Hemos comprobado la casta de los toros en los tercios de banderillas que, salvo en el último toro, ha sido un caos permanente, como explico, otra de las facetas del toro encastado que, bromas no permite ni una. Y con ese tipo de toros hemos visto a un torero cabal, auténtico, con ese sello antoñetista que suele enloquecer a los aficionados de Madrid con toda la razón del mundo.
Corrida de la cultura. Torero cabal, Emilio de Justo, con sello antoñetista
Antonio Ferrera ha tenido como primero un tío con toda la barba que, como casi todos sus hermanos, lucía pitones para colgar la ropa de cualquier guardarropía del primer teatro que encontrásemos. Era un toro para asustar a cualquiera; eso sí, por su trapío, arboladura y casta, tenía doce pases para ir directamente a la gloria. El diestro ha estado valiente y, su prosopopeya habitual no ha podido llevarla a cabo. Ha matado con horror tras ese paseo infame que hace apuntado al toro hasta que llega a su encuentro. Su segundo ha peleado mucho en varas como toda la corrida que, por cierto, se han repartido más varas en el día de hoy que en tres ferias de provincia juntas. El animal se le ha quedado sin demasiada fuerza y con una nobleza borregona que no tenía el menor interés para nadie. Otra vez la misma puesta en escena que no ha servido de nada. En el último suyo, un animal un tanto incierto no quería colaborar con la tragicomedia del diestro y todo se ha perdido en la nada.
Hemos comprobado la casta de los toros en los tercios de banderillas que, salvo en el último toro, ha sido un caos permanente, como explico, otra de las facetas del toro encastado que, bromas no permite ni una. Y con ese tipo de toros hemos visto a un torero cabal, auténtico, con ese sello antoñetista que suele enloquecer a los aficionados de Madrid con toda la razón del mundo. Si en sus dos primeros ha estado genial, auténtico, puro como pocos y, además de todo ello, sabedor de que se jugaba la vida. Sus naturales han sido prodigiosos, de una belleza muy difícil de explicar, pero de una convicción maravillosa de cara a los aficionados que lo han vitoreado sin cesar y, lo que es mejor, con toda justicia. Ha cortado tres orejas en sus primeros enemigos pero, en el último, un toro realmente difícil por el que nadie dábamos un duro, De Justo, a base de torería, valor, paciencia y sabiduría le ha hecho una faena vibrante en la que, sus naturales y derechazos han tenido un calado memorable. El toro lucia otros dos pitones que daban pavor pero que, Emilio, ni se ha inmutado al verlo. Estocada un pelín delantera que ha necesitado de tres descabellos cuando tenía en su mano la cuarta oreja. Tarde inolvidable la de este diestro que tardaremos mucho tiempo el olvidar puesto que de sus manos y sentidos ha brotado el arte y la verdad del toreo.
Definitivamente, sin excusa alguna, Emilio de Justo ha salido hoy por la puerta grande para entrar en ese estatus de toreros importantísimos del que nadie puede apearle. Me resisto en darle a nadie el calificativo de figura porque me suena a farsa, como hemos visto cientos de veces con las figuras actuales, pero sí digo que, a partir de este momento Emilio de Justo es un torero de toreros.
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