"...Esos toreros heroicos capaces de jugarse la vida a sabiendas de que, a lo sumo, si te salvas de la cogida puedes hallar otro contrato pero, es aval más que suficiente para que estos hombres nos ilusionen hasta el extremo de la locura..."
Donde queman los pies
Pla Ventura
La frase del enunciado tiene un significativo muy especial porque, en definitiva, certifica la grandeza de un diestro determinado que, en una tarde cualquiera es capaz de pisar un terreno prohibido. Ese lugar tan dubitativo para tantos en el que, por consiguiente, en un centímetro más o menos se encuentra la cogida y, a veces, hasta la muerte. Y tanto como queman los pies pero, es la única tabla de salvación para diestros relegados en su profesión en la que, cada tarde que hagan el paseíllo saben que puede ser la última, primero por la posible cogida que puedan tener y, acto seguido porque, de no “pasar nada” se acaban los contratos para siempre.
Esos toreros heroicos capaces de jugarse la vida a sabiendas de que, a lo sumo, si te salvas de la cogida puedes hallar otro contrato pero, es aval más que suficiente para que estos hombres nos ilusionen hasta el extremo de la locura. Sin duda alguna, lo peor que puede existir en el toreo es una tabla plana; es decir, que nada de lo que ocurra en el ruedo pueda conmovernos, sin duda, el peor castigo para el aficionado y, como damnificado total, el propio torero si se trata de hombres que no han llegado al estrellato.
El toreo bello es capaz de emocionarnos por la estética del mismo pero, sin profundizar demasiado porque si analizamos el toro que el artista tiene delante se nos resquebraja hasta el alma. Es muy difícil que, un torero –muy artista tiene que ser- que nos emocione ante un toro aborregado y sin casta. Por el contrario, en esta temporada nos hemos emocionado muchas veces antes diestros gallardos y altaneros; hombres apasionados que, como única vía de solución para sumar contratos no es otra que la tremenda disposición ante los aficionados y, por ende, para concienciar a las empresas que, la épica siempre tiene que tener premio, algo que no ocurre todos los días; me refiero al premio, no a la épica antes dicha por parte del torero.
Claro que queman los pies en ese terreno prohibido. El que quiera que lo experimente. Vemos al torero solo ante la fiera a sabiendas de que, el éxito es tarea inalcanzable y, el diestro en cuestión, atropellando la razón se lo juega todo a una carta. Por cierto, por ese sendero llegó Emilio de Justo al estrellato, dicho sea de paso. El problema es que son muchos los llamados y muy pocos los elegidos pero, alabanzas para todos aquellos que, sabedores del juego entre la vida y la muerte son capaces de afrontar cualquier situación por complicada que sea.
Ser torero no es cualquier cosa pero, a base de quemarte los pies, entre otros, ahí tenemos a Adrián de Torres, un muchacho que lleva varios años de matador de toros, estaba en el dique seco y, de pronto, el pasado año ya empezó a darnos un toque de atención en Madrid frente a un corridón de toros. Este año ha vuelto a realizar la proeza y, su nombre, que ya estaba apagado como un cirio, ha renacido con fuerza, hasta el punto de que, entre otros festejos, ha toreado un exitoso mano a mano con Curro Díaz en Linares ante una corrida de Victorino Martín y, por supuesto, saliendo en hombros. Y esa misma grandeza se la hemos visto en Madrid a Octavio Chacón, Juan de Castilla, Gómez del Pilar y otros compañeros con menor suerte.
Llegar a lo más alto es casi un imposible pero, tener reconocimiento a nivel de corridas duras no es mala presentación por mucho que les queramos cuestionar si de purismo hablamos. ¿Acaso el torero más puro del escalafón, Morante, se ha enfrentado alguna vez a los toros de Saltillo? Nunca. Razón de peso para que valoremos a todos aquellos hombres que, a sabiendas de sus limitaciones y de su gran corazón son capaces de llegar hasta donde los artistas no llegarían jamás. Una voltereta te la propicia cualquier toro, Morante es el ejemplo de lo que digo; pero que sepas que el toro, si cruzas esa “línea roja” que el mismo establece, la cogida está más que asegurada y, con la bendición de Dios, tratar de salir ileso del trance. Para eso hace falta mucho valor, un desprecio a la propia vida fuera de lo común y, lo que es todavía mucho más grande, que tu cita con la muerte puede ser una fatalidad del destino.
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