Recreación gráfica de Ricardo Suárez
El cartel de la feria de Begoña de Gijón, más que inspirado en la producción pictórica de Ricardo Suárez, nos sirve para trazar algunas anécdotas enhebradas a la legendaria ganadería de Miura, uno de cuyos toros fue indultado el pasado sábado en la plaza de Utrera, qu según escribe Álvaro R. del Moral, "posiblemente, sea el primero y único que ha logrado volver vivo a los corrales gracias a su bravura en los más de 175 años de historia de la legendaria divisa".
La camada de 1989 fue especialmente larga en la ganadería de Miura. Aquel invierno aguardaban más de un centenar de toros de saca entre los que descollaba un precioso ejemplar de pelo sardo, girón, caribello, ojinegro y pitones acaramelados que fue fotografiado por Carlos Arévalo en un recordado reportaje firmado por Joaquín López del Ramo. Aquella pieza se publicó en el número 53 de la recordada –y efímera- revista Toros’92.
Hay que situarse en el invierno de 1989, hace más de 30 años, para ubicar ese trabajo periodístico titulado ‘Miura, fuego en la sangre’. La portada de la revista la ocupaban los hermanos Eduardo y Antonio Miura, montados a caballo y flanqueando a su padre, el recordado criador Eduardo Miura Fernández. Pero el reportaje quedaba marcado a fuego por la fotografía de aquel torazo de Miura que ocupaba, a modo de póster, dos páginas de la revista. Hay que recordar que aquella publicación –convertida en escuela- abrió un tiempo nuevo en el periodismo taurino. Fue el yunque en el que se forjaron nuevas firmas de la especialidad como Francisco Aguado, el muy añorado Fernando Carrasco o Carlos Ruiz Villasuso bajo la batuta de José Carlos Arévalo y José Antonio del Moral, que en aquellos años ya habían alumbrado al alimón algunos libros inolvidables. La redacción de Toros’92 estaba situada en la sevillana calle Abades.
En su primera –y más fructífera- etapa duró exacta y curiosamente 92 números. No alcanzó el mítico año que le dio nombre... Pero hay que volver a esa imagen que, de alguna manera, pertenece a la memoria de una generación de aficionados que ya apuntan –o rebasan- el medio siglo. La fotografía de ese impresionante animal también gravitaba en la memoria estética del artista plástico sevillano Ricardo Suárez, que la ha reinterpretado y reproducido en varias ocasiones, con distintas técnicas, para inmortalizar ese impresionante animal fotografiado en los cerrados de Zahariche hace más de tres décadas. Esa poderosa silueta había logrado hacerse célebre en los ‘mano a mano’ de Cajasol, convertida en la obra que la fundación entrega a los invitados de esas sesiones que suman a una figura del toreo con otra personalidad relevante de la cultura, el arte o la sociedad.
¿Plagio o inspiración?
¿Por qué hablamos de todo esto? En los últimos días se ha presentado el cartel de la notable feria de Begoña de Gijón, que presenta demasiadas analogías con la obra de Suárez. La obra que sirve para timbrar las combinaciones de toros y toreros del ciclo gijonés está firmada por Nöel Herrero y coloca al célebre toro de Miura con el fondo del llamado ‘Elogio del Horizonte’, la monumental escultura erigida por Eduardo Chillida en la ciudad asturiana en 1990.
Cuesta creer que Herrero conociera también la fotografía realizada por Carlos Arévalo en 1989. Pero aún cuesta más creer que haya podido interpretarla emulando la obra del creador sevillano. La verdad es que la particular grafía de Ricardo Suárez es más que patente en esta obra que debe la mayor parte de su impronta al imaginario del acreditado pintor de la Puerta Real. ¿Plagio o inspiración? El verdadero autor lo tiene claro...
Más cosas de la mítica ganadería
El caso es que el nombre de Miura nos lleva de la mano a la moderna plaza de Utrera. El pasado sábado, día acogió la lidia de una corrida de la mítica divisa que sirvió para que Manuel Escribano volviera a enfundarse el vestido de torear después del parón obligado por la grave cornada de San Isidro. El matador de Gerena no pudo tener mejor regreso. Indultó un toro que, posiblemente, sea el primero y único que ha logrado volver vivo a los corrales gracias a su bravura en los más de 175 años de historia de la legendaria divisa.
El investigador Luis Rufino Charlo, que ha buceado en la historia de la vacada a través de su reciente –y excelente- monografía no tiene constancia de ninguno. Pero la historia sí reserva una curiosa anécdota que merece la pena ser recordada. El toro indultado por Manuel Escribano se llamaba ‘Tahonero’ y, previsiblemente, volverá a los cerrados de Zahariche para padrear en la ganadería. Puede que sea el primer toro indultado marcado con el célebre hierro de la ‘A’ con asas. Pero no es el primer toro indultado en una plaza que padrea en la ganadería sevillana.
Hay que volver a retroceder en el tiempo para encontrar la historia de ‘Murciélago’, un ejemplar de Pérez de Laborda de casta navarra que logró el perdón de su vida el 5 de octubre de 1879 en la antigua plaza de Los Tejares de Córdoba. Lo había lidiado Lagartijo, que se lo regaló a Antonio Miura. Su simiente, po cierto, aportó el pelo colorado y los pitones veletos que, de cuando en cuando, aún asoman en las camadas.
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