Y es que el periodismo deportivo antimadridista es como la izquierda española: se juega con sus reglas y, si no lo haces, si decides hacerlo con las tuyas, en menos de lo que canta un gallo te organizan el Comité de Salvación Pública y te expulsan del Paraíso de la Objetividad. Y en ese tribunal no sólo se te explica qué es ser español y qué es no serlo sino que también, y por el mismo precio, se te imparten lecciones de periodismo. Yo ya vengo llorado de casa porque a mí ya se me explicó en su día, y mientras José Mourinho dirigía al Real Madrid, que no era español sino portugués y que alentaba la desunión nacional por contar, por ejemplo, que en la selección de Vicente del Bosque, y con el consentimiento cómplice del seleccionador, se estableció un cordón sanitario alrededor de dos futbolistas del Real Madrid, Xabi Alonso y Álvaro Arbeloa. Como Mourinho, al que pagaba el Madrid, decidió no jugarle al Barcelona como querían Guardiola, Xavi y Piqué y el periodismo deportivo antimadridista, Mourinho pasó rápidamente a convertirse en un peligroso antiespañol y a los mourinhistas nos nacionalizaron portugueses por la vía rápida. La cosa viene de largo porque lo del cordón sanitario establecido alrededor de Arbeloa y Xabi no se podía contar y contribuía a la desunión del equipo nacional pero, sin embargo, sí se pudo contar que Luis prescindió de Raúl González Blanco porque era un elemento nocivo y encabezó una revuelta: no lo contó Luis, lo propagaron sus terminales mediáticas. Pero sobre Aragonés nunca hubo dudas porque aunque Luis no era precisamente del Madrid jamás en su vida cometió la torpeza de atacar de frente y sin freno al equipo que ha ganado más Ligas y más Copas de Europa y también ha cedido más futbolistas que ningún otro a la selección nacional.
Pero el madridista debe callar, agachar la cabeza y obedecer todo lo que le diga el periobarcelonismo y el perioatletismo. Y tiene que aplaudir, por ejemplo, el que un seleccionador abiertamente antimadridista no convoque a ningún futbolista del Real Madrid en más de cien años de historia. El madridista debe decir que España jugó bien contra Suecia cuando no lo hizo, o contra Polonia; el madridista debe decir que el partido contra Suiza fue como rememorar el Francia-Brasil del Mundial del 92. Si el madridista no dice eso por la sencilla razón de que le cae mal Luis Enrique o simple y llanamente porque, en uso de su libertad de expresión recogida en la Carta Magna, pasa de la selección, el madridista es antiespañol y en concreto el periodista deportivo madridista mancilla la profesión. Porque la profesión periodística, insisto, la mancilla quien dice que esta selección no se ha medido aún con ningún equipo importante y no quien, repito que desde un programa deportivo de la televisión pública plagado por cierto de antimadridistas, se pregunta si es bueno para el fútbol español que el Real Madrid alcance las semifinales de la Champions. Eso es periodismo, criticar a Luis Enrique es show y faranduleo.
Si la federación española hubiese buscado el consenso no habría apostado por Luis Enrique, ¿no? Imagino que, al hacerlo, al apostar por alguien que cuestionó en su día ni más ni menos que los valores del Real Madrid, Luis Rubiales dio por hecho que lo que ha pasado a lo largo de esta Eurocopa podía suceder, ¿verdad? Podía suceder que los madridistas se desengancharan pero ha resultado que ha sido la inmensa mayoría de la afición la que lo ha hecho. A mí, que ya digo que llevo siendo portugués desde que Mourinho dirigía al Madrid, estas cosas españolas ya no me sorprenden, la verdad, y las observo todas desde mi casita en playa da Marinha. Cuando, antes de que el Comité de Salud Pública me retirara el documento nacional de identidad y hasta el pasaporte sanitario, yo era español por la gracia de estos periodistas deportivos antimadridistas ya sucedían estas cosas. Y en el periodismo también. Recuerdo, por ejemplo, que se podían escribir artículos relacionando directamente al Real Madrid con la compra de árbitros pero no se podía decir que Guardiola, que se tiró veinte años troleándonos, era un caradura por descubrir que era antiespañol al día siguiente de colgar las botas con España.
Hoy el primer pedorro que pase por el Bernabéu sí le puede decir desde cualquier pasquín a Florentino Pérez cómo debe dirigir al Real Madrid y a quién y por cuánto debe fichar pero no se puede criticar que Luis Enrique le regale la titularidad a un futbolista que ha jugado con el City los minutos de la basura; lo primero es periodismo, lo otro es espectáculo. Es la eterna doble vara de medir: gente que mira hacia otro lado cuando en una final de Copa se insulta al Rey o se pita el himno nacional y que luego se persigna porque a Alvarito Morata le llaman tronco: ¡Ave María Purísima! Se han apropiado del relato, se han adueñado de él. El balón es suyo y, si quieres jugar, tienes que dejarte marcar un gol para que no se lo lleven a casa. Pues yo, qué queréis que os diga, no juego. Prefiero hablar con libertad y decir en voz alta que preguntar si es o no es bueno para el fútbol español que el Real Madrid juegue las semifinales de la Champions es basura pura y dura y, además, subvencionada, que es lo peor porque, al final, esa mierda aburrida la pagamos usted y yo, y eso que yo soy portugués.
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