No me ha gustado
Ricardo Gallardo
Buena impresión de Juanito con los novillos de Fuente Ymbro,
que este año cerrará la Feria como si fuera Miura
José Ramón Márquez
Hoy tocaba la segunda comparecencia en la Feria de los Fuente Ymbro. Se estrenaron en el día de las controvertidas orejas de Perera, que tienen desde entonces al Presidente de aquella tarde, don Gonzalo de Villa Parro, sudando chorretones de tinta como Dirk Bogarde en “Muerte en Venecia”; hoy, a mitad del serial, esta novillada y luego última comparecencia para cerrar la Feria de San Isidro 2019, en el lugar que otros años suelen ocupar Victorino o Miura. Si a eso sumamos la novillada con la que se inició la temporada, en marzo, y otra que seguramente se programe en otoño, este año, el año del Ymbro, los Dombianos de Plaza 1 le habrán aliviado al señor don Ricardo Gallardo, propietario de la vacada, del oneroso peso de treinta toros, con lo que comen. Y nos congratulamos por la buena sintonía que habrá, seguramente, entre don Ricardo y don Domb, que treinta toros no es ninguna tontería, pero también nos da rabia ver en foto esos de Concha y Sierra que se lidian en Francia y ya nos gustaría que volviesen a Madrid los de la ce y la ese, y los Tulios, y los del Conde de la Corte, y los huérfanos del cura de Valverde, que mira tú la de ganaderías que hay…
Para esta comparecencia se trajeron de Cádiz seis novillos de óptima presentación, que crearon complicaciones a resolver por la terna. Ésta estaba compuesta por Juanito, de celeste y oro, Antonio Grande, natural de Salamanca, nuevo en esta Plaza y como tal vestido canónicamente de Primera Comunión y oro, y el mejicano Diego San Román, de lila y oro.
Como apuntábamos, los novillos se desdijeron de la impresión que puede derivarse de su jandillesco origen y sacaron cosas de las que gusta ver en los toros de lidia tales como la inteligencia, la imprevisibilidad y ¿por qué no? la mansedumbre. La verdad es que la variedad en una tarde viene con más frecuencia dada por las condiciones cambiantes de los toros y por sus diversos comportamientos que por la perruna sumisión a perseguir una tela encarnada sin ton ni son. En ese sentido, los Ymbro de hoy han hecho de todo: han perseguido a los peones hasta hacerles tomar el olivo, han roto capotes, han acudido con franqueza al cite de los piqueros, han tomado los engaños con sinceridad y han puesto a los toreros con los pies por alto; cada uno en su registro, han puesto encima de la arena de miga de Las Ventas problemas a solucionar así como condiciones para el lucimiento. Particularmente el primero, el segundo y el cuarto (Volante, número 86, Hostelero, número 155, y Laminado, número 136) han sido los más a favor de obra y le damos el premio “mansurrón del día” a Protestón, número 141, que salió el tercero.
Juanito dejó una buena impresión con el mejor lote. En su primero parece que quería colocarse bien, caer hacia adelante y salirse del sota, caballo y rey de tantas tardes, pero las gentes no se estaban fijando mucho en su labor y obtuvo un reconocimiento bastante magro, para uno que presenta unos argumentos que no van por los caminos trillados. El novillo no era ni mucho menos un carretón y tenía sus cuitas y Juanito, que hizo su faena en los medios, acaso no le dio al novillo la distancia que el animal pedía y eso, junto a la falta de remate de los muletazos no echó a rodar la faena, aunque la impresión que dejó el portugués en su primero fue buena. Al entrar a matar se tropezó, cayendo en la cara del novillo. Había dejado una estocada baja que, tras el susto, hubo de ser refrendada con un descabello.
En su segundo, de nuevo, volvió a dar la impresión de un novillero bastante cuajado. Antes había llevado el toro al caballo con un galleo por chicuelinas rematado con una revolera y Antonio Palomo había agarrado un buen primer puyazo. Le brindó el toro al ganadero y se fue a los medios a iniciar su labor con pases cambiados por la espalda para después componer una faena algo deslavazada en la que la nota más sobresaliente es la manera en que tira del toro, con una muy mandona muleta. El mejor momento de la faena es una serie con la derecha, y puede decirse que en este segundo refrenda la buena impresión que dejó en el primero. Finaliza su tarea con las ya imprescindibles bernardas y aprovecha que, mientras está buscando la igualada, el toro se le echa encima para cobrar una hábil estocada al paso, aunque de nuevo se hace preciso el uso de la cruceta para finalizar. Pueden repetirle cuando quieran.
La tarjeta de presentación de Antonio Grande fue a base de verónicas con la rodilla en tierra, luego hubo un quite por gaoneras de Diego San Román en las que aguantó impávidamente y una respuesta del salmantino por chicuelinas con el bonito remate de la media verónica de rodillas. En banderillas Manuel Izquierdo le hizo un oportunísimo y limpio quite a Javier Gómez Pascual, al que ya dábamos por cogido, o sea que ya puede convidarle a almorzar un día de estos. Luego Antonio Grande se plantó de rodillas en el tercio y allí citó al toro que estaba en el burladero del 9 y que acudió con tanta presteza y vigor que Grande se tuvo que echar cuerpo a tierra sin poder hacer el afarolado que pretendía. Una vez en pie, se vio la buena condición del novillo y las carencias de Antonio Grande, que siempre intentó dejar la muleta por delante y que recibió alguna inesperada colada. La impresión es que Antonio Grande, acaso poco placeado como para estar en Las Ventas, pretende enseñar todo lo que sabe hacer, hasta citar a recibir, cobrando un pinchazo, y luego un metisaca en el costado y una estocada entera. En su segundo refrenda esta impresión, pero las condiciones del toro no están a favor de la obra y los esfuerzos del muchacho por hacerse un lugar no llegaron a cobrar vuelo.
Diego San Román se llevó de Las Ventas una buena paliza. Cobró en el tercero y cobró en el sexto, afortunadamente sin otras consecuencias que el apaleamiento al que le sometieron los de Fuente Ymbro. Desde el principio se vio claramente la manera en que el primero apretaba hacia los terrenos de adentro y eso se fue exacerbando a medida que avanzaba la faena donde el animal ya cantó bien a las claras su condición de manso que embiste al trote. A despecho de las condiciones del novillo, San Román se pone a recitar su tema con la intención de torear en los medios y, en cuanto el novillo ve aquello en seguida se nota que no le interesa. Le medio sujeta en una serie y, al tercer muletazo, el novillo le engancha y le pone con los pies por alto. Luego el mejicano anduvo persiguiendo al novillo a ver si se ponían de acuerdo en un terreno y al final se medio entendieron entre el 9 y el 10, pero el tal Protestón en cuanto veía las tablas ya se olvidaba de todo, que él no quería lo otro. Puede decirse que San Román estaba dispuesto a no hacer ni caso a las condiciones del toro y fruto de eso fueron las bernardas finales. Después le receta una estocada baja soltando la muleta tras de la que sale de nuevo volteado en su segundo porrazo. A este toro le puso una buena vara Tito Sandoval y fue banderilleado con suficiencia y torería por Juan José Trujillo. El sexto fue otro toro complicado, de embestida descompuesta y Diego San Román se esfuerza en dejar su “aquí estoy yo” tratando de torear hacia adelante, sin echar cuentas de las intenciones del novillo hasta que este le echa mano y le tiene en el aire, pasándoselo de pitón a pitón, hasta que le deja caer: la tercera caída. No se amilana el torero que, sin mirarse, se vuelve a la cara del toro y continúa su porfía a base de redaños. El torero perfilado para matar con el toro pegado a tablas era una estampa de La Lidia. El resultado, una estocada entera soltando la muleta. Apetece volver a verle.
El rabo de Alí
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