Livinio Stuyck
Descendiente de una de las familias de origen belga que acompañaron a Carlos I cuando vino a España a tomar posesión de su trono y que con el tiempo se hizo cargo de la Real Fábrica de Tapices, Livinio Stuyck Candela -sobrino de uno de los últimos directores de aquella institución- llegó a ser, por lo menos, tan famoso como sus ilustres parientes pero por otros motivos bien distintos.
Se le escapó a Bernabéu
Paco Delgado
Burladero /12 de mayo de 2022
Se cumplen 75 años de la primera edición de la madrileña feria de San Isidro, un invento de don Livinio Stuyck que quiso, por una parte, revitalizar el abono de Las Ventas, y, por otro lado, que la capital de España no fuera menos que, por ejemplo, Albacete, creando un serial en torno a la festividad del patrón.
Descendiente de una de las familias de origen belga que acompañaron a Carlos I cuando vino a España a tomar posesión de su trono y que con el tiempo se hizo cargo de la Real Fábrica de Tapices, Livinio Stuyck Candela -sobrino de uno de los últimos directores de aquella institución- llegó a ser, por lo menos, tan famoso como sus ilustres parientes pero por otros motivos bien distintos.
Abogado de profesión y con gran visión para los negocios, representaba en el consejo de administración de la empresa explotadora de la plaza de Las Ventas a un grupo de accionistas catalanes.
Al jubilarse el gerente de la sociedad, José Alonso Orduña, se le pidió a él que ocupase el puesto, a lo que en un primer momento se negó. No era especialmente aficionado a los toros y, además, Santiago Bernabéu le estaba tentando para que se incorporase a la directiva del Real Madrid, en el que por entonces se ponían los cimientos de un esplendente futuro.
Pero la insistencia de los miembros del consejo de administración de Nueva Plaza de Toros de Madrid, y en especial de don Honorio Riesgo, consejero delegado de la misma, y del Banco Mercantil e Industrial, pieza clave en el devenir de la Monumental madrileña, le hizo aceptar la gerencia si bien de manera provisional. Una interinidad que acabaría prolongándose en el tiempo casi tres décadas.
La primera medida que adoptó al llegar a su nuevo cargo, y ver que en sus arcas predominaban las telarañas, fue pedir un préstamo para poder hacer frente a la nueva temporada. Millón y medio de pesetas -que la época era una pasta- que aflojó el banco al que don Honorio Riesgo representaba y que no puso muchas pegas. La segunda fue potenciar el abono de Las Ventas, bastante bajo por entonces. Y para ello no se le ocurrió otra cosa que, al igual que se hacía en otras plazas, organizar un serial de festejos continuados. La feria de San Isidro.
En un primer momento la idea no pareció hacer mucha gracia al taurinismo de entonces. Camará, apoderado de Manolete, la gran figura de aquellos años, directamente le dijo que no lo veía y el Monstruo se quedó fuera de la primera edición. Y, desgraciadamente, nunca llegó a estar en sus carteles... Marcial Lalanda, que llevaba a la otra gran figura, Pepe Luis Vázquez, sobre la que se quería montar el ciclo, sólo a regañadientes le contrató para una de las cinco funciones que compusieron aquel primer serial isidril. Cinco festejos, cuatro corridas y una novillada, que con el tiempo se multiplicarían hasta llegar a los treinta, o más, según los años y las ganas, que se programan en la actualidad. También con los años acabó convirtiéndose en un fenómeno social y todo aquel que pretendía ser en la capital tenía que estar presente en San Isidro, lo que unido a la habilidad de algún empresario posterior a don Livinio para televisar el evento, hizo que la feria madrileña se transformase en un suculento bocado. Para la empresa arrendataria de la plaza y para la Comunidad de Madrid, en cuyas manos acabó la propiedad.
Un pingue negocio que, por el contrario, acabó perjudicando a la propia entidad de la feria, que al tener una rentabilidad extraordinaria y prácticamente asegurada fue rebajando la calidad de su composición para aumentar los beneficios, y fue en detrimento de la temporada venteña, que de marzo a finales de octubre disfrutaba de las principales figuras y que ahora sólo se anuncian en mayo y con cuentagotas, siendo el resto de la campaña terreno abonado para aspirantes y noveles en busca de promoción pero sin tirón alguno entre el gran público, lo que ha provocado que al margen de las tardes de feria la asistencia sea mínima y deplorable ¿Vaya una cosa por la otra? No sé...
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