Juan Belmonte, preparándose antes de una corrida - ABC
Su mozo de espadas le colocaba unas sucias vendas que simbolizaban el buen bajío, hasta que un toro de Santa Coloma le pegó una cornada...
Juan Belmonte y las viejas vendas:
de la buena suerte al mal fario
ABC, MADRID 24.mAYO 2020
«Hay que ofrecer gallardamente al Destino el sitio por donde pueda herirnos». La frase es de «Juan Belmonte, matador de toros», la gran joya de la literatura taurina, obra de Chaves Nogales. Al hilo de esa frase y al hablar sobre vivir «intensamente una desgracia y evitarla, entra en juego la superstición, «mi única superstición verdadera».
En el mundo del toro son muchas las liturgias y no pocas las manías y supersticiones, desde los colores («¡lagarto, lagarto!», al amarillo) al modo de colocar la montera o de doblar un capote. Incluso hay toreros que creen que ver dos monjitas antes de torear es símbolo de buen bajío, mientras que ver a un cura representa el mal fario. Otros huyen de las supersticiones: «Yo no soy supersticioso porque da mala suerte», dicen.
En el caso de Belmonte, es curiosa la anécdota de las viejas vendas y su mozo de espadas. Así lo narra:
«El torero, que contra lo que se cree es un pobre hombre de claudicante voluntad, se halla algo propicio a doblegarse ante todo lo que sirva para darle ánimos; de ahí ese cúmulo de supersticiones que le agobian. Un día, cuando me estaban vistiendo para una corrida, advertí que mi mozo de estoques me colocaba en los pies, antes de las medias rosas, unas vendas no muy limpias. Le dije:
-Antoñito, quítame esas vendas y ponme otras más limpias.
Me replicó:
-Cállate, y déjame a mí. Yo sé lo que hago. Estas vendas te darán suerte.
Cuando uno está preparándose para ir a la plaza, y aquella tarde era la de Madrid, no se tienen ánimos para llevarle la contraria a supersticioso alguno. Fue mi famoso triunfo del 2 de mayo. Antoñito, al quitarme el traje, decía loco de alegría:
-¿Lo ves? ¡Son las vendas de la buena suerte!
En las corridas siguientes no me atreví a rechazar las vendas, cada día más sucias (...) Al poco tiempo un toro de Santa Coloma me empitonó y me dio una cornada en el muslo. Desangrándome me llevaban a la enfermería; cuando vi a mi mozo de espadas corriendo por la barrera cerca de mí, le grité:
-Antoñito, ¡mira para qué sirven tus cochinas vendas!»
Pues eso, que mejor no ser supersticioso «porque da mala suerte».
Otro Antonio, el Sastre de la luz, renegaba este invierno de las supersticiones al afirmar que, pese a que «no constituye una práctica habitual», un mismo traje que haya llevado un torero al que le ha ido mal una tarde se lo puede volver a poner «para quitar el mal fario».
Para supersticioso, Enrique Berenguer «Blanquet». Cuenta la leyenda que Blanquet (1881-1926) tenía un don» que daba mal fario: cuando olía a cera, la muerte estaba cerca. Eso mismo ocurrió la trágica tarde del 16 de mayo de 1920, cuando el toro «Bailaor» mató a Joselito en Talavera de la Reina. Dicen que el subalterno olió a cera derretida en el patio de cuadrillas y advirtió a José Gómez Ortega de que no toreara. El maestro hizo caso omiso y salió al ruedo: el quinto de la tarde, de la Viuda de Ortega, chico y burriciego según la crónica de Corrochano, le propinaría una cornada mortal.
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