Lo digo porque, dichos hombres abnegados pagados por las figuras, el domingo no aparecieron por Madrid porque se trataba de una corrida con tres “desgraciados” con muy pocas posibilidades de salir en hombros, por tanto, los profesionales del costaleo no estaban, mejor para Borja Jiménez porque, resultó apasionante que, cientos de muchachos se lanzaron al ruedo de forma espontánea, sin tener que pagar sueldo alguno Borja Jiménez, mientras les izaban a hombros en loor de multitud.
Los costaleros a los que me refiero son un grupo de ocho personajes que, con su actitud se ganan la vida en un sueldo mísero pero que, al parecer les puede más su afición que todo el trabajo que tienen que desempeñar sacando en hombros a la figura de turno tras su éxito en una determinada plaza.
Lo digo porque, solo es cuestión de fijarnos en las salidas a hombros de las figuras y, como quiera que las fotos les delaten, siempre son los mismos que, en realidad, mérito si tienen, tanto como afición y ganas para desplazarse por esas plazas de Dios por esos cincuenta míseros euros. Hasta ese extremo llega la farsa de las figuras porque, de no ser así, todos saldrían por su propio pie de las plazas porque, aficionados entusiasmados por la labor que han visto no hay ni uno solo capaz de, contagiado por la emoción saltar al ruedo para sacar en hombros al figura de turno.
Por dicha razón expongo este ensayo sobre el asunto referido porque, insisto, Borja Jiménez les desmontó el kiosco a todos porque, en Madrid, decenas de chicos, todos ellos contagiados por el éxito rotundo de Borjita, no dudaron en lanzarse al ruedo de forma masiva porque, al ídolo del instante, ese sí querían todos sacarle en hombros, como así ocurrió. Esa espontaneidad por parte de los aficionados es lo que nos emocionó tras el clamor que Borja había producido en el ruedo frente a sus tres ejemplares de Victorino Martín que, como dije, toros y torero dieron una tarde inolvidable.
Si todo fuera de verdad no hacen falta costaleros a sueldo pero, eso forma parte de la maldita parodia que supone que una figura del toreo se enfrente al toro aborregado, en ocasiones santificado en sus embestidas para el torero y, tras la estocada de rigor le den las dos orejas de sus enemigo. ¿Qué sucede? Como eso pasa muchas veces, para eso están al quite los costaleros previamente contratados para que la apoteosis parezca lo que no es. Se trata de otro signo de falsedad por parte de los toreros que, a ciencia cierta saben que, de motu propio, nadie saltaría al ruedo para, enfervorizado cargar con un torero a hombros que, como sucede siempre, los aficionados quedamos inertes ante lo que los diestros consideran una apoteosis que, para que lo parezca tienen que pagar. ¿Cabe falsedad más grande?
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