Y, ahora, justamente ahora, el peruano ejerce de señorito en el toreo y no se acuerda ya de todos los elogios que le hicimos cuando lo suyo era de verdad, sin trampa ni cartón pero, como siempre sucede, una vez metido se acabó lo prometido. Es decir, en sus inicios, todo el mundo da la vida por los aficionados que le ponderan, animan, estimulan, aplauden y le sacan a hombros de las plazas de toros. Todo el mundo es bueno hasta que se tiene el mando porque, una vez éste en poder de un determinado torero, en este caso de Roca Rey, por arte de magia desaparece el toro auténtico de su carrera y empezamos con todo tipo de exigencias.
No quiere Roca Rey que se le televisen los festejos y, el muy ingenuo, lo dice ahora que hace falta más que nunca la televisión; más que nunca no, yo diría que ahora es totalmente imprescindible para poder salvar de la quema a la mismísima fiesta de los toros que, lacerada, mutilada, torturada por el mismo taurinismo y gentes de toda calaña, precisa más que nunca de la televisión por aquello de la difusión de una fiesta que, para desdicha nuestra –más para los profesionales que viven de ella- está mal vista desde los ámbitos políticos, apenas acude nadie a las plazas por aquello del miedo escénico que todos tenemos debido a la pandemia y, por si faltara poco, porque nadie estamos dispuestos a pagar una fortuna por la parodia que nos ofrecen siempre las figuras.
La prueba de lo que digo fue Vistalegre en que, con un aforo permitido de seis mil personas, Roca Rey compartió cartel con dos grandes toreros y, apenas se congregaron tres mil personas. De no haberse televisado, podían habernos contado las milongas de siempre pero, gracias a la televisión pudimos ver de qué iba el asunto. ¿Será que Roca Rey no quiere que le televisen porque no quiere que cientos de miles de personas vean sus mantazos? Esa puede ser la causa porque, de no televisar, todo queda en “casa” y el ridículo es mucho menor.
La televisión es un “riesgo” más que todo torero debe de asumir, salvo que se llame José Tomás, sabedor de que él solo puede llenar la plaza más grande del mundo, por eso se permite el lujo de no ser televisado y, ante todo, porque lo de José Tomás en los últimos años es una pura anécdota entre la torería. Todos los toreros que están en las ferias, sin distinción alguna, deben de admitir la televisión como un hecho consumado, es más, esas cámaras son las que pueden incrementar el caché de los toreros porque si de gente en los tendidos hablamos, mejor no hablemos.
¿Cuánta gente conocería a Rafael Nadal si sus torneos no fueran televisados? Sería una figura de minorías al más puro estilo de la ópera, un espectáculo reservado para cuatro enamorados del bel canto, pero sin mayor trascendencia. ¿Cómo supimos todos de Manuel Benítez El Cordobés? ¡Por las retransmisiones televisivas! Digamos que, las cámaras dan popularidad, dinero, fama y, por encima de todo, la posibilidad de que muchos toreros traspasen, gracias a la televisión, las mismas barreras que hay dentro de las plazas de toros. Lo que digo es una verdad que aplasta pero, Roca Rey no se ha dado por enterado.
Por cierto, así, entre nosotros, que mal gusto tiene Roberto Domínguez a la hora de apoderar a toreros, primero lo hizo con El Juli y, ahora, con Roca Rey, personajes con los que habrá ganado mucho dinero pero, choca, y mucho, que un torero denominado artista en sus años en que ejercía como tal, a la hora de apostar por toreros artistas lo ha hecho por los vulgares pegapases que hemos comentado. Sus razones tendrán. ¿Verdad? El dinero tiene más peso que el propio arte, a las pruebas me remito.
Digámosle a Roca Rey respecto a la televisión que, por ejemplo, sin esa labor maravillosa que hacen las cadenas autonómicas que respaldan y alientan la fiesta de los toros con sus retrasmisiones, de no hacerlo, las decenas de corridas de toros que se dan por esos pueblos de Dios, jamás se podrían dar. ¿Qué es mejor que se televisen los festejos o que se queden en casa decenas de toreros sin tener un pitón que llevarse a la “boca”? Bien es cierto que, los toreros que torean en esos pueblos que cito, no son señoritos, son hombres ilusionados que, por encima de todo, hasta son capaces de enfrentarse a auténticas corridas de toros en pueblos y plazas que, por no tener, no tienen ni enfermería.
Seamos serios, señor Roca Rey, lo digo porque, entre otros, su compatriota Joaquín Galdós no pone la menor objeción ante las cámaras. ¡Ya quisieran decenas de toreros que su mal mayor fuera que les televisaran las corridas de toros! Y Roca Rey, rico y con la vida resuelta, lamentándose por las esquinas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario