Pero si somos sinceros y nos atenemos a la realidad, no nos quedará más remedio que admitir que la verdadera simbiosis, ya sea consciente o inconsciente, es la que ha convertido al mundo musulmán y la izquierda europea en compañeros de viaje puesto que ambos salen beneficiados.
El primer elemento es la configuración de los bloques durante la guerra fría. Como Israel se alineó desde un principio con el bando liderado por los Estados Unidos, la izquierda mundial se enemistó con Israel por su proamericanismo. Nada tuvo que ver en ello el antisemitismo. Y al mismo tiempo, como la Unión Soviética apoyó a los países árabes, la derecha mundial comenzó a desconfiar de éstos, especialmente de los directamente enfrentados a Israel. Y ese esquema ha llegado hasta nuestros días aunque el régimen fundado por Lenin haya desaparecido hace ya más de treinta años. Pero como los paquetes ideológicos se compran completos e inmodificables, nos encontramos con las izquierdas de todo el mundo apoyando alegremente a unos regímenes teocráticos que a ellos los ahorcarían y con las derechas olvidando o ignorando que los del Irgún fueron tan terroristas como los de Hamás.
Por otro lado, la inmigración afroasiática en Europa ha aportado un nuevo elemento. Como los partidos de izquierda son los más favorables a la inmigración masiva e irrestricta, cuentan con el apoyo agradecido de las masas musulmanas instaladas en Europa, que saben muy bien a quiénes deben votar para que las puertas sigan abiertas. Por ejemplo, en una reciente encuesta publicada por el diario La Croix, se observa que La France insoumise, partido de la extrema izquierda dirigido por Mélenchon, es el preferido por los musulmanes franceses: en concreto, entre el 62 y el 69% en las votaciones de los últimos años.
Pero falta el elemento más profundo y de más largo alcance. Para ahorrar explicaciones demasiado largas para estos párrafos necesariamente breves, no hay más que atender a lo que Mohammad Tawhidi, imán chiita residente en Australia y conocido opositor al fundamentalismo, declaró en una entrevista que le hizo Dinesh d’Souza y que se puede encontrar en youtube:
“Cuando yo fui un extremista, un fundamentalista islámico, sólo votaba a la izquierda. Los consideraba estúpidos. Temía a los conservadores porque tienen principios. Son gente a la que no puedes lavar el cerebro. Pero la izquierda no tiene ni valores ni principios. Te reto a que encuentres un solo extremista islámico que vote por Donald Trump. Nunca lo harán. Votan a los izquierdistas, a los que tanto les gustan los desfiles del orgullo homosexual. Los extremistas islámicos están en contra de los homosexuales y los transgénero pero les parece bien que la izquierda los promueva. Animan a los izquierdistas a que hablen del clima, del aborto. ¡Continuad, continuad! ¡Suicidaos! Y las mujeres musulmanas luchan por el derecho al aborto, por eso de «mi cuerpo, mi decisión». «¡Adelante con ello! Pero, ¿abortarían ellas? Nunca. Ellas nunca matarían al musulmán que llevan en su vientre. Porque el futuro de América tiene que ser musulmán».
En resumen: los fundamentalistas islámicos y demás enemigos de Europa votan a quienes promueven su llegada para que sigan haciéndolo. Y en el futuro, cuando la sociedad haya sido destruida por unas políticas izquierdistas que detestan, esos mismos fundamentalistas se presentarán como la solución a la destrucción. Jugada perfecta. Victoria garantizada.
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