Ha sido, sin duda, la noticia de la semana, del mes, del verano y del año. La retirada de Enrique Ponce, tan sorpresiva como inesperada, ha dejado conmocionado a todo el mundo. Nadie daba crédito, pero lo bien cierto es que su nombre no estará ya en los carteles. Una pérdida enorme.
Pero era verdad. Tristemente, pero verdad. No era un fake ni un bulo malintencionado. Enrique Ponce anunciaba su retirada de los ruedos “por tiempo indefinido”, Dios mío. Claro que nada es eterno ni para siempre, pero la carrera de Ponce, pese a su extraordinaria extensión, se presumía todavía alejada del punto final.
Nadie supo dar razón de los motivos que llevaron al toreo de Chiva a tomar esta medida. Y los habrá. Y poderosos. No hay duda. No se cierra una etapa tan gloriosa de manera tan abrupta y repentina. Acababa de torear en Alicante, el viernes 25 de junio, en Castellón, el sábado 26, en León el domingo 27, su cuadrilla estaba ya vivaqueando en Burgos para actuar el día de San Pedro… y tenía un buen puñado de contratos firmados para una temporada que inicia ahora su segunda parte.
Tampoco se puede decir que sus resultados no fueron brillantes o estuviese bajo de forma o fuera de sitio. Y ahí están los hechos y sus cifras. El palco presidencial le privó de salir a hombros en Alicante, la espada tuvo la culpa de perder la puerta grande en
Castellón, habiendo cuajado sendas actuaciones de notable nivel, y, abandonó en triunfo el coso leonés. Hay quien dice que se siente maltratado por quienes dirigen el negocio. Por el sistema. Él, que fue quien salvó la campaña de 2020, la más difícil y complicada en la historia moderna del toreo, tirando del carro, dando la cara, arrimando el hombro y ayudando siempre. Y como siempre.
Mucho se está especulando en torno a los motivos que le han llevado a tomar esta tan drástica postura. A la hora de escribir estas líneas no ha habido aún aclaración ni explicación más allá del escueto comunicado del día 28. Pero es algo personal y como tal hay que respetarlo. Es ley de vida el tener que decir adió. El saber que ha llegado la hora de hacer mutis y dejar paso. Pocos toreros -se pueden contar con los dedos de una mano y a lo mejor sobran- exhiben una hoja de servicio como la suya.? Y no solo por los logros conseguidos, incontables, sino por su dimensión temporal.
En esta última época, sólo Curro Romero, Rafael de Paula -con intermitencias y reducido número de actuaciones aquel, con largas interrupciones este y también muy espaciados contratos-, Cavazos, Manzanares -si bien se tomó alguna temporada de descanso- y Esplá podrían equipararse en cuanto a larga permanencia en activo.
Y pocos fueron los que cuando se retiraron mantuvieron su postura de continuar alejados de los ruedos, sucumbiendo la mayoría a su poderosa atracción. Diego Puerta, Caballero, Manuel, Litri hijo… son de los que sí lo han hecho.
La tremenda afición de Ponce hace pensar que, efectivamente, él será de los que no puedan resistir mucho tiempo sin sentir el aliento del público y el peso del chispeante. Y siendo mucho lo aportado, logrado y conseguido, pienso que tiene cuerda para rato y, además, la guinda a una ejecutoria tan brillante y excepcional como la suya no puede ser dada por concluida de esta forma. Por su trayectoria, méritos y logros, la despedida de los ruedos de Ponce, al que todavía queda mucho por hacer y decir, no merece un portazo, sino un tratamiento especial como lo es él. Merece un tratamiento especial y acorde con su categoría y méritos, con una campaña singular y a propósito. Y estoy seguro de que así será, dentro de muchos años. Y que en la próxima feria de fallas estará en los carteles y seguirá maravillando y haciendo grande una tauromaquia que está ya en el lugar más principal de la historia.
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