20-10-2009 08:04 -
"¡Arriba España! A ver si la volcamos", rezaba un viejo grafiti anarquista que puede servir de modelo a los empresarios taurinos, no porque se hayan vuelto revolucionarios, sino porque los extremeños se tocan.
Acierta André Viard (www.terrestaurines.com) al señalar que en época de crisis las grandes empresas van a acometer una acción de riesgo presentando sus ofertas a la plaza de Valencia para favorecer el monopolio de Monipodio.
Los Choperitas podrían ofrecer contratos a granel a precio de saldo a toreros modestos y ganaderos molestos y así justificar y extender su política de saqueo y pillaje en Las Ventas; Canorea reforzaría su poder de contratación y sus trucos de ilusionismo con mascletás y castillos de fuegos artificiales, distracciones para todos mientras llena la bolsa, los Chopera Brothers intentarían volver a crecer después de menguados, Simón Casas no perdería comba y Matilla blanquearía su influencia para codearse con los grandes, mejor con los enormes... ¿Y los Lozano? No quieren, porque una sola plaza no es negocio, el pliego es malo en sí mismo y la única justificación es el pluriempleo.
Pluriempleo practicado por ricos que quieren serlo más, que ya son empresarios, gerentes, apoderados y ganaderos, con lo que el público, ¿dónde queda el público? Pues en taquilla, mientras acuda y no exija, y en la taquilla de la tele, última socia de todas las empresas y ejemplar adormecedora de conciencias.
¿Y si el público exigiera? Cambiaría todo, pero no es probable.
No es malo en sí mismo el negocio de los toros, mientras el abuso es perverso. Torero y ganadero riman con dinero y el empresario, huérfano de poesía, se lo lleva o crea las condiciones para mejor arramblar. Reducción de costes, menos paga a quienes producen toros y a los que torean, toro bobo, chico y afeitado como parte de salario y menosprecio de ganaderos, toros desabridos para compensar carteles de modestos, serviles y callados por la caridad de una oportunidad para estrellarse.
Cuando en este escenario surge un independiente que reclama lo suyo, se le echa del circuito y si tiene fuerza, se le trata de boicotear. Muchos acuden en socorro del vencedor y a sus plantas y otros se unen al coro sin darse cuenta de que el vecino canta pagado y hay quien, por no tener más, enriquece el conjunto con su imbecilidad solidaria.-
Oiga ¿y Barcelona?-¿Barcelona? ¿Qué importa Barcelona?
Una fiesta cada vez más plana a la que salvan su colorido y cinco minutos de heroicidad que amparan un robo constante con la sonrisa complaciente del asaltado.
Salud y que dure.
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