"Tahonero", el Miura recientemente indultado por Manuel Escribano en Utrera
Puestos a sentir en tiempos de mansedumbre, de masa sin trapío yendo al trapo de la progresía para dejar ser apuntilladas en vida, sintámonos el más bravo y noble de los animales. Un Miura que no se achanta ante la locura animalista, que lanza derrotes hacia la ideología de género hembrista, a la politización de la cultura, un Miura que, al alimón con el toro de Osborne, se yergue en paradigma de la defensa de la unidad de España.
Sentirse un Miura
El Manifiesto.com / 28 de junio de 2019
Estamos en un momento de nuestra historia tan decadente, no sólo en lo político, económico o institucional, sino también en el pilar básico de toda civilización: el aparato social. Y es que cuando un grupo de energúmenos, pues no tienen otro nombre, intentan imponer su malpensante ideología a la sociedad —el “todo vale”—, uno va descubriendo en su camino sus cada vez más descabelladas maneras de ser, actuar y sentir.
Puestos a sentir, hoy, como todo vale, cualquiera es libre de sentirse aquello que desea, bien porque así se siente en su fuero interno, bien por tocar los cojones al resto de mortales. No crean ustedes que me invento nada. Hace poco teníamos noticia de un británico que se dice sentir cachorro de dálmata. Y no queda ahí la cosa sino que pide ser reconocido como el primer hombre transespecie. Un perro de hombre que camina a cuatro patas, come pienso, duerme en una caseta y hasta ladra cuando se enfada. ¡Hay gente pa tó!, que de Ortega y Gasset diría Rafael el Gallo cuando aquel dijo que se dedicaba a la filosofía.
Pero esta locura no es una novedad: lo que si puede serlo es la locura colectiva que nos están imponiendo, la cual, no tardando, va a revertir lo que antes se consideraba una enfermedad psiquiátrica normal y corriente.
Pues bien, desde hoy y ante el respetado público que lee estas líneas, la doblepensante resistencia ante una sociedad totalitaria, renunciemos a nuestro estatus de ser humano y sintámonos un Miura. Pero no el Lamborghini deportivo símbolo de la neoburguesía, no, sino toro bravo del encaste único criado en Zahariche tan temido y admirado por todos. Quizás así comenzaríamos a ser defendidos por el Reich animalista cuando lo último que necesitaríamos sería su protección, pues el Miura se crece, bravo y valiente, frente al castigo, es rey de reyes en el mejor de los reinos, la dehesa, y también capitán general de su harén si se hace con el preciado indulto al que, cualquier toro bravo, tiene acceso siempre y cuando se demuestre su bravura y nobleza. Tal fue el caso de Tahonero, indultado por Manuel Escribano el pasado 22 de junio en Utrera.
Puestos a sentir en tiempos de mansedumbre, de masa sin trapío yendo al trapo de la progresía para dejar ser apuntilladas en vida, sintámonos el más bravo y noble de los animales. Un Miura que no se achanta ante la locura animalista, que lanza derrotes hacia la ideología de género hembrista, a la politización de la cultura, un Miura que, al alimón con el toro de Osborne, se yergue en paradigma de la defensa de la unidad de España.
Ser o no ser… decía Shakespeare en Hamlet. Hoy día, puestos a ser, quedémonos con ser Miuras… o nada.
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