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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 28 de julio de 2012

Cuadris en Tudela / Por José Ramón Márquez



José Ramón Márquez

Toros en Tudela, y cuando se dice toros se quiere decir exactamente eso. Seis de Cuadri para Rafaelillo, Antonio Ferrera (que sustituye a Javier Castaño) y Alberto Álvarez. Seis toros negros de Huelva que vienen a Navarra a proclamar el honor de su divisa; seis toros lustrosos, bien criados, de pelo brillante, herrados con el mimo característico de la casa, seis toros de ganadero escrupuloso con seriedad y presencia.

Y ahí estriba la diferencia de lo de tantas tardes en tantas plazas, en la presencia de los toros que infunden respeto, que rematan en tablas, que están pendientes de los caballos, que no rehúyen la pelea con los del castoreño, toros que llegan a la muerte con la boca cerrada; ahí está la auténtica salvación y futuro de la Fiesta, en echar por esas Plazas toros no aptos para bufonadas, toros que pidan que se les trate con la misma seriedad que ellos ponen sobre la arena de la Plaza.

Y, claro, cuando hay toros las cosa son algo más tensas que de costumbre. Hay más peones que toman el olivo, hay matadores que se ven desbordados, hay picadores que emplean toda la fuerza de su brazo en tratar de destrozar las fuerzas de los de negro, nada nuevo.

El cuarto fue un gran toro. Se llamaba Bayunquero, número 16. Se arrancó al caballo con fuerza y con fijeza. Antonio Muñoz le agarró una buena vara arriba midiendo el castigo y el animal se creció en el castigo sin cesar de empujar, metiendo los riñones con vigor  y sin hacer caso a los capotes. Cuando lo arrastraron un solo espectador se puso en pie para aplaudirle mientras las alegres peñas se rociaban entre ellas con vinazo de tetra brick.

Y ante toros de respeto, los toreros. Rafaelillo, en su primero, sacando los pases de uno en uno buscando la posición sin rematar ni fiarse; en su segundo, después de que en el inicio de la faena el toro le cerrase en tablas y tuviese que salir de naja tirando el capote, guiño de complicidad al picador señalando lo bien que había masacrado al toro al que toreó de puro compromiso. Ferrera, sorprendido por la embestida tremenda del primero en banderillas, un tremendo toro llamado Junquero, número 38, opta por poner dos de los tres pares y pide el cambio. En el segundo, ya más a su estilo, hace los pares atléticos de siempre con variada fortuna. Con la muleta, muy por fuera en ambos toros, rematando los muletazos bien lejos y sin tratar de mandar ni de poder a los oponentes. Alberto Álvarez, bastante que estuvo allí con sus carencias.

A espadas la cosa pintó de pena. Realmente deplorable el uso de los estoques por parte de los tres coletas. En resumen, triunfo largo de los toros sobre sus matadores.

Ebanista, número 28
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