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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 13 de mayo de 2025

¿Otra corrida de los quites? / por Carlos Bueno


'..Y saltó el sexto, con más movilidad y transmisión. Después de recibirlo Tomás Rufo y de acudir al caballo, salió del peto con alegría. Se plantó Morante en los medios; era su turno de quites. Citó al astado y le recetó un ramillete de bellísimas verónicas, acariciando cada embestida, acompañándolas con el alma. Sello personal. Estampa añeja. Torería única. Y la plaza respondió al unísono, emocionada, alegre, satisfecha..'

¿Otra corrida de los quites?

Carlos Bueno
Ya había matado Morante a sus dos toros sin que se hubiera producido el triunfo numérico. No cortó orejas pero dejó pasajes para el recuerdo. Capotazos sentidos y muletazos con enjundia; trazos en redondo, profundizando las embestidas detrás de la cadera; mentón hundido en el pecho, riñones encajados; trincherillas sorprendentes; pellizcos para el corazón. Genuino; como siempre. Ambicioso; aparentemente más que otras veces. Quizás quería redondear su paso por la feria de abril de Sevilla a lo grande. Pero después de dos tardes de éxito estadístico no era fácil mantener la relación de trofeos. Otra cosa era la medida artística, que esa sí que la sostuvo. No aguantaron los toros, que les faltó una miajita de tó: fuerzas, casta, clase… No acabaron de emplearse y así todo se complica.

Y saltó el sexto, con más movilidad y transmisión. Después de recibirlo Tomás Rufo y de acudir al caballo, salió del peto con alegría. Se plantó Morante en los medios; era su turno de quites. Citó al astado y le recetó un ramillete de bellísimas verónicas, acariciando cada embestida, acompañándolas con el alma. Sello personal. Estampa añeja. Torería única. Y la plaza respondió al unísono, emocionada, alegre, satisfecha.

Recordé la conocida como “corrida de los quites” por el pique entre Joselito y Ponce. Sucedió en Madrid el 23 de mayo 1996. Delantales, crinolinas y tafalleras del madrileño. Chicuelinas y verónicas con el compás abierto rematadas con una media de rodillas del valenciano. Réplicas y contrarréplicas. Series que enloquecieron la plaza. Emoción desbordada. Toreo de capa. Toreo con mayúsculas. Simplemente Toreo. Y también recordé las palabras del irrepetible Curro Romero quejándose de un reglamento encorsetador: “Cómo me gustaría poder realizar una faena íntegramente con el capote”, confesó en cierta ocasión. Pero el Faraón de Camas se retiró sin poder cumplir su sueño.

Quizá el subconsciente me trajo a la memora la corrida de los quites y el deseo de Curro porque era un buen momento para que Rufo hubiese replicado a Morante, y para que a continuación el de La Puebla hubiese contrarreplicado invitado a seguir por el toledano. Sin embargo no es lo que se lleva. No es lo habitual. Quizá no es lo lógico porque los toros tienen una duración finita y para cortar las orejas hay que realizar una mínima faena de muleta. ¡Pero cuánto hubiesen disfrutado los aficionados! ¡Cuánta emoción se habría producido! ¡Cuánto se hubiera agradecido en tiempos de monotonía y predecibilidad!

Posiblemente no era lo más conveniente para los intereses de Tomás Rufo, que después toreó más bien que la mar, cortó una oreja más que merecida y demostró que es uno de los valores más sólidos del momento. Es cierto; posiblemente no era lo idóneo para conquistar sus intenciones. Pero estoy convencido de que sacrificar su empeño a favor del espectáculo general sólo le hubiera reportado simpatías y partidarios, y una promoción de incalculable valor. Tomás Rufo nació tres años después de la famosa corrida de los quites. Ni lo vivió ni, como es normal, se le ocurrió. Larga vida al toreo de capa, a la libertad de creación, al espectáculo total. Y larga vida a Rufo, que, eso sí, toreó más bien que la mar.

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