aquel consejo que, con una actitud gallarda y honesta, no abandonaría Madrid a la entrada, el día 28 marzo, de las Fuerzas Nacionales, sufriendo un consejo de guerra que lo condenaría de forma injusta a 30 años de reclusión y falleciendo en la cárcel de Carmona, víctima de una infección.

Largo Caballero y Prieto, dos socialistas vituperables.

Precisamente en su juicio, ante el tribunal de los Nacionales, que le juzgaba, Besteiro dejaría la clave de porqué fue posible la guerra civil: 

“Estamos derrotados por nuestras culpas (claro que hacer mías estas culpas es pura retórica). Estamos derrotados nacionalmente por habernos dejado arrastrar a la línea bolchevique, que es la aberración política más grande que han conocido, quizá, los siglos. La política internacional rusa, en manos de Stalin, y tal vez como reacción contra su estado de fracaso interior, se ha convertido en un crimen monstruoso que supera en mucho al terror y a las macabras concepciones de Dostoievski y de Tolstoi (Los hermanos Karamazov y El poder de las tinieblas). Un Himalaya de falsedades que la prensa bolchevizada ha depositado en las almas ingenuas el más espantoso terrorismo bolchevique. La reacción a este error de la República de dejarse arrastrar a la línea bolchevique la representaban genuinamente, sean cuales sean sus defectos, los nacionalistas, que se han batido en la gran cruzada anti-Komintern, acabando con aquella pesadilla.”

Prieto, Largo y otros dirigentes como Araquistain y Negrín, pusieron al PSOE, una vez más, fuera de la ley, con un radicalismo furibundamente marxista, montaraz, revanchista, odioso y sectario, en contra de los intereses de al menos la mitad de los españoles “que no se resignaban a morir”, pues todos aquellos compatriotas que no fuesen de su “cuerda” eran despreciados, anulados y maltratados por los socialistas con una autosuficiencia y altivez rayana en la soberbia. Por ello aceleraron al máximo, a partir de su derrota en las elecciones de ese año de 1933, los preparativos para realizar un movimiento revolucionario y subversivo que arrastrarse por los suelos y derrocase a la II república que ellos consideraban “burguesa”.
Fin Primera parte

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