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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 4 de junio de 2016

28ª de San Isidro en Madrid. Las muy felices bodas de oro de Victorino que los toreros no le dejaron celebrar /por J.A. del Moral


Finalizado el paseíllo y sin romperse el desfile de las cuadrillas, se guardó un minuto de silencio por la muerte del viejo matador mexicano El Pana. Descanse en paz.


Interesante, variada y en su mejor parte desaprovechada corrida de Victorino Martín

Las muy felices bodas de oro de Victorino que los toreros no le dejaron celebrar.

J.A. del Moral · 04/06/2016
Madrid. Plaza de Las Ventas. Viernes 3 de junio de 2016 Vigésima octava de feria. Tarde medio calurosa con lleno total.
Seis toros de Victorino Martín, muy bien presentados en la tipología, encornaduras y pelajes característicos de su encaste. Dieron juego dispar aunque todos interesantes. Muy peligroso el que abrió plaza. Noble de salida, bravucón en varas y corto de viajes además de revoltoso en la muleta el segundo. Bravo, noble y encastado el tercero. Bravucón, escaso de fuerza, noble por el lado derecho y corto de viajes por el izquierdo el cuarto. Con poca fuerza aunque con mucha clase en la muleta el quinto. Y más que manejable aunque algo desigual en sus arrancadas el sexto.
Uceda Leal (turmalina y oro): Pinchazo hondo y casi entera caída, gran bronca. Estocada baja y cuatro descabellos, pitos.
Miguel Abellán (blanco y plata): Dos pinchazos y estocada perdiendo la muleta, silencio. Pinchazo hondo bajo, dos pinchazos más y descabello, aviso y silencio.
El Cid (verde botella y oro): Bajonazo, saludos. Estocada trasera algo atravesada y tendida, silencio.

Juan Bernal destacó a caballo. Y en banderillas, Antonio Prestel, David Saugar, Antoñares y Miguel Martín.

Finalizado el paseíllo y sin romperse el desfile de las cuadrillas, se guardó un minuto de silencio por la muerte del viejo matador mexicano El Pana. Descanse en paz.


La siempre esperada corrida de Victorino que este año cumple sus bodas de oro como ganadero ciertamente impar, fue la de menor duración en lo que va de feria. La lidia de los seis toros duró exactamente una hora y tres cuartos. De esta insólita brevedad cabe culpar al indisimulado pavor que padeció el primer espada, don José Ignacio Uceda Leal. Sobre todo cuando le cupo afrontar en muy mala suerte el toro que abrió plaza. Uno de esos a los que venimos en calificar de alimaña. Antes de que su evidente peligro se pusiera de total manifiesto, el primer picador de su cuadrilla intentó matarlo – digo matarlo de verdad – mediante dos puyazos descomunales. Creo que fueron los dos puyazos más asesinos que hayamos tenido la ocasión de ver en nuestra vida profesional porque, mira por donde, yo también cumplo este año 50 años de ejercicio como crítico taurino. Razón por la que, además, puedo presumir y presumo de haber sido amigo del gran ganadero y de su hijo, entonces un niño y yo aún muy joven. La amistad que mantengo con esta admirable familia ha venido pareja con mi admiración sin que ello quiera decir que, cada vez que les vinieron mal dadas, no dejé de criticar y hasta de maldecir el mal juego de muchos toros realmente imposibles de cualquier lucimiento. Pero entre todos los de Victorino vistos por un servidor, fueron muchos más los buenos.

De tal modo, creo que tengo todo el derecho del mundo en celebrar por todo lo alto nuestras bodas de oro, querido Victorino. Las tuyas, desde luego que memorables. Las de tu rendido servidor, no tanto… porque conmigo hubo, hay y seguirá habiendo una clamorosa división de opiniones entre los que me aman y los que me odian. Nunca mis opiniones dejaron de ser indiferentes y de eso sí que puedo presumir. Así pues, te envío mi más cordial y cariñosa enhorabuena.


Una enhorabuena que debo darte también por tu corrida de ayer en Madrid, en cuya plaza de Las Ventas hemos tenido infinidad de ocasiones de gozar con infinidad de éxitos.


Le pena es que ayer no los hubo y no por culpa de los excelentes ejemplares que soltaste entre otros que no lo fueron, sino de los espadas a lo que les cupo la oportunidad de afrontarlos. Cada cual en sus actuales circunstancias que, desgraciadamente, no son las que ni tu, ni tu querido hijo, ni todos los que te queremos hubiéramos deseado.
Empiezo por el tercer espada que ayer, mira por donde, fue quien creo sinceramente ha logrado más grandes triunfos con tus toros a lo largo de su vida profesional. Y, más concretamente, en esta plaza de Las Ventas aunque en muchas ocasiones perdió no pocas orejas por fallar con su desigual estoque.

Cada vez que veo a El Cid en estos últimos años sufro una barbaridad. Verle querer tanto con su cabeza y con su corazón mientras sus piernas y sus reflejos no le responden a sus órdenes mentales, me produce una desazón indisimulable. Sobre todo cuando como ayer en los pocos momentos que logró torear como pudo y tal cual lo hizo en su plenitud. Y es que me hace sentirle y a la vez temer que ya no pueda redondear…


Yo no sé si a El Cid le ocurrirá lo mismo que a mí y por eso no me explico por qué su empeño en seguir y en seguir y en seguir… Admiro este para mi incomprensible empeño de Manuel Jesús y al mismo tiempo lo detesto. Pero, ¿quienes hay ahora mismo suficientemente capaces de convencerle de que tiene que decir adiós?

La terquedad de este Cid decadente me encocora. Ayer tuvo en sus manos dos toros a los que, en sus mejores años, habría desorejado por partida doble. ¿O no? No quiero entrar en detalles porque explicarlos sería muy cruel hacerlo por mi parte.


Miguel Abellán tuvo la suerte de encontrarse con otro de los mejores. Fue el quinto. Ya había apuntado cositas buenas con el segundo que no fue tan bueno como el de su mejor aunque incontundente actuación. Este quinto quiso saltar al callejón nada más salir al ruedo. Pero luego respondió bravo en varas. Abellán se esmeró en lidiarlo personalmente, supongo que para nadie lo estropeara. Y brindó al público su faena de muleta, seguro de que podría triunfar. Solamente la cuasi imperceptible debilidad del animal podría haber supuesto pequeños inconvenientes. Nada del otro mundo. El toro tuvo y sacó clase en la muleta por los dos pitones. Abellán se explayó primero con la derecha y después con la izquierda en suaves y hasta en perfumados naturales. Y hasta cerró la obra con salerosa gracia…La gente ya estaba por completa con el torero y el torero con la gente… Pero pegó el petardo con la espada y se esfumaron las orejas. No pudo dar ni la vuelta al ruedo y se silenció su labor. Ay Miguelito, como dejaste de aprovechar tan magnífica ocasión…

Y vamos con el señor Uceda. El repeinao, el requeté vestío de maravilla, el más estirao del Foro. Y el más incapaz de cuantos toreros inexplicablemete duraderos hayamos padecido durante tantos años seguidos. Yo me tengo que frotar los ojos cada vez que le veo hacer el paseíllo en la plaza de Las Ventas. La plaza de sus sueños incumplidos en la mayoría de las oportunidades que se le han dado no sé por qué tantas temporadas seguidas. Oigan, ¿es que no hay manera de que este tío deje de figurar en los carteles isidriles?
Uceda, váyase de de una vez. Por favor, váyase y no vuelva más.

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