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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 25 de septiembre de 2013

LES QUIEREN DESTRUIR / Por Pla Ventura


A estos 'chuflas' solo los aplauden los 'destructores' de la fiesta, su fiesta

"...Hay que destruirles, es la consigna que existe de forma velada entre el taurinismo; no se puede consentir que unos “pobres” acaparen la atención de los aficionados mientras que, las figuras, con el burro tonto, pasan desapercibidos en tantísimas ocasiones..."

LES QUIEREN DESTRUIR

Pla Ventura
Sospecho, así lo puedo ver, que hay instrucciones desde “arriba” para destruir a Javier Castaño y a su cuadrilla, las pruebas son evidentes. Desde el púlpito de una “prestigiosa” revista de toros he podido leer las aberraciones más insospechadas contra Javier Castaño, su cuadrilla y, claro está, como no podía ser de otro modo, contra la plaza de Madrid a las que se les trata de papanatas a sus aficionados. Al parecer, aquella vuelta al ruedo de los grandes como David Adalid, Marco Galán, Fernando Sánchez y Tito Sandoval, aquello resultó muy fuerte para el taurinismo convencional.

Hay que destruirles, es la consigna que existe de forma velada entre el taurinismo; no se puede consentir que unos “pobres” acaparen la atención de los aficionados mientras que, las figuras, con el burro tonto, pasan desapercibidos en tantísimas ocasiones. Confieso que, tras leer tantos epítetos grotescos escritos por un resentido, quedé exhausto por la desdicha que sentía mi humilde ser.

O sea que, cuando todos nos creíamos gozosos al ver que unos hombres, de forma honrada eran capaces de jugarse la vida por crear un espectáculo inigualable, sale un “docto en materia” y los quiere retirar de un plumazo; pero lo hace con malas artes, sin argumentos, sin verdades y con mentiras. El argumento de la VERDAD, con mayúsculas, sigue molestando al sistema impuesto por el poder que, como se comprueba, no toleran que unos hombres humildes toquen la gloria con sus manos.

Tremendo todo lo que leí que, sin duda, el plumífero en cuestión seguía las órdenes de su amo; es imposible que se escriba de ese modo no sin antes haber quedado rociado por un veneno mortal el que le inculcaron. O sea que, según este individuo, que unos hombres se jueguen la vida frente al toro de verdad, eso es de chuflas; que un matador sea capaz de permitir que sus subalternos saboreen la gloria que se ganan frente al toro, eso es de retrasados mentales; que todos los públicos en España y Francia les hayan aclamado, como dice este personaje, es propio de papanatas sin criterio.

Los hay, como vemos, que quieren hacerse notar aún a riesgo de herir la sensibilidad de unos hombres honrados que, repito, su único pecado no es otro que jugarse la vida de verdad, frente a ese toro del que huyen despavoridas las figuras del toreo. Nos encontramos, ante Javier Castaño y su cuadrilla, con el modelo de toreros que todos soñamos y, como digo, hay que destruirles; y puede que sea cierto, tanta verdad molesta entre el taurinismo. Sí, ese taurinismo que aplaude la mediocridad y por supuesto que los subalternos sean meros criados de sus amos; es como si Amancio Ortega no permitiera que Pablo Isla, su “peón de confianza” saboreara la gloria que se gana con sus gestiones.

Dentro de todo esto hay algo conmovedor y no es otra cosa que la decisión de los públicos, de los aficionados que, a diario, allí donde estos hombres actúen, se les espera con inusitado anhelo; desde la cátedra del toreo, Madrid, hasta el último pueblo donde han actuado, en todos los lugares se han llevado el respeto, la admiración y la gloria de unos aficionados que se han entregado junto a ellos para compartir y saborear el dulce manjar al que llamamos verdad; verdad ante el toro y con el toro.

¿Acaso lo que les vimos hacer hace unas fechas en Nimes aquello tenía tintes de broma? Allí, frente a los Miura, David Adalid pudo haberse dejado la vida que, como pude leer, quizás eso hubiera hecho feliz al siniestro personaje al que aludo. ¿Habrá en el mundo otro torero tan generoso como Javier Castaño que permite que todos juntos saboreen el éxito, sí, el que se ganan cada uno de forma individual? Adalid, Sánchez y Galán, no aparecen en letras grandes sus nombres, pero la grandeza de Castaño es la que les permite que, como toreros y como hombres, disfruten de las ovaciones que se ganan con su torería, con su gallardía, con el riesgo que son capaces de asumir. Repito que, Adalid nos dio un susto de muerte cuando le vimos contra la barrera en Nimes, cuando un toro de Miura le quería destrozar y, para colmo, malherido como estaba, todavía le sobraron cojones y arrestos para intentar jugarse la vida de nuevo con otro par imposible. Como diría Antolín Castro, gloria para David Adalid, pero gloria terrena, la que debe de disfrutar en los ruedos con su arte y gallardía.

Tras todo lo dicho, como ejemplo, ¿quién no ha visto actuar a un artista en el metro de Madrid? Digamos que en cualquiera de sus estaciones o andenes. ¿Qué hacemos? Les escupimos porque son pobres y no han actuado en el Teatro Real. Sin embargo, para colmo, Adalid, Sánchez y Galán si han actuado muchas veces en el teatro real llamado Las Ventas, ¿cabe lujo más grande? Pues les siguen odiando los mediocres de la vida, los que todo lo basan en el dinero, en el relumbrón de los alamares caros, de esos que visten los toreros de “tronío”, los mediáticos del revisteo amarillo. Como sabemos, todos los seres humanos de este mundo, TODOS, tienen derecho a su momento de gloria y mucho más si se lo han ganado en su quehacer. ¿O acaso al entrar en una plaza de toros le pedimos al empresario que nos diga qué fortuna tiene tal o cual diestro? Como quiera que eso nunca lo sabremos, lo que nos preocupa y nos hace felices es todo aquello que los artistas sean capaces de ofrecernos; de oro o de plata, nada importa, pero si importa la calidad de su arte, El Pana es el vivo ejemplo de lo dicho cuando hablamos de la plata.
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