Abuelo y padre bendecidos por la clemencia cesariana, que nunca conduce a sus beneficiarios a la gratitud, sino al odio y al puñal, al veneno del rencor y al salivazo sobre la tumba de quien otorgó el perdón.
Nieto de chekista, hijo de terrorista
Eduardo García Serrano
El Correo de España / Madrid, 29 Mayo 2020
Si fuera una mujer cuya abuela fuese la célebre Bernarda y su madre La Tacones, el refrán de su libro de familia sería “Puta la madre, puta la hija, puta la manta que las cobija”. Certero y sabio ripio popular, en cualquier caso, demasiado noble para el desalmado de incipiente giba sobre la que carga con los crímenes de su linaje y de su estirpe.
Nieto de chekista, hijo de terrorista. Abuelo y padre bendecidos por la clemencia cesariana, que nunca conduce a sus beneficiarios a la gratitud, sino al odio y al puñal, al veneno del rencor y al salivazo sobre la tumba de quien otorgó el perdón. Es un clásico de la miseria humana, los veintitrés puñales que asesinaron a Julio César estaban todos empuñados por manos que habían recibido el perdón y la prosperidad de la generosidad y la nobleza del Caudillo que cruzó en Rubicón.
El abuelo, como todos los cobardes, se rebozó en el crimen de retaguardia lejos, muy lejos, de las bruñidas bayonetas del frente y de sus tormentas de acero y fuego.
Llenaba las noches de terror y las madrugadas de espanto vendimiando inocentes. Mataba como un cobarde, con la espalda cubierta, la cantimplora llena y la boca colmada de crueldad y desprecio por las plegarias de sus víctimas. Fue capturado, juzgado y condenado, indultado y perdonado. Como todos los cobardes vivió odiando y prosperando al amparo de la clemencia cesariana.
Del semen del chekista nació el terrorista, tan cobarde como el abuelo y tan miserable como el nieto, creció bajó las alas de la Victoria sin recibir venganza ni reproche por los crímenes de su padre. Sólo recibió trabajo y pan. Tan cobarde como el abuelo, hizo la guerra del sicario en la retaguardia de la propaganda terrorista llenando de eslóganes y proclamas las armas de los asesinos que llenaban de plomo la nuca de las víctimas. También fue detenido, juzgado y perdonado.
Del semen de ese pedigrí nació el nieto, cuyo nombre no pronuncio para no vomitar sobre el teclado y para evitar que sus cómplices con toga me apliquen la justicia proletaria que vocea el nieto de la cheka, el hijo del terror.
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