El 14 de Mayo de 1959 confirmó en Madrid de manos de un cartel de lujo.
Recuerdo ese día con mucha alegría, fue un cartel de lujo con Julio Aparicio de padrino y Antonio Ordóñez de testigo. Supuso ver cumplido mis sueños de toda la vida en una familia de cuatro generaciones de toreros. Veía mi sueño de ser refrendado en Madrid como matador de toros.
Hablamos con Victoriano Valencia
Por JAIME
Patrimonio Taurino·19 MAYO, 2020
Seguimos aprendiendo de la mano de las grandes leyendas de la tauromaquia. En estos duros momentos que vivimos por el Coronavirus aprendemos de la mano de los protagonistas de este arte. Hoy hablamos con Victoriano Valencia, gran torero que escribió su inolvidable historia taurina en la época más competitiva de la tauromaquia. Torero de saga familiar, dejó grandes faenas como su inmortalizada faena a Carpeto de Palha. También luce como apoderado de grandes nombres de nuestra historia.
¿Cómo lleva el confinamiento, maestro?
Con resignación, como todos los españoles. Lo vivo con mucha nostalgia de todo lo que nos rodea en la vida cotidiana: amistades, actividades y, sobre todo, de la posibilidad de acudir a las plazas de toros a ver nuestra afición principal que es la tauromaquia. Todo eso se echa de menos pero uno reconoce que es en beneficio de España y los españoles, todos debemos sacrificarnos para que pase esta mala racha. No queda más que rezar y esperar.
¿Cómo se asume este encierro cuando uno está acostumbrado a viajar tanto como es su caso?
Con mucha resignación y nostalgia. Viendo muchas corridas de toros pasadas, festejos que te recuerdan cosas porque tú lo has presenciado. Cuando llevas tantos años como yo, 70 años, se añora mucho pero con la esperanza de que todo vuelva a su ser y que la fiesta vuelva a relucir con la fuerza que siempre tuvo.
El maestro nos alegra al hablarnos de su salud en unos momentos tan duros.
Gracias a Dios este virus tan canallesco me ha respetado a mí y a mi familia. Estamos en la finca de Enrique, en Navas de San Juan, disfrutando del clima y del sol de nuestra maravillosa Andalucía pero añorando muchas cosas que uno ha vivido y es difícil volver a vivir. Tengo la esperanza de que esto se arregle y poder volver a las plazas con nuestra alegría.
El 14 de Mayo de 1959 confirmó en Madrid de manos de un cartel de lujo.
Recuerdo ese día con mucha alegría, fue un cartel de lujo con Julio Aparicio de padrino y Antonio Ordóñez de testigo. Supuso ver cumplido mis sueños de toda la vida en una familia de cuatro generaciones de toreros. Veía mi sueño de ser refrendado en Madrid como matador de toros.
Un sueño, el de ser matador, al que su padre puso una “condición”.
Él siempre quiso que yo tuviera una carrera y por eso me trasladé desde Barcelona, dónde vivía con mis padres, a Salamanca para poder compaginar el toreo con ese sueño de mis padres de que yo tuviera una carrera.
El toreo fue el gran estímulo para sacarse la carrera.
Así es, mi sueño era ser matador pero mi padre, con muy buen criterio, quería que yo tuviera una formación cultural y que tuviera una profesión. Elegí Derecho, estudié en Salamanca, y lo pasé divinamente con el ambiente de Salamanca que era maravilloso. El claustro fue fenomenal y tengo un enorme recuerdo de mis compañeros, con los que mantengo una gran amistad.
Al mismo tiempo me estaba dando el gusto que era cumplir mi sueño, ser matador de toros.
¿Llego a ejercer como abogado?
No, afortunadamente para la sociedad (risas). Fui muchos años presidente de la Unión de Matadores y puse todos mis conocimientos a servicio de mis compañeros pero profesionalmente nunca lo ejercí.
Seguro que sus contratos y de sus poderdantes como Enrique Ponce estaban bien mirados.
Desde luego (risas) ésa era mi obligación como apoderado y como técnico. Afortunadamente a Enrique ha habido que ayudarle poco porque ha sido un privilegiado de la profesión, un superclase que ha batido todos los récords del toreo: corridas, alternativas concedidas, toros indultados… Todo con la admiración de los aficionados.
El maestro nos relata una carrera que ahora se vería corta, 14 años, pero llena de satisfacciones.
A mí me hubiera gustado que durase más pero pude disfrutar de esta profesión con actuaciones inolvidables según dijeron en las críticas taurinas de la época. Todo eso te hace recordarlo ahora y te ayuda a vivir.
Usted compitió en la época más dura del toreo por el nivel tan alto de sus compañeros de escalafón.
Todos eran Miuras. Tomé la alternativa de manos de Antonio Bienvenida y testigo Antonio Ordóñez con una promesa que me hizo Balañá al que le pedí que fuera un cartel de figuras porque es el cartel que recuerdas toda tu vida. Recuerdo a aquel hombre, con ese acento catalán tan personal que le caracterizaba me dijo “Te hago un cartel de figuras pero de figuras de verdad, no de Belén”. Lo cumplió porque el 27 de Julio de 1958, en Barcelona que era donde yo había vivido y había empezado a sentir los deseos de ser torero, tuve la satisfacción de tomar la alternativa con ese cartel. Eran tres dinastías que se reunían en el ruedo, eso fue una gran felicidad.
Ese cartel ya le dejaba claro lo duro del escalafón al que llegaba.
Desde luego. Al lado de esas figuras surgió El Cordobés, Jaime Ostos, Diego Puerta, Paco Camino, El Viti, Dámaso Gómez… En aquellos momentos había una pleyade de figuras en la que era muy difícil sobresalir pero ahí estuvimos, en la lucha, y dejando algunas faenas para el recuerdo de los aficionados.
Con esos fieras, su cartel ahí quedó y su condición de figura.
Era muy difícil competir porque no te dejaban ni la mínima oportunidad de destacar por encima de ellos. Todos tenían virtudes fenomenales, eran de estilos muy diferentes con lo que era más difícil competir pero ahí estuve 14 temporada en el candelero, años de felicidad y recuerdos fantásticos que han quedado para mi historia.
¿La competencia era tan feroz?
Sí, eran toreros de gran clase, se arrimaban como leones y el toro, que era más chico que el actual, se movía a una velocidad tremenda. La sensación de peligro la da la movilidad y ese toro tenía mucha.
¿Por qué cree que ahora hay menos afición, o eso parece, que en esa época?
No creo que haya menos. La prueba la tienes en que las plazas se llenan. El público necesita a su ídolo, a su líder a quién seguir, del que discutir en las tertulias taurinas que tan bonitas son. Eso sí se ha perdido, las tertulias y la reunión de aficionados. A la plaza sí va la gente porque el año pasado se han llenado las mayorías de las ferias y han disfrutado de figuras nuevas, esa renovación es lo que hace más atractiva a la fiesta.
¿Qué toro es el que más recuerda de su carrera?
El que tuvo más trascendencia fue el de mi despedida en Madrid de novillero. Un animal de nombre Carpeto de la ganadería de Palha, al que no corté oreja por pinchar como me ocurrió mucho en mi carrera. No era mi fuerte la suerte de matar. Dejé un recuerdo con ese novillo hasta el punto de que me sigo encontrando con aficionados que me recuerdan esa faena. Eso te llena de orgullo.
¿La espada le restó muchos contratos?
Muchos porque era muy malo. No llegué nunca a coger el aire a la espada pese a ser sobrino de Valencia I que era un estilista con ella. Yo creo que era porque cuando toreaba a un toro bien le apuraba hasta el último pase y eso me dificultó a que me ayudara el toro a la hora de matar. Como me pasaba de faena el toro se reservaba más que ayudarme a la hora de matar. Aún así me llevo, a decir por los buenos aficionados, faenas memorables e históricas.
¿El alargar las faenas era por mero disfrute toreando?
Sí. para mí era una gran satisfacción sacarle un pase más al animal. Eso es igual que cuando estás en el campo y no quieres dejar a la becerra buscando sacarle un pase más. A la larga es malo porque el toro debe tener en el cuerpo cuatro o cinco pases que te ayuden a entrar a matar.
¿Por qué tomó la decisión de dejar los toros?
Tenía novia y le había prometido a mi Paloma que me casaría cuando me retirara y lo hice. Cumplí 40 años, ella tenía 20 y no podía alargar más el tema. Cambié la muleta por el matrimonio que también hay que lidiar lo suyo (risas).
Desde luego. ¿En qué momento toma la decisión de apoderar?
Rápidamente, no podía estar sin el toro. Tenía a un gran amigo, figurón del toreo en lo suyo, Julio Pérez Vito y me aconsejó que apoderase y lo hice con Manili. Después apoderé a Julio Robles que fue una maravilla de torero y de compañero, apoderé a Ortega Cano, otro figurón del toreo, apoderé a Juli cuando empezó de niño, sin picadores, de novillero y de matador. Me he llevado muchas satisfacciones en el plano del apoderamiento porque lo vives mucho. Cuando tu matador corta una oreja piensas que dos o tres pelillos de la misma te corresponden.
¿Notó mucho cambio en los empresarios?
Entonces había mayor número de empresarios, cada plaza tenía el suyo. El trato era más diverso porque si no te contrataba uno lo hacía el de otra plaza. Ahora los empresarios tienen las plazas en un número más reducido y eso hace más difícil todo. Ahora entras o no entras en el juego.
¿Es difícil adaptarse a este cambio?
Sí pero la afición lo puede todo. Cuando el toro sale a la plaza pone a cada uno en su sitio y eso es lo importante.
¿Cómo ha cambiado el toro en estos años?
El toro de hoy es un toro de gran presencia, más grande que nunca, con más volumen y está embistiendo mejor que nunca. Los ganaderos se esmeran más en su selección y salen toros de bandera. Eso sí, son casi el doble del que yo mataba en mi época.
¿Qué debe hacer el toreo para adaptarse a los tiempos que vienen?
Dar muchas tardes de triunfo al aficionado. Eso permite que el aficionado lo cante, lo cuente, que de envidia a sus amigos. Eso crea nuevos aficionados y ayuda a que la fiesta siga adelante, es la más maravillosa de las fiestas.
Para acabar hablamos de su poderdante actual, Enrique Ponce.
Le conocí ya de matador de toros, después vino el noviazgo con mi hija Paloma y luego le apoderé tras dejar a Ortega y Juli. Me ha dado un montón de años de máxima felicidad porque reunir todas las condiciones que reúne en un solo torero es muy difícil. El saborear eso, el tenerlo tan cerca me ha llenado.
¿Cómo separar la faceta de apoderado de suegro? Tocará discutir temas profesionales y el parentesco no se va.
Risas. Una cosa es la fascinación por un artista y otra es el amor a un hijo. El cambio de impresiones siempre es necesario porque el apoderado tiene más experiencia en esto, lleva más años. Hay que saber a quién aconsejas y cómo y, sobre todo, saber que hay personas que ya nacen sabiendo como es el caso de Enrique. Ahí es muy difícil encontrar algo que le puedas corregir.
¿Es el torero más inteligente que ha conocido?
Sí, indiscutiblemente. Entre las muchas virtudes que tiene está la de ver al toro rápido, saber acomodarse a las condiciones del mismo, ahí está su número de toros indultados y orejas cortadas.
Comparten la misma afición a apurar los animales hasta el final. El maestro no es partidario del reloj como ha declarado más de una vez.
También, también compartimos eso (risas) pero siempre en beneficio de la afición.
Para acabar, ¿su carrera en el toro está siendo muy feliz?
Sí, como matador y como apoderado. De todos los toreros que he apoderado he seguido siendo amigo después de haber administrado su vida profesional y económica. Con todos mantengo una amistad entrañable. A Julio Robles, que ya se nos fue, le recuerdo con tanto cariño que sigo pensando que vive en mi vida actual.
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