"...El diestro de Espartinas mostró con los “victorinos” un arte inspirado, personal, agotador, que no agotado, y en continua búsqueda de una intensa verdad. Un toreo tan emocionante como rebosante de encanto. Si Borja Jiménez no se hace rico tras el apoteósico triunfo en Las Ventas de Madrid es que esta Fiesta nuestra continúa plagada de sinsentidos..."
El suceso de Madrid
Así lo entendí y así lo entendieron quienes acudieron a la plaza y reconocieron la actitud, el valor, el talento y la pureza de quien reivindicó en el ruedo su presente y su futuro sin alivios ni falsos planteamientos. Su compromiso con Madrid fue tan personal como auténtico. Tan valiente como conceptual. Porque lo que se propuso fue reinventar su tauromaquia desde los mismísimos límites del valor. Lo que se vio fue el toreo, y lo que se sintió fue emoción. Lo que Borja Jiménez hizo y dijo en el ruedo propagó su culminación a una gente que supo valorar el impacto.
Y es que el toreo es algo tan sencillo, tan profundo, atávico e inexplicable que cuando llega produce tal sobresalto de ánimo en quién lo ve, y lo siente, que enloquece. Provoca tal “pellizco” en los sentidos que trasciende el mero campo emotivo.
Borja hizo y dijo el toreo. Sinfonía de naturales y detalles toreros en unas formas adornadas con el brillo majestuoso de la verdad. Puede ser el sevillano verdaderamente profundo en ese saberse gustar, en ese pararse a calibrar los efectos de su propio concepto para avanzar en función de lo que él se plantea: hundirse en sus sentimientos artísticos dentro de una concepción estrictamente pura.
El diestro de Espartinas mostró con los “victorinos” un arte inspirado, personal, agotador, que no agotado, y en continua búsqueda de una intensa verdad. Un toreo tan emocionante como rebosante de encanto. Si Borja Jiménez no se hace rico tras el apoteósico triunfo en Las Ventas de Madrid es que esta Fiesta nuestra continúa plagada de sinsentidos.
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