Dirán que no hay animales en el campo, y menos con el trapío que requiere un coso de entidad. Algo que cuesta de creer siendo que hay censadas un millar de ganaderías de bravo. Dirán que si no se eligen esas divisas las figuras no quieren anunciarse. Quizá, entre otras medidas, contratando antes los hierros que a los toreros podría solucionarse parte del problema. Dirán que Valencia es torerista, que sólo siente atracción por los nombres de los diestros. Pero eso no es del todo cierto. Una terna rematada con toros encastados es el mejor reclamo en Valencia y la China.
Por otra parte, también habrá quien dirá que Valencia anda desencaminada en los corrales, que falta criterio en los reconocimientos, que necesita definir y centrar su modelo de toro. Es verdad que últimamente ha saltado a la arena algún animal feo, pero habrá que depurar responsabilidades y conocer los motivos. Si dejasen trabajar libremente a los veterinarios todo sería más fácil; hasta señalar a los culpables en caso de deriva.
Sin duda hay presiones para que los expertos aprueben astados sin rechistar, por una parte lógicas porque le va la pasta a la empresa y por otra inadmisibles porque una mala presentación del ganado implica el enfado de la clientela que se siente estafada. Y esos nervios en los corrales implican que acaben saliendo a la plaza encierros de desigual presencia, incluso algún ejemplar grandón o destartalado en sustitución de alguno rechazado.
Que nadie dude de que existe el toro de Valencia, que es un animal armónico pero serio. Hay quien dice que en el aire del de Sevilla, y yo diría que sí, pero un punto por encima. Y sin duda los profesionales lo saben. Lo saben los ganaderos, los empresarios y los toreros. Así que la solución pasa por que el ganadero envíe un lote parejo con el trapío que requiere el coso. Que el empresario lo acepte y lo page a su justo precio. Y que los veedores de los toreros no se empeñen en minimizar su presencia.
Y todo ello lo saben perfectamente los veterinarios. Es cuestión de permitirles realizar su cometido sin imposiciones, coerciones ni tensiones. Porque su función es defender el trapío y la integridad. Con ello se defiende al aficionado, que es quien sustenta este negocio con su dinero; se le confiere valor a cuanto realizan los diestros, porque el toreo es exigencia; se pone en valor la verdad del toreo y se defiende a la propia tauromaquia. Llegan las Fallas. Que nadie pretenda degradar la presencia del toro a las primeras de cambio.
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