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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

viernes, 30 de mayo de 2025

Feria de San Isidro. En la tarde de Roca Rey, salimos de la Plaza comentando lo de Morante, tan lejos de la vulgaridad de hoy. Márquez & Moore

Agropecuaria Camporreal S.L.

'..a los sones del pasodoble «Gallito», interpretados por la banda del Maestro Zahonero, hicieron el paseo los diestros Diego Urdiales, Roca Rey y Rafa Serna, a los que esperaba en las mazmorras que custodia ese Gerión de Talavera de la Reina llamado don Florencio Fernández un encierro de seis Toros de El Torero, cuyo propietario es la Agropecuaria Camporreal S.L., que más parece nombre de una industria de aceitunas, que de una franquicia de la sangre juampedrera..'


JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ
Mientras los alguacilillos andaban a lo suyo por el ruedo con sus corceles, calcetines blancos para el de doña Rocío, calcetines encarnados para el de don Francisco Javier, aún no se había apagado el run-run de lo del día anterior. Coincidieron varios en decir que al llegar a casa tras la corrida, aún emocionados por lo vivido, decidieron poner la TV para volver a ver la faena de la Feria y de unas cuantas ferias, y todos convenían en la tremenda decepción que les produjo ver esas imágenes, porque nada apenas tenían que ver con lo vivido en la Plaza un rato antes. En ellas salía Morante de la Puebla y salía un toro negro, y ahí se acababa la conexión de lo visto en la Plaza y lo mirado en la TV, donde el alarde de torería de Morante quedaba difuminado, como en una fantasmagoría.
No sólo se comentaba el fracaso de la TV en captar el alma de la faena, sino también se volvía de nuevo la imaginación a ese pequeño espacio al pie del Tendido 9 donde se había producido la epifanía del toreo apenas veinticuatro horas antes. Chocan, respecto a la tarde del día precedente, varias cosas: choca que muchos aficionados anden mosqueados con el timo ése de las orejas, que si sí, que si no… cuando has tenido delante una gran faena de la que te acordarás dentro de dos lustros, dar relevancia a esos despojos peludos y llenos de ácaros es confundir muy severamente lo importante con lo accesorio. Yo, personalmente, aboliría ese deplorable galardón que casi nada significa ya: Alejandro Talavante cortó dos orejas de ésas en la primera corrida de la Feria y nadie recuerda un solo retazo de aquel trasteo; hoy mismo dos de los actuantes han cortado sendas orejas por unas faenitas menores y de vuelo bajo; anteayer el denodado valor de Juan de Castilla o el de Diego San Román el martes, frente a enemigos de bastante más respeto que los de hoy, no recibió esa peluda recompensa que apenas da pistas sobre lo que haya podido pasar en el ruedo, pero que sirve perfectamente para que se aclare quien no tiene la capacidad o los conocimientos para explicar lo que ha visto:

-¿Qué tal los toros?

-¡Muy bien! El torero Fulano ha cortado dos orejas.

Y con eso parece quererse garantizar que la tarde fue óptima. Ahora vaya usted a explicar a ese personaje la cantidad de faenas que recordamos bien y que no tuvieron otro galardón mayor que el de permanecer en la mente de quien la contempló, que esto lo explicaba muy bien Julito Aparicio cuando decía que «las orejas se tiran pero las faenas quedan ahí, en la retina de los aficionados» Y en el alma, Julio, en el alma también.

La cosa es que aún vivíamos una especie de resaca de lo del día anterior y tampoco es que se nos fuese a pasar la ensoñación mirando el extraño cartel que habían perpetrado los cerebros de Plaza1, uno de esos carteles que necesitas una presentación en power point para tratar de entender qué pinta la figura del momento, el que mueve las taquillas, el que manda, junto a un hombre un año mayor que él, que viene sin apoderado a confirmar la alternativa que le dieron hace siete años y con un ya viejo torero de cincuenta tacos, cuyo último triunfo en Las Ventas tuvo lugar hace ya sus buenos años, en octubre de 2018. Así que a los sones del pasodoble «Gallito», interpretados por la banda del Maestro Zahonero, hicieron el paseo los diestros Diego Urdiales, Roca Rey y Rafa Serna, a los que esperaba en las mazmorras que custodia ese Gerión de Talavera de la Reina llamado don Florencio Fernández un encierro de seis Toros de El Torero, cuyo propietario es la Agropecuaria Camporreal S.L., que más parece nombre de una industria de aceitunas, que de una franquicia de la sangre juampedrera.

A veces hemos querido ver en Diego Urdiales un atisbo de Buster Keaton, el popular «Pamplinas», apodado también «Cara de Palo» por su seriedad y su constante estado de estupefacción. Ese gran genio del cine mudo nos ha dejado obras imperecederas, tanto en sus largos como en sus desternillantes cortometrajes, lo mismo que Urdiales ha dejado su sello en algunas faenas de mucha calidad y torería, y además lidiando con ganado de respeto. Ahora, desde hace unos años, se ha pasado a la cosa del artisteo, lo cual quiere decir que su conocida falta de regularidad ya se puede explicar en base a las Musas y la inspiración. 

Su segundo paso por Las Ventas en esta Feria de San Isidro fue de un poco más enjundia que el primero, aunque no creo que nadie perdiese la cabeza por las mañas que demostró Urdiales ante sus dos toros. Le podemos justificar algo más que decidiese no enredarse en demasía con su primero, que era un flan, pero en su segundo da la impresión de que no quiso o no pudo componer una obra de mayor valor que los trapazos que le pegó, porque el toro, Federal, número 13, tenía otras condiciones embestidoras y de comportamiento ante las que Urdiales planteó un trasteo larguísimo, como si quisiera vencer al toro a base de aburrimiento. Las dos faenas de Urdiales nos proporcionaron ocasión propicia para seguir charlando de mil y un matices observados en la faena de Morante del día anterior.

Por delante había salido Rafa Serna, de blanco y oro, con la cosa de la confirmación. Digamos que con su primero no tuvo muchas opciones de mostrar sus trazas a la parroquia, que el pupilo de la Agropecuaria Camporreal S.L. tenía menos fuerza que una gaseosa abierta hace un mes. Sacó sus arrestos y sus ganas de que se hablase de él en su segundo, Barbecho, número 121, al que recibió a porta gayola. Su labor con la muleta estuvo marcada por el valor, ante la brusquedad del toro, que pegaba unos derrotes de aúpa. Uno de ellos le llegó a la cara, hiriendo al torero en la mejilla. Lo intenta valerosamente por los dos pitones, recibiendo la dureza de las embestidas del toro y resistiendo con entereza los derrotes que le prodigaba el bicho. Estocada desprendida y oreja al canto, que hará felices a los que les gustan las orejas.

Roca Rey volvió a dar, en su primero, la impresión de que él estaba en Las Ventas por estar. Que esta Plaza, en las actuales condiciones del torero, ni le da ni le quita nada. Puro trámite sin emoción y más con las pocas simpatías que había despertado el toro entre la audiencia. El Cóndor tiró de oficio, empezó lo suyo de rodillas con pases cambiados, que ya aburren bastante, y luego compuso una faena en la que no arriesga un alamar y donde su ausencia de compromiso y su ventajismo son las señas más reseñables. Estocada. 

Su segundo es Tomillo, número 85, ante el que puso en marcha su tauromaquia más fiestera, ante el sosainas del toro, que es jaleada por unos en broma y por otros en veras, pero que al final los de las veras se hicieron con el cotarro y ahí Roca se convenció de que lo mismo la cosa no le iba a ir tan mal, profundizando en su larga y ventajista faena que llevó a muchos al paroxismo con lo de los invertidos circulares, que yo le conté cuatro y podían haber sido cuatrocientos. No creo que nadie se haya hecho hoy partidario de Roca Rey, visto lo visto, pero los que venían con la ilusión de la cosa de la oreja, le vieron pasear el anillo de Las Ventas con una en la mano. Con eso ya daban bastantes espectadores por amortizado el importe de la entrada.

Salimos de la Plaza comentando lo de Morante del día anterior, que no se va de la cabeza, a tan enorme distancia de la vulgaridad de lo visto hoy.

El confirmante


ANDREW MOORE



















FIN

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