Esta semana, el Consejo Comarcal del Bierzo ha denunciado las enormes dificultades de los apicultores para disponer de fincas donde situar las colmenas. Tanto es así, que el banco de tierras del organismo ha lanzado una campaña para tratar de captar parcelas libres con el fin de dedicarlas a esta actividad.
SIN ABEJAS, AL GUANO
Ignacio Miranda / ABC
El Senado francés ha aprobado el proyecto de ley para definir y proteger el patrimonio sensorial del campo, que ya venía de la Asamblea Nacional. Es decir, todos esos olores y sonidos inherentes al agro que tanto molestan a esa legión de fatuos urbanitas amargados, que ni quieren tráfico en las ciudades ni animales en el campo. Hay que reconocer que nuestros vecinos del Norte tienen una proverbial capacidad para defender lo suyo, y muy en particular la vida tradicional del campo. Sin complejos. Da igual el canto de los gallos, el croar de las ranas, el tañido de las campanas o la presencia del estiércol. Y las quejas de los tiquismiquis a quienes les molesta todo pasarán a un segundo plano. El parlamentario Pierre Morel A L´Huisser considera que elementos como olores y sonidos, al igual que el paisaje, forman parte del entorno tradicional de un territorio y son indispensables para su equilibrio como sociedad y su desarrollo económico.
Vamos, que eso de que un juez condene a una paisana de una aldea de Asturias porque su gallo despierta de noche a los clientes de un hotel rural, por exceso de decibelios, es injusto, absurdo e impensable. Esta semana, el Consejo Comarcal del Bierzo ha denunciado las enormes dificultades de los apicultores para disponer de fincas donde situar las colmenas. Tanto es así, que el banco de tierras del organismo ha lanzado una campaña para tratar de captar parcelas libres con el fin de dedicarlas a esta actividad. De hecho, hay más de treinta personas en lista de espera por este motivo, cifra a la que contribuye el atractivo de la apicultura para numerosos emprendedores del medio rural. Se buscan 65 asentamientos para unas 3.600 colmenas. El origen del problema estriba en los requisitos exigidos en lo concerniente a las distancias: 400 metros de casco urbano; 100 metros de autovías, carreteras nacionales y naves agropecuarias; 25 metros de carreteras de otro orden y caminos, y al menos dos kilómetros de otros emplazamientos ya existentes. De manera que empiezas a restar hectáreas y al final tienes que poner la colmena en la terraza de tu casa.
El apicultor no deja de ser el más singular de los ganaderos, ese oficio abnegado de gentes recias hostigado en la actualidad por una legislación muy estricta y ministros descerebrados como Garzón.
Como nadie lo remedia, en el variopinto paisaje español ya resulta más fácil toparse con aerogeneradores, parques solares o macrogranjas que con colmenas. Así es imposible luchar contra la entrada de miel china. Los que mandan no reparan en un detalle: la relevante función polinizadora de las abejas, clave para el equilibrio de los ecosistemas y la agricultura, es decir, para la alimentación mundial. Lo apuntaba el propio Einstein: sin antófilos, los humanos y el planeta nos vamos al guano. Cuidado.
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