Y Valencia al fondo. Valencia y las plazas de titularidad pública, para las que se pide adjudicación a coste cero, sin contrapartida económica y libertad absoluta para programar a gusto y conveniencia de su gestor, que para eso es el que sabe y entiende del negocio. O eso se supone.
Paco Delgado
Avance Taurino / 25 Julio 2021
Con la nueva salida a concurso del coso de Monleón se reaviva el debate, abierto interesadamente desde un cierto sector del empresariado taurino, sobre la obligación pecuniaria a que debe someterse el adjudicatario de la explotación de plazas de toros, especialmente si son propiedad o gestionadas por Ayuntamientos o Diputaciones. Según esta corriente de opinión, alentada, jaleada y propagada convenientemente por medios afines o a sueldo, para el desarrollo sostenible de la tauromaquia es imprescindible que se suprima aquella contraprestación monetaria. Pero no sólo eso, y ya se pudo comprobar cuando se intentó buscar empresario para Málaga y se estableció un canon de cero euros y gastos pagados: nadie se presentó ya que también se consideró injustificable la pretensión de tener que organizar obligatoriamente un mínimo de nueve festejos, me parece recordar. Nueve festejos en una plaza como la de Málaga y sin más costes que los derivados de la organización de cada función, es decir, toros y toreros, principalmente.
Algo parecido sucedió en Albacete, para cuya plaza se fijó un canon muy asequible, Algeciras y ahora con la Plaza Real de El Puerto, cuya concesión a Carlos Zúñiga no parece haber sentado bien a parte del taurinismo.
Y a todo esto, con la patronal sin rumbo, pues parece que su presidente, Simón Casas, ha renunciado al cargo y no se sabe si habrá elecciones ni quien toma las riendas de ANOET.
Y lo cierto es que hay una cuestión clara: la Ley de Contrataciones del Estado no contempla la adjudicación gratuita de sus bienes inmuebles para explotación por parte de persona física o jurídica, de forma que para que fuese viable este anhelo habría que ir a una modificación de la ley. Con lo que ello conlleva en cuanto a trámites y tiempo. Y a la dudosa admisión del procedimiento, tal como está hoy el patio.
Ese trasfondo económico es el que ha provocado que también se haya criticado el establecimiento de un canon de 150.000 euros para el arrendamiento de la plaza de toros de Valencia. Un canon rebajado con respecto al que se venía pagando hasta ahora, 200.000 euros anuales, y que es el mínimo que establecen los estatutos de la propia corporación valenciana, administradora de los rendimientos del inmueble, cuya misión fundacional es la obtención de beneficios para atender al Hospital Provincial.
No parece ser tenido en consideración este pequeño detalle por los posibles licitantes, que, en cambio, no reparan en otro de los puntos que establece el pliego: el descuento de 10.000 euros por cada novillero hecho en la escuela taurina local que se ponga en los carteles. Teniendo en cuenta que ahora este centro vive un momento dulce, prácticamente con observar esa cláusula ya se tendría pagada buena parte del canon.
Sin embargo apenas hay aspirantes que comentan ese punto, haciendo hincapié en lo poco que se valora la oferta artística, cuestión esta que afecta fundamentalmente a quien se haga cargo del negocio, pues a mayores atractivos ofertados, mayor aceptación y mayor ganancia. Pero se sigue yendo a lo fácil, a que se deje gratis la plaza para beneficio del empresario, sin caer en la cuenta de que, para hacerlo así, el modelo ideal es el de autogestión y la propia Diputación la que lleve la dirección de su plaza, convocando en vez de un concurso de arrendamiento otro de méritos para la contratación de un gerente que, a sus órdenes y siguiendo sus directrices, organice una temporada a gusto del consumidor y no atendiendo a otros intereses que, ya se ha visto muchas veces, poco o nada tienen que ver con lo que demanda un público del que sólo interesan sus euros y del que desconocen sus inclinaciones y preferencias, sin que se haga gran cosa por tratar de atraerle con beneficios en taquilla ni espectáculos de su predilección. Y así nos va.
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