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Mientras el Ministro de Cultura censura parte de la cultura despreciando la tauromaquia, en actos culturales como la entrega de los últimos premios Goya, uno de los galardonados celebra el premio presumiendo de afición a los toros simulando dar un pase, algo que también hizo el ciclista Javier Romo al ganar una etapa en Australia el pasado 23 de enero.
A Urtasun le tocan las narices
Carlos Bueno
Hace sólo unos días leí una frase que decía: “Si para vivir del cine necesitas ayudas del Estado, entonces no vives del cine, vives del Estado”. La afirmación, tajante y aclaradora, pone en tela de juicio las habituales exigencias que parte del negocio cinematográfico reclama al Gobierno de turno. Nuestros actuales mandatarios, dados a hacer generosas donaciones a todo tipo de colectivos, recogen el guante y aumentan las dotaciones económicas buscando simpatías y adeptos en todas las esferas, por supuesto, también en el mundo de la cultura; al menos en la cultura que ellos deciden que es cultura.
La Real Academia de la Lengua define cultura como “conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etcétera”. Por lo tanto, la tauromaquia es cultura le pese a quien le pese. Pero algunos la desprecian, la arrinconan y la censuran.
Nuestro Ministro de Cultura incumplió su deber de proteger, conservar y promover los toros y su obligación de tutelar el derecho de todos a su conocimiento, acceso y libre ejercicio, y eliminó el Premio Nacional de Tauromaquia porque sólo gobierna para los que piensan como él.
Pero no ha conseguido su objetivo y el premio ha resurgido cual Ave Fénix gracias al apoyo del Senado y de nueve Comunidades Autónomas cuyo jurado dictaminó que este año el galardón fuese para el cineasta catalán Albert Serra por su película “Tardes de soledad”, que comunica la esencia y los valores del toreo a través de un torero real, Roca Rey, que se entrega de forma absoluta a su profesión hasta, incluso, ser capaz de dar su vida.
“Tardes de soledad” ha sido premiada en innumerables festivales nacionales e internacionales, pero no tuvo cabida en la última edición de los “Goya”, otorgados por la Academia de Cine de España, donde, cada año, muchos de los que viven de las ayudas del Estado se erigen en portavoces del dogma de la razón única, poseedores de una superioridad moral que, junto a algunos de nuestros políticos, les autoriza para dictaminar y despreciar a su antojo.
Pero siempre se cuela algún imprevisto en escena y, si al Ministro de Cultura le debió de tocar las narices que se siguiera otorgando el Premio Nacional de Tauromaquia, ahora le debió tocar las orejas que el músico C. Tangana, galardonado con dos “Goyas”, no escondiese su afición taurina y celebrase la concesión de los premios simulando dar un pase con una de las estatuillas. Por cierto, algo que también hizo el ciclista del Movistar Javier Romo cuando ganó una etapa del Tour Down Under de Australia hace un par de semanas.
En los últimos años la tauromaquia sólo recibió 65.000 míseros euros de los Presupuestos Generales del Estado, repartidos en 35.000 euros para la Fundación Toro de Lidia y 30.000 para el Premio Nacional de Tauromaquia que ahora se ha suprimido, mientras el cine percibe más de 100 millones anuales. Y por cada euro que aporta a las arcas públicas el cine español en concepto de IVA, las plazas de toros generan ocho euros. No se trata de polemizar ni rivalizar, simplemente de ser realistas y respetuosos, porque al final siempre se cuela alguno que no vive del Estado para acabar desmontando falacias y mostrando su cultura de forma natural y espontánea.
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