José Antonio Morante de la Puebla
No creo que sea el mejor Morante de la historia, en su ya larga carrera hemos conocido pasajes hermosos de locura colectiva, pero si tengo claro que está en el gran momento que necesita la fiesta. Fresco, valiente, audaz y comprometido con el nuevo papel que le ha tocado asumir, es el nombre propio de la temporada.
Y Morante, en una resurrección de genialidad clásica, se dio cuenta que podía ser el nuevo Gallito, Rey de los Toreros. Quemó las naves de un reciente y abúlico pasado, dejó de pagar facturas al comisionista y se puso el mundo por montera.
Listo, como pocos, entendió que este era su momento, que podía mandar sin levantar el teléfono, que era dueño de su arte, de su torería y de su destino hacia la cima del toreo. La intentona descafeinada y pandémica de Ponce en 2020 no llevaba a ningún sitio, quizás al retiro. Y por eso retomó el camino que otras grandes figuras recorrieron en el pasado, apostando por otros encastes, gestas, encerronas, golpes de audaz genialidad para despertar una tauromaquia herida por aburrimiento mercantil y con los días contados.
No creo que sea el mejor Morante de la historia, en su ya larga carrera hemos conocido pasajes hermosos de locura colectiva, pero si tengo claro que está en el gran momento que necesita la fiesta. Fresco, valiente, audaz y comprometido con el nuevo papel que le ha tocado asumir, es el nombre propio de la temporada. Es un desafío de estilo añejo, de casta de torero, que no sé si otros se atreverán a seguir, ellos se lo pierden por falta de agallas o de ambición, pero eso no le importa a este nuevo Morante, con la mirada fija en toriles y dueño de sus miedos y de su gloria, disfrutando su renacer. Cuando un artista está bien se le nota y el cigarrero desborda arte todas las tardes. Salve al nuevo Gallito. Has regresado cuando más se necesitaba.
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