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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 10 de junio de 2019

LAS VENTAS. Iban en serio… con los de Ibán / por Antolín Castro



Se enfrentaron a la corrida como si fuera de dulce, cuando lo normal sería haber pasaportado el encierro sin arriesgar ni un alamar. Dieron la cara y, desgraciadamente, Román hubo de pagarlo con una gran cornada de pronóstico muy grave. Seguramente la más fuerte de lo que va de feria.

Iban en serio… con los de Ibán

Dos diestros iban en serio con los toros de Baltasar Ibán. Ambos obtuvieron un trofeo; eso sí, por vías diferentes.

Curro Díaz lo consiguió por torear con inusitado preciosismo y verdad, mientras Román lo lograba a base de valor. Enfrente una corrida difícil y correosa de Baltasar Ibán, más un sobrero, más difícil todavía, de Montealto.

Se enfrentaron a la corrida como si fuera de dulce, cuando lo normal sería haber pasaportado el encierro sin arriesgar ni un alamar. Dieron la cara y, desgraciadamente, Román hubo de pagarlo con una gran cornada de pronóstico muy grave. Seguramente la más fuerte de lo que va de feria.

El momento de la tarde derivó en drama cuando Román clavó la espada en el toro tercero, quien había derribado al picador de forma espectacular, quien trajo por la calle de la amargura a la cuadrilla del valenciano en banderillas, derribando a El Sirio y enganchándole por la chaquetilla aunque sin más consecuencias. Allí se cortaba el aire con un cuchillo cuando Román cogió la muleta y le planteó al toro la lucha que supone el enfrentamiento del torero con el toro.

No era fácil, todo lo contrario, pero estaba dispuesto a ganar la pelea a base de valor, de verdad, y así fue arrancando muletazos que resultaban casi imposibles. La arboladura del astado volaba de lado a lado buscando la presa. Desafió todo Román hasta que el toro, que había sido vencido, se tomó la revancha corneándole en el muslo con saña tras sentir la espada. Treinta centímetros de pitón entraron en el muslo del valenciano que ya en el suelo era, y éramos, conscientes del cornalón que llevaba. El público premió con una oreja tan descomunal y sincera pelea.

Conmocionados todos la ‘fiesta’ tenía que continuar y continuó. Hacía falta un bálsamo, un antídoto, que liberara los tendidos de la angustia vivida. Eso no podía llegar de ninguna otra manera que por la vía del toreo bueno, de la elegancia, de los chispazos artísticos que a veces nos da el toreo. Por suerte el toro de Ibán que salió de chiqueros fue de otra condición mejor, aunque no tonto, y para completar el antídoto tocaba el turno al lineranse Curro Díaz. Todos tuvimos suerte con esa conjunción.

El de Linares, que se fue a la enfermería a brindar a su compañero herido, nos mostró su mejor cara hilvanando unas series templadas por el derecho que vinieron a calmar los ánimos de los presentes. La forma elegante de estar con el toro nos devolvió la fe en el arte de torear. Un estoconazo y una oreja, ésta sí, que pudo pasear su poseedor y disfrutarla todos en la vuelta al ruedo. Todavía le quedaron a Curro arrestos para estar valiente en el que hubo de matar por su compañero herido. Hizo el esfuerzo como si se transfigurara en el propio Román para echarle todo el valor en su homenaje. Ante el mal estilo del toro fue capaz de jugarse todo citando y toreando de frente. No pudo haber premio, pero mostró su capacidad y compromiso con la papeleta.

Pepe Moral discreto toda la tarde con capote y muleta, aunque tuvo el toro más potable, pasó como de puntillas, pero fatal con los aceros. Podrá redimirse el próximo viernes con los de Fuente Ymbro.

Una corrida mansa y complicada sí, imposible incluso para el tercio de banderillas, pero que nos ha permitido finalmente ver las dos caras del toreo. Gracias a la actitud de Román y Curro Díaz se pudo salvar una tarde que tenía pinta de marcharse vacía.

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