Los futbolistas emocionan y trascienden cuando enfrentan a los más fuertes no a los más fáciles
"...Para ser bueno, para ser el mejor has de enfrentarte a los rivales más fuertes, más duros, más exigentes, a lo que se llega tras una selección previa que va eliminando a los más flojos, a los débiles. En el mundo del toreo es justamente al revés. ¿Pregúntense si Manzanares, Morante o El Juli, etc., se enfrentan a los toros más fuertes, más duros, más exigentes?..."
A QUÉ JUGAMOS
Antolín Castro |
Muy recientes los ecos de los triunfos deportivos españoles, Fernando Alonso en Valencia y la Selección de fútbol en la Eurocopa, sin olvidarnos de Rafael Nadal en Roland Garros, los aficionados a los toros nos preguntamos ¿A qué jugamos?
Es cierto que podemos presumir de deportistas, Nadal, Alonso, Casillas, Iniesta… pero no lo hacemos igual de los toreros. Aquellos emocionan a todo un país, los toreros solo a sus amigos y a la prensa afín. Fuera de eso, casi la nada.
Algo no se hace bien cuando no trasciende, no emociona, no se arrastra a las masas a presenciar las ‘heroicidades’ de los toreros. En nada lo podemos comparar con la fiebre que ha inundado toda España con el fútbol, ni con la admiración nacional que deparan Alonso o Nadal. Lo más parecido en lo taurino es lo que arrastra José Tomás, pero se circunscribe a unos cuantos miles de seguidores que se trasladan a la ciudad o ciudades donde se digna actuar el madrileño. Efímero, nada comparado con el deporte.
Nos preguntamos ¿A qué jugamos? y cuando lo hacemos es peor todavía. Jugamos, juegan fundamentalmente los que viven del negocio, a engañarnos, a engañarse; a suicidarse añadiría yo. No reparan en el daño que hacen y lo malo es que les da igual. Vaya yo caliente y ríase la gente. Aplican a rajatabla el refrán castellano sin percatarse, o ignorando que es más delito, que con su actitud, están acabando con lo que de Fiesta queda.
Y todo es tan sencillo… El deporte lo tiene muy claro y lo ejecuta sin ningún tipo de subterfugio, no esconden la grandeza de los éxitos. Aquí, hago una pausa, habrá quien me diga que para cantar grandezas de éxitos nadie como los medios taurinos clásicos -proezas, inventos, monstruos, momentazo, cumbres, etc.,- que lo hacen al unísono y sin ningún rubor, pero les contesto que es verdad que lo hacen, pero que es mentira que suceda.
Categóricamente lo afirmo, es mentira. Y esto es tan sencillo explicarlo que bastará con leerme para entenderlo. Mienten. Los deportistas, unos y otros, se miden con los mejores, con los rivales más exigentes, y en ello apoyan sus éxitos, la grandeza de sus triunfos. Podrán verse favorecidos con tal o cual fortuna en los enfrentamientos, pero no dejan lugar a dudas, lo hacen ante quienes están obligados a demostrar su supremacía.
En los toros sucede al revés, y encima, vanidosos ellos, quieren que les cantemos, de gratis, que son muy buenos, que son los mejores. Como es mentira no se puede cantar, salvo que no sea de gratis y ahí es donde la pregunta del titular ¿A qué jugamos? se retuerce, adquiere doble sentido, haciéndose intencionadamente malévola si se distorsiona la realidad.
Para ser bueno, para ser el mejor has de enfrentarte a los rivales más fuertes, más duros, más exigentes, a lo que se llega tras una selección previa que va eliminando a los más flojos, a los débiles. En el mundo del toreo es justamente al revés. ¿Pregúntense si Manzanares, Morante o El Juli, etc., se enfrentan a los toros más fuertes, más duros, más exigentes? Esos calificativos también se usan en los toros y se aplican a las ganaderías, justamente, que ellos nunca torean. Sin embargo, sí lo hacen con los más flojos. Esos triunfos, con los más flojos, no son los que dan la aureola a Nadal, esos valen para las eliminatorias previas, lo que le da el título de grande, de figura, es el enfrentamiento con Djokovic, y si es en la pista más emblemática, de Roland Garros, es cuando le podremos llamar figurón del tenis.
Al lector le parecerá que cuanto digo va cargado de ironía y contiene sorna a puñados… y es verdad. Nada hay más raquítico y de menos valía que lo que hacen y de lo que presumen las figuras del toreo. No se enfrentan a la verdad ni a la hora de leer esto que escribo, por eso no tiene consistencia, no trasciende cuanto hacen, por carecer del valor del triunfo ganado ante el rival más exigente. ¿A qué juegan los toreros que siempre pierden… credibilidad y prestigio? La Fiesta con ello pierde la autenticidad exigible. Y tras saberse esto de forma tan cierta ¿A qué jugamos? ¿De qué presumen?
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