El ganadero y presidente de la Fundación del Toro de Lidia, Victorino MartínThorun Piñeiro
Los valores democráticos suponen el respeto a los demás, incluidas las minorías (que no es nuestro caso)
Victorino Martín: «El ministro de Cultura es también el ministro de los toros, le guste o no le guste»
El ganadero defiende en El Debate que los que se dedican al toro bravo mantienen «un patrimonio cultural único» que merece ser preservado
Andrés Amorós
Había quedado hace días con Victorino Martín para una charla, en El Debate, cuando lo permitiera su trabajo en el campo. Acude ahora por primera vez a la sede del periódico este ganadero y presidente de la Fundación del Toro de Lidia. Está contento por el éxito grande del acto en el que se ha presentado el nuevo Premio Nacional de Tauromaquia, nacido para llenar el vacío dejado por el sectarismo del ministro Urtasun. De hecho, interrumpen nuestra conversación las llamadas de otros medios que le reclaman, para hablar de este premio. La Fundación ha logrado que se coordinen nueve comunidades autónomas, encabezadas por la de Madrid y por el Senado. Es obligado comenzar por ahí nuestra conversación.
— Ha sido una jornada de alegría, una defensa de la cultura de la libertad, frente a la censura y las cancelaciones.
— Esa es la realidad. Lo que ha hecho la Fundación es contribuir a unificar las iniciativas, surgidas como lógica reacción a una decisión sectaria y absurda: el ministro de Cultura español es también el ministro de los toros, le guste o no. Es un dislate que un político actúe en contra de su pueblo. El Senado y las nueve comunidades autónomas representan a la mayoría de la sociedad civil española. No recuerdo que haya habido antes una unión semejante.
— ¿Qué características principales tiene este premio nacional?
— Nace con vocación de ser anual (mientras persista la actitud del Ministerio de Cultura, claro está). Se fallará el 11 de febrero, en Toledo, en el Palacio de Fuensalida. Se entregará en el Senado. Puede premiar a una persona o a una institución que haya destacado, en la última temporada, por su defensa de los valores culturales de la Tauromaquia. Compondrán el Jurado representantes de las Comunidades Autónomas convocantes, de la Federación de Municipios y Provincias y de los anteriormente premiados.
Como resumió Fernando Savater, dentro de unos años, nadie se acordará de quién era un señor llamado Urtasun
— Este premio no tiene un color político. Lo convoca también un presidente de comunidad del PSOE.
— Exactamente igual que la Fiesta, que es del pueblo español: algo que nos une. Lo mismo que Madrid, Castilla-La Mancha fue una de las primeras comunidades que apoyaron la idea, por la gran afición taurina que siempre ha habido en esas tierras.
— Un político no puede definir lo que es la cultura, no debe intentar adoctrinarnos.
— ¡Claro que no! Cultura es lo que nos hace ser lo que somos; cultura es libertad. Ningún gobernante puede imponernos lo que es cultura: los que lo han intentado han fracasado. Así va a suceder también, en este caso. El Ministro de Cultura español está obligado por la ley a promover y fomentar la Tauromaquia: justamente, lo contrario de lo que ha hecho. Como resumió Fernando Savater, dentro de unos años, nadie se acordará de quién era un señor llamado Urtasun y muchísimos seguirán recordando a un artista como Curro Romero.
— Pasemos a otro tema, el de la Fundación del Toro de Lidia. ¿Para qué nació?
— Para proteger a la Fiesta de algunos ataques de ayuntamientos y de las redes sociales; por ejemplo, los lamentabilísimos que surgieron, al fallecer Fandiño y Víctor Barrio. Nació también para normalizar la relación de la Tauromaquia con la sociedad, sin ningún tipo de complejos. Y para ser la casa abierta a toda la gente del toro.
— Esa defensa implica contar con buenos juristas.
— Los tenemos. Por eso hemos ganado ya más de un recurso. Grandes abogados colaboran con nosotros de un modo totalmente altruista. Ésta es una Fundación sin ánimo de lucro: agrupa a los profesionales que hayan querido unirse a ella de modo voluntario, no obligatorio, y a muchos aficionados.
— Echan de menos algunos que combata también las corruptelas.
— La Fundación no entra en la regulación interna de la Fiesta. Hemos buscado la unidad: algo nada fácil de conseguir, en este país. Me parece casi un milagro que cumpla ya casi diez años de vida.
— Además de la defensa jurídica, la Fundación se ocupa también de los aspectos culturales de la Fiesta.
— Suelo repetir que, en el siglo XXI, un rito sacrificial como es la Tauromaquia se justifica por el toro bravo, por su valor ecológico y cultural. A esto último se dedica, dentro de la Fundación, el Instituto Juan Belmonte, en el que tú también has colaborado.
— ¿Por qué ha intervenido la Fundación en la organización de festejos?
— Lo hizo en una circunstancia excepcional, con motivo de la covid: con la ayuda de Movistar Plus, organizamos la gira de la reconstrucción. La Fiesta ha sido el único espectáculo que, en esa situación, supo reinventarse.
— Además de eso, habéis apoyado las novilladas.
— La formación del torero incluye varias etapas. Las escuelas taurinas realizan una labor excepcional, no sólo para el aprendizaje de la técnica, algo básico en cualquier arte, sino también para inculcar unos valores. Pero la labor de las Escuelas concluye, en cuanto los jóvenes debutan en festejos con caballos. Ahí es donde hemos intervenido, colaborando con cinco comunidades autónomas en la Liga Nacional de novilladas, que ha tenido un éxito tremendo.
— Participáis también en la llamada Copa Chenel.
— Muchos toreros sufren un parón, después de la alternativa: es bueno intentar ayudar a los que lo merezcan, para recuperarlos. Madrid tiene una larga tradición taurina como tierra de oportunidades.
— En los toros, muy pocos nombres propios han hecho innecesario el apellido: Juan y José, Marcial, Domingo, Pepe Luis, Luis Miguel… y también Victorino. Llevar ese nombre, ¿pesa?
— ¡Por supuesto! Pesa mucho, es una gran responsabilidad. Pero también es un gran orgullo.
— ¿Cómo resumes la aportación taurina de tu padre?
— Me parece evidente que ha marcado un antes y un después; sobre todo, por recuperar la importancia del toro, que es la base esencial de la Fiesta.
— Hablemos un poco de ti: has toreado y no te arrepientes de ello, aunque no triunfaras.
— ¡Qué va! Llegué a debutar con picadores y eso ha marcado mucho mi vida, de un modo muy positivo: me hizo aprender una serie de valores.
— Eres veterinario.
— No sólo estudié la carrera, la he ejercido, durante tres años, en Extremadura. Los veterinarios son necesarios para la Fiesta.
Lo que busco es la excelencia, que el toro sea más perfecto, no más suave
— También has sido apoderado de toreros.
— De José Tomás, en sus comienzos; de Miguel Abellán; de Luis Bolívar… Intentaba ayudar a jóvenes en los que veía condiciones. Pero, como apoderado, si eres responsable, se pasa muy mal. No se me olvida, por ejemplo, el tremendo percance de Bolívar.
— Eres ganadero.
— Los ganaderos somos los mejores defensores del medio ambiente, mantenemos un patrimonio cultural único. El toro bravo es una píldora concentrada de nuestra cultura mediterránea.
— Dicen algunos que los victorinos ya no son lo que eran.
— Yo creo que siguen siendo lo que eran y, a la vez, son más. Han evolucionado, como el toreo y como la sociedad. Cuando murió mi padre, yo llevaba ya treinta años trabajando con él: continúo su tarea. Lo que busco es la excelencia, que el toro sea más perfecto, no más suave.
— Para el prestigio de tu ganadería, tampoco es malo que salga algún toro más difícil.
— Tampoco. Pero lo de ver al toro más o menos complicado depende también del torero que le haya tocado en suerte.
— A mí no me gusta la palabra «toreabilidad».
— A mí, tampoco.
— Como siempre se ha dicho, torear no es ponerse bonito, ni es lo mismo que dar pases. En cambio, lamento que cada vez se hable menos de «lidia».
— Es un error: si no se piensa en la lidia, vamos mal. Cuando el toro sale al ruedo, hay que «hacerlo», sacarle lo que lleva dentro.
— Rebajar la casta brava es malo para la Fiesta.
— ¡Sin duda! Ni mi padre ni yo hemos ido por ese camino.
— No se puede decir lo mismo de todos los ganaderos.
— Cada uno elige lo que busca: nosotros lo hemos hecho y ahí están los frutos conseguidos. Hay que criar toros pensando también en los aficionados. Como decía mi padre, a nadie le obligan a ser torero.
— Y la categoría de un diestro se mide con las corridas encastadas. Además, así mejoran ellos su técnica.
— Así ha sido siempre la Fiesta. Cuentan que Joselito le pidió a un ganadero, en el campo, que le echara vacas ya toreadas, para probarse… Sin llegar a eso, el que quiera ser figura ha de torear todos los encastes. Algunos ya lo están haciendo.
— Sólo algunos… Los triunfalistas dicen que hoy se torea mejor que nunca. Yo no lo creo.
— Se torea con más estética que nunca, porque el toro actual es más permisivo.
— A los antitaurinos les convendría conocer de verdad cómo vive el toro, en el campo.
— Así es. Recuerdo del caso de un antitaurino francés, una persona seria, que quería conocer la realidad del animal. Vino a casa, lo vio todo y me dijo su conclusión: si la cría del toro bravo incluye veinte escalones, él estaba de acuerdo con diecinueve, porque no cabe que un animal reciba un tratamiento mejor. Lógicamente, no le gustaba el último escalón, algo que se justifica por el arte.
Los valores democráticos suponen el respeto a los demás, incluidas las minorías (que no es nuestro caso)
— La sociedad española se ha hecho más urbana. Convendría que la gente conociera algo más cómo son las ganaderías.
— Cada día hay más ganaderías abiertas a eso. La nuestra lo está: el que quiera verla, en nuestra página web encontrará las posibilidades de visita que ofrecemos. Antes de la pandemia, hemos llegado a tener 9.000 visitantes en un año.
— Eso abre también el camino a un nuevo tipo de turismo cultural. No se puede olvidar que, además de sus valores ecológicos y culturales, la Fiesta tiene una importante trascendencia económica.
— Mucha gente vive de la Fiesta, con trabajos directos o indirectos. Es una fuente de empleos, de riqueza. Se ha estudiado que, por cada euro que se invierte en toros, en una ciudad o en un pueblo, la repercusión económica es de cinco a diez veces superior.
— Tú eres optimista sobre el futuro de la Fiesta.
— ¡Sin la menor duda! La Tauromaquia es una parte muy importante de nuestro patrimonio cultural, aunque algún ministro no se entere. Los valores democráticos suponen el respeto a los demás, incluidas las minorías (que no es nuestro caso). Tenemos la obligación de transmitir a nuestros hijos ese legado, que nos dejaron nuestros padres. Además, muchísimos jóvenes la están ahora descubriendo. Las plazas se llenan, en muchas Ferias, y los festejos populares viven un momento de gran auge.
— A pesar o gracias a Urtasun.
— Gracias, sobre todo, a la belleza y a la emoción que trasmite un toro bravo.
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