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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

viernes, 3 de junio de 2016

27ª de Isidro en Madrid. Buenos momentos de Rubén Pinar y magistrales demostraciones del peón Javier Ambel en una mediocre corrida de Cuadri


Tras la lidia del cuarto toro y antes de que saliera al ruedo el quinto, un espontáneo con intenciones antitaurinas saltó al ruedo, siendo detenido, arrastrado y merecidamente apaleado de inmediato hasta ser “salvado” por miembros de la Policía Nacional.

Buenos momentos de Rubén Pinar y magistrales demostraciones del peón Javier Ambel en una mediocre corrida de Cuadri.

Madrid. Plaza de Las Ventas. Jueves 2 de junio de 2016. Vigésima octava de feria. Tarde medio calurosa y calmada con nubles y sol. Dos tercios de entrada.

Seis toros de Celestino Cuadri, desigualmente presentados con algunos sobre pesados, bastos y de feas hechuras. Inadmisible por abisontado el quinto que fue el peor del envío. Dieron pobre juego en líneas generales, resultando mejores el tercero y el sexto. Los demás mansearon en el caballo y muy tardones en distintos grados de manejabilidad sin clase alguna. 

Luís Miguel Encabo (encarnado y oro): Pinchazo, otro hondo y seis descabellos, aviso y silencio. Pinchazo, otro hondo de horrible colocación y once descabellos, aviso y pitos.
Fernando Robleño (blanco y plata con remates negros): Estocada baja, silencio. Dos pinchazos y casi entera, silencio.
Rubén Pinar (rosa y oro): Estocada, ovación con saludos. Estocada tendida, aviso y ovación con saludos.
El peón extremeño, Javier Ambel, fue ovacionadísimo por su magistral brega en el tercer toro y por sus soberbios pares de banderillas en el sexto.

Tras la lidia del cuarto toro y antes de que saliera al ruedo el quinto, un espontáneo con intenciones antitaurinas saltó al ruedo, siendo detenido, arrastrado y merecidamente apaleado de inmediato hasta ser “salvado” por miembros de la Policía Nacional
La por casi todo lucidísima gran corrida de Victoriano del Río de antier– solamente falló un toro de los seis -, inmersa en la llamada semana torista que desde hace años viene cerrando la feria isidril, estropeó el pasodoble a los añorantes de ese toro que ya solamente existe en la imaginación de los aficionados recalcitrantes.
Ayer le tocó el turno a la ganadería de los Cuadri y, para muchos empezando por un servidor, las reses que se crían en Huelva nada o casi nada tuvieron que ver con lo que esperábamos que fueran por comportamiento. Una colección de animales más o menos gigantescos que, en su mayor parte, salieron parados, mediaron parados o se vinieron abajo más pronto que tarde.
En estas casi siempre frustrantes corridas, los aficionados amantes del torismo intentan que la utopía se haga realidad y a la postre resulta imposible cumplir con lo esperado aunque mejor sería decir con lo añorado.
En tal utopía y empezando por la suerte de varas, los toristas quieren que las reses se comporten con la bravura que no tienen ni por asomo y, pese a ello, quieren que los toreros coloquen a los toros lejos del caballo para ver como galopan a alegremente hacia el jamelgo. Pero la realidad se impone y no hay modo ni manera que suceda el milagro.
La pretendida bravura no aparece por ninguna parte. Los toros tardean una barbaridad y cuando por fin se arrancan lo hacen cansinamente para casi siempre salir sueltos nada más sentir el hierro de la puya o se quedan pegados al peto gracias a la maldita carioca.
Lo más ridículo del caso es que los picadores se ven obligados a cruzar la raya más cercana a la barrera para conseguir que el puyazo sea efectivo y cumpla su misión que no es otra que el animal sangre de aquella manera.
Y de ahí la paradoja porque los toros son animales irracionales y no cumplen con el reglamento. Pero ¿cómo lo van a cumplir? El Reglamento solo pueden cumplirlo los seres humanos. Pero si los toros no andan, digo yo que para castigarlos con la puya no hay otro modo que contravenir la ley de las rayas porque, de no cumplirse, se quedan sin picar y, por tanto, indeseablemente crudos.
Lo hay tan imbéciles que creen que el dichoso Reglamento hay que cumplirlo a rajatabla y como eso es imposible, desesperan o hacen desesperar a la mayoría de los pacientes espectadores porque el tercio parece no acabar nunca.
Siempre que esto ocurre y ocurre en la mayoría de las corridas supuestamente toristas, me acuerdo de lo que me dijo Paco Ojeda en la entrevista que le hice a raíz de sus primeros grandes e inolvidables triunfos. A ver, dígame maestro, ¿qué opina usted sobre el Reglamento? Y Ojeda me contestó: Una cosa que solamente les sirve a los que no entienden de toros.
Verdad sentenciosa tan grande como un templo. Verdad que casi siempre padecemos durante la lidia de estas corridas como la de ayer en las que la maldita realidad choca frontalmente con la utopía.
Entrar en detalles sobre lo ocurrido con la corrida de Cuadri sería tan aburrido como resultó la mayor parte del festejo. Así que, he decidido ahorrar el martirio a mis lectores. Escribamos solamente, pues, de las generalidades más perceptibles de cuanto aconteció.
Que Luis Miguel Encabo continúa siendo el buen torerito de siempre aunque ya sin la más mínima capacidad de entrar a matar como Dios manda. Ayer pegó un sainete con los aceros y lo que iba para ovación acabó en pitos. No obstante, Encabo se mostró ducho en el resto de los menesteres toreros, fiel a la vieja escuela. Muy correcto con las telas, en los andares y en la toma de oportunas decisiones frente a dos toros que apenas se prestaron al lucimiento en el último tercio.
Fernando Robleño pretendió aplicar los modos que tan bien conoce como experto en ganaderías duras. En su intento de que querer torear correctamente, se le iban demasiado las piernas por tan acostumbrado como está a enfrentarse con mal ganado. Ayer pasó el trance sin pena ni gloria.
Y Rubén Pinar volvió a acreditar su bastante mejor y mayor capacidad que sus dos compañeros. Tuvo en sus manos los mejores toros del envío y empezó por aprovecharlos con temple y con donosura aunque por cometer el error de prolongar excesivamente sus faenas, se pasó de metraje y sus dos enemigos terminaron por empeorar su inicial y clara manejabilidad.
En mi opinión, lo mejor con mucho del tostón de corrida que tuvimos que soportar hasta el final, fueron las intervenciones del gran peón extremeño de la saga de los Ambél, Javier. Tanto en la magnífica brega que protagonizó en la lidia del tercer toro como en sus dos pares de banderillas al sexto.
Y nada más. Que lo malo aburre mucho cuando se entra en detalles. Es mucho mejor abreviar que abrevar el acíbar que nos cae en estas malditas corridas del toro-toro. Con su pan se lo coman los del torismo a ultranza.

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