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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 6 de junio de 2016

30ª y última de San Isidro en Madrid. Un buen toro de Miura y estupendos naturales de Rafaelillo que perdió una oreja por pinchar / por J.A. del Moral



Un buen toro de Miura y estupendos naturales de Rafaelillo que perdió una oreja por pinchar

Madrid,06/06/2016. Plaza de Las Ventas. Domingo 5 de junio de 2016. Trigésima y última de feria. Tarde veraniega con lleno total.
Cinco toros de Miura, muy bien presentados en el tipo y pelajes característicos de la casa. Salvo el muy noble por el lado izquierdo primero, que se lidió corriéndose el turno por devolución del inválido que abrió plaza, los demás resultaron más o menos deslucidos. El sobrero de Valdefresno corrido en cuarto lugar, excesivamente regordío, resultó noble aunque sin apenas fuerza.


Rafaelillo (nazareno y oro): Tres pinchazos y estocada, aviso y gran ovación con saludos. Buena estocada y descabello, silencio.
Javier Castaño (violeta y oro): Dos pinchazos, media trasera a toro arrancado y cuatro descabellos, silencio. Media estocada, ovación.
Pérez Mota (grana y oro): Estocada muy caída y descabello, silencio tras división. Estocada, silencio.
Destacó a caballo el picador Francisco Vallejo. Y en banderillas, José Mora, Álvaro Oliver, Fernando Sánchez y Raúl Ruiz. Estos dos últimos saludaron grandes ovaciones.

Una vez deshecho el desfile de cuadrillas, Javier Castaño fue obligado a saludar para celebrar la feliz recuperación de una grave enfermedad
Asistió al festejo S.M. El Rey Emérito acompañado de la Infanta Elena.


Bueno. Pues llegó el final de la feria más larga y más trascendental de cuantas se celebran en el Mundo. Mi verdad que, por supuesto no es infalible como tampoco las de nadie, es que esta feria se me ha hecho menos larga que otras muchas anteriores. Y he visto cincuenta completas o casi porque siempre hago alguna escapadita, mas decenas de festejos isidriles anteriores junto a mi señor padre que fue mi primer maestro taurino o, siendo ya estudiante en el Colegio Maravillas, en el Modesto Lafuente donde tuve la gran suerte de tener como profesor a otro grandísimo aficionado, Santiago Amón, y las que vi durante mis años en la Universidad Complutense. En definitiva, que esta plaza y sus cambiantes ambientes me la conozco a la perfección.

Aunque cuando escribo estas primeras líneas como prólogo de la crónica sobre la última corrida, no puedo hacerlo sobre el juego de los toros de Miura ni de lo que hicieron Rafaelillo, Javier Castaño y Pérez Mota, me permito hacer una primera valoración sobre el conjunto de la feria que ayer terminó y saco algunas conclusiones.
Un éxito económico grandísimo con lo que esto supone para bien de la Fiesta.

Respecto al nivel general de las corridas lidiadas, decir que fue bastante bajo. Solamente la de Victoriano del Río dio buen juego salvo un solo toro por lo que en mi opinión deber ser premiada como la mejor del ciclo con notable diferencia.
Y luego varios toros sueltos, sobresaliendo tres, también con notable diferencia a los restantes asimismo salvables: El de Puerto de San Lorenzo con el que Ponce cuajó su magnífica faena que pudo ser aún mejor – también la faena – de lo que fue de no haber molestado tantísimo el viento. El Llamado “Malagueño” de Alcurrucén que también cuajó muy emotivamente David Mora en la tarde de su regreso a Las Ventas tras largos padecimientos por el cornalón que sufrió dos años antes en esta misma plaza. Y el llamado “Dalia” de Victoriano del Río con el que reventó todo lo visto José María Manzanares en la mejor actuación de su vida en Madrid. Y es que no fue cierto que este faenón marcó el cenit de su carrera, como he oído decir a muchos. Manzanares ha logrado bastantes más en otras plazas de España, de Francia y de América.
Pero ya que estamos con las mejores faenas, proclamo la mejor de todas precisamente ésta de José Mari Manzanares por su elegante además de rotunda redondez, exquisito temple y superiorísima clase.

Mencionemos también la faena antes mencionada de Enrique Ponce y su actuación en conjunto que definieron su ininterrumpida e inalcanzable permanencia en la cumbre del toreo. Un caso único en la historia.

La también grande ya mencionada de David Mora. Las anteriores por impactantes de Andrés Roca Rey, pese a no tener suerte con sus toros en las tres corridas que sumó. Y las de Paco Ureña que fue uno de los toreros más distinguidos del ciclo.

También en mi opinión, el triunfador de la feria fue Alejandro Talavante, soberbio en dos de las tres corridas que actuó con dos faenas realmente importantísimas.

Lamentar que Sebastián Castella no estuvo a la altura de su fortísimo compromiso al actuar nada menos que en cuatro corridas. Como asimismo lamentar el bajón de El Juli y de Miguel Ángel Perera, además de la decepción que he tenido con uno de los nuevos valores más deseados, Alberto López Simón pese a su injusta salida a hombros junto a Manzanares a cuenta de una segunda oreja torpemente concedida por quien presidió el festejo de esa tarde.

Y finalmente, confesarme harto – hasta el mismísimo gorro – como también me constan las opiniones de muchos aficionados, de tantas tafalleras vulgares, de tantas gaoneras sucias, de tantos estatuarios que, por cierto, el gran critico Antonio Díaz Cañabate acabó con ellos llamándolos “el poste”, de tantos cambios por la espalda, de tantas arrucinas, de tantas manoletinas y giraldillas, y de tantísimos arrimones cuando los toros ya están sin resuello alguno… Con todos estos abusos de mal gusto hay que acabar.

Como también y finalmente, deberíamos acabar con la enorme cantidad de gayumbos elefantiásicos que salieron por la puerta de toriles. Hay que volver a los toros en tipo de una vez por todas. Todos, espectadores y protagonistas, saldríamos ganando.
Vayamos ahora con la “miurada”.


Digamos para empezar que El Rey Juan Carlos volvió a ocupar su localidad habitual acompañado de la Infanta Elena y que, además de recibir los brindis de los tres espadas, no cesó de escuchar vivas a Él y a España subrayados con aplausos de muchos espectadores cercanos. Este apoyo del Rey Emérito y de su señora hija a la Fiesta es impagable. Pero tendían que recomendar al Rey Felipe que haga acto de presencia al menos una vez en la feria. El año pasado lo hizo en la primera corrida. Pero este se le ha echado en falta.

De la corrida de Miura en sí, destacó con mucha diferencia sobre los restantes el toro corrido en segundo lugar, lidiado tras la devolución por inválido del que abrió plaza. Hizo una salida ciertamente singular al barbear las tablas y asomarse por arriba de la tronera de un burladero. Reacción muy miureña que no cantó precisamente el brillante juego que dio después de picado y banderilleado en la faena de muleta de Rafaelillo, basada sobre su mejor pitón izquierdo. Ducho el murciano en estas lides con reses de Miura, aprovechó estupendamente ese buen pitón en sucesivos muletazos, algunos de excelente factura. Tan a gusto anduvo Rafaelillo con este animal que se pasó de metraje alargando la faena en demasía, lo que terminó costándole entrar a matar pronto y bien. El animal se había descolgado de cuello como suele suceder es estos casos, y el murciano pinchó tres veces antes de agarrar la estocada definitiva, perdiendo la segura y valiosa oreja que, sin duda, le habría sido concedida de haber matado al toro en el primer envite. Una lástima. Pero la gente le obligó a saludar una gran y merecidísima ovación.

A partir de esta celebración, la corrida cayó en picado aunque por tratarse de “miuras” con sus más o menos peligrosas reacciones, el desarrollo de la lidia de los restantes animales resulto cuando menos entretenido y asustante en varios momentos, con la excepción negativa del sobrero de Valdefresno corrido en cuarto lugar. Un animal de muy gordas hechuras que careció de fuerza, lo que imposibilitó los arduos intentos de lucimiento por parte de Rafaelillo que pasó el trance sin pena ni gloria.


Nada interesante sucedió durante la costosa lidia del segundo toro por manso integral y siempre rebrincado en sus feas embestidas. Javier Castaño tardó mucho en matarlo y tuvo que esperar al quinto que fue bastante mejor toro en su salida. Permitió estirarse a Castaño por verónicas y delantales. Como también se prestó a ser pareado con espectacular excelencia por el gran banderillero Fernando Sánchez. Pero la feliz decoración cambio a peor en los baldíos y demasiado largos intentos de Castaño en una faena de muleta meritoria aunque intrascendente que esta vez cerró pronto con medio espadazo certero. El público agradeció a Castaño los mejores momentos de su actuación.

Con el gaditano de El Bosque, Pérez Mota, vimos dos tercios de varas tan espectaculares como exagerados aunque muy celebrados por la parroquia sietemesina, de siempre muy dada a pedir que se pongan los toros muy de lejos en la suerte de varas. Así fue en el segundo puyazo que recibió el tercer toro que luego de parecer noble en los prolegómenos de la faena de muleta, desarrolló subsiguiente peligro. Algo muy común en estos toros miureños.


Pero fue en la lidia del sexto y último cuando más empeño pusieron, tanto los espectadores como el matador y su picador, Francisco Vallejo, en escenificar la suerte de varas poniendo al toro cada vez más lejos nada menos que en tres puyazos que fueron archicelebrados como si se tratara de lo más grande del mundo. Hasta intentaron que el animal recibiera un cuarto puyazo… lo que no sucedió porque ya se había cambiado el tercio. Tras el de banderillas, la brindada faena al público no pudo pasar de valiente sin tacha hasta matar de una sola estocada.


Y aquí se acabó la corrida y la feria.

Quiero finalmente dar las gracias a los muchos lectores que me han felicitado efusivamente por mis crónicas durante todo el ciclo. A mandar, amigos. Y hasta la próxima.

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