La fiesta era para El Cordobés en su última tarde en la que su primer enemigo de Sancho Dávila se ha partido un pitón contra el burladero y, ahí ha muerto todo. Daba grima el espectáculo. El público quería que devolvieran al toro pero, de forma reglamentaria no cabía la petición. En su segundo, también devuelto por falta de fuerzas, ha salido un animalito de El Capea que ha permitido que El Cordobés hiciera lo más difícil del mundo, el destoreo, algo muy habitual en la carrera de este hombre pero que, para su suerte, le ha ido muy bien, algo que me alegro porque, calidad tiene poca, pero conecta con el graderío como nadie lo hace en el mundo. Eso, queramos o lo neguemos, no deja de ser un valor. Otra cosa es que nos guste a los aficionados. Su repertorio ha sido el de siempre. No ha engañado a nadie; toreo despegado, superficial y sin el menor atisbo de arte y, lo que es peor, tampoco emoción. Tras un pinchazo ha cobrado una estocada y le han dado una oreja de consolación. Eso sí, para que la parodia fuera total, allí estaba su padre, Manuel Benítez El Cordobés, el que se pasó cincuenta años negando la paternidad del muchacho. Mirémoslo por el lado bueno, más vale tarde que nunca. El Benítez le ha cortado la coleta a su hijo rodeado de multitud de aficionados.
Pese a todo, la tarde ha merecido la pena porque un torero, un artista cabal como pocos, como hiciera días pasados en Úbeda, nos ha cautivado en el día de hoy. Curro Díaz es otra dimensión, por eso decía lo de la afrenta al juntarle con esos vulgares diestros. En honor a la verdad, además de Curro Díaz, ha salido ganando el toreo, el arte, la esencia pura e inenarrable del maestro de Linares que, si con su primero de Sancho Dávila, ha dibujado momentos bellísimos con ambas manos, tras una monumental estocada ha cortado una oreja. Sin embargo, ha tenido que ser en su segundo cuando ha hecho una faena de las que tardaremos en olvidar. El toro del Parralejo ha querido ser el fiel colaborador para que Curro Díaz nos enardeciera con su toreo genial e inolvidable. Por ambos pitones nos ha estremecido puesto que, si los naturales han sido bellos, sus series con la diestra han sido de puro arrebato. Digamos que, hoy Curro Díaz nos ha invitado al banquete de su arte y eso no ocurre todos los días, que se lo pregunten a Paco Mora y él responderá. Más que las dos orejas y rabo, premio excesivo, me quedo con ese caudal de torería inolvidable; lo de las orejas se suele olvidar muy pronto pero, el arte vive eternamente en el corazón de los aficionados. Fijémonos que, Curro Díaz no ha toreado lo que merecía en esta temporada pero, para su suerte y la nuestra, con cuatro faenas monumentales nos ha saciado hasta el fondo de nuestro para que vivamos repletos de arte hasta el año venidero.
Cerraba el cartel El Fandi que, como se ha comprobado, es dueño y señor de sus facultades puesto que, tras casi cinco lustros como matador, sus piernas siguen siendo lo mejor de su persona porque, esa forma de correr en banderillas eso es patrimonio de él solo. En ambos enemigos ha derrochado ese carisma que le adorna su carrera; digamos que, lo de este hombre es un auténtico milagro porque de la vulgaridad ha hecho una forma de vida que, para colmo le han premiado. Dos orejas en su primero y dos y rabo en el que cerraba plaza. Si en este instante alguien se acuerda de tan grande éxito, que me lo diga para premiarle.
Eso sí, tras ver una vez más a Curro Díaz y comprobar la forma en la que se le ha tratado en los últimos años, siento asco por el mundo del toro. Lo digo porque, El Fandi, un trabajador infatigable lleva toreadas casi dos mil corridas de toros y, un artista de la dimensión del gran Curro Díaz, apenas es escuchado por nadie.
Sin duda alguna, si hubiera un atisbo de justicia, el año que viene Curro Díaz debería de abrir muchos carteles con las figuras, porque además de que les haría el favor de no lidiar el primer toro, si tuvieran decencia compartirían muchos carteles con él y, seguro que aprenderían de este torero singular, otra cosa muy distinta es que fueran capaces de emularle. Mejor que no lo intente nadie, es tarea inalcanzable.
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